Veneno ( Parte 7)

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Line estaba de vacaciones. Siwon  oyó unas notas de piano procedentes del primer piso. Se echó a reír, pegó la boca al interfono y gritó a pleno pulmón:
—¡Buenas noches! ¡Prepárate, vas a distraerme! —dijo.
Debido a la potencia del sonido, los altavoces empotrados en las paredes de la salita vibraron. Siwon había subido el volumen al máximo y el estruendo fue
insoportable. Sobresaltada, Rella dio un brinco. Aquella maldita sonorización era la única perversión de Choi a la que no se había acostumbrado.
Siwon la encontró con el torso apoyado en el piano y las manos sobre los oídos.
Se quedó en el umbral, con una sonrisa de satisfacción en los labios, mientras sostenía un vaso lleno de whisky.
Rella se volvió hacia él, horrorizada. Conocía las consecuencias de esas crisis de la
enferma, pues en el último año Sully  había sufrido tres accesos de agresividad y automutilación. Siwon no podía soportarlo; le causaban un dolor tan profundo que necesitaba vengarse en alguien para amortiguarlo.
Rella sólo existía para cumplir esa
misión.
—¡Vamos, ven aquí, piltrafa!
Le tendió el vaso de whisky y, ante su resistencia a cogerlo, la agarró del pelo para echarle la cabeza hacia atrás.
 La joven tuvo que beberse el contenido del vaso de un trago. Siwon la sujetó por una muñeca, la llevó a rastras hasta la planta baja y la metió a empujones en el coche.
Eran las ocho de la tarde cuando entraron en el estudio de la calle Godot-de- Mauroy. De una patada en el trasero Siwon la hizo caer sobre la cama.

—¡Desnúdate, deprisa! Rella obedeció

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—¡Desnúdate, deprisa!
Rella obedeció. Siwon había abierto el armario y sacaba prendas de vestir que iba
arrojando sobre la moqueta. De pie frente a él, la joven lloraba en silencio.
Él le tendió la falda de cuero, el corpiño, las botas...
Rella se lo puso.
—¡Llama a Hangeng ! —le exigió Siwon, señalando el teléfono.
Rella esbozó un gesto de rechazo, una mueca de asco, pero la mirada de Siwon era terrible, demoniaca, de modo que no le quedó más remedio que descolgar el aparato
y marcar el número.
Tras unos instantes de espera, Hangeng  contestó.
Reconoció la voz de Rella al
instante. Siwon permanecía tras la joven, dispuesto a pegarle.
—Querida Hangeng  —dijo una voz nasal a través del auricular—, ¿se ha repuesto de nuestro último encuentro? ¿Necesita dinero? ¡Es todo un detalle que haya llamado al
viejo Hangeng!
Rella le pidió que acudiera al estudio. Él, encantado, anunció que tardaría menos de
media hora.
Hangeng era un chalado al que Rella había «reclutado» una noche en el Boulevard des Capucines, en la época en que Siwon todavía la obligaba a buscar clientes en la
calle. Con el tiempo, éstos habían llegado a ser lo suficientemente numerosos para abastecer las sesiones bimensuales que exigía Choi; con los que llamaban al
estudio, Siwon veía satisfecha su necesidad de humillar a la joven.
—Trata de estar a la altura —le aconsejó, riendo.
A continuación salió dando un portazo. Ella sabía que la observaría desde el otro
lado del falso espejo.
 El trato que Hangeng infligía a Rella exigía que transcurriera cierto tiempo entre sus visitas, de modo que ella sólo lo llamaba después de las crisis de Sully.
Hangeng comprendía
perfectamente los reparos de la joven y, después de que ésta
le negara varias veces la entrevista que él le solicitaba con ansia, se había resignado a
dejarle un número al que podía telefonearle cuando estuviera dispuesta a someterse
a sus caprichos.
Hangeng llegó muy contento. Se quitó el sombrero, dejó cuidadosamente la chaqueta y
besó a Rella en las mejillas antes de abrir el maletín que contenía el látigo.
Siwon presenciaba satisfecho estos prolegómenos, con las manos crispadas sobre
los brazos de la mecedora mientras incesantes tics nerviosos  recorrían su rostro.
Siguiendo las indicaciones de Hangeng, Rella ejecutó un grotesco paso de baile.
El látigo restalló.
Siwon aplaudía riendo a carcajadas mientras la cruel farsa se repetía, pero de repente se sintió asqueado y no pudo seguir soportando ese espectáculo.
El sufrimiento de Rella, que le pertenecía porque él había modelado su destino y su vida,
lo llenó de repugnancia y de compasión.
El rostro sarcástico de Hangeng le indignó tanto que se levantó de un salto e irrumpió en el estudio contiguo.
Desconcertado ante aquella aparición, Hangeng se quedó boquiabierto y con el
brazo en alto. Choi le arrebató el látigo, lo agarró del cuello y lo arrastró al pasillo.
El sádico no entendía nada y, mudo por la sorpresa, bajó a toda prisa la escalera sin pedir explicaciones.
Rella y Siwon se quedaron a solas. Ella había caído de rodillas.
Siwon la ayudó a levantarse y a lavarse.
Rella se puso de nuevo el jersey y los téjanos que llevaba
cuando el cirujano había comenzado a gritar a través del interfono.
Sin pronunciar palabra, Siwon la llevó a la villa y la desnudó antes de tenderla en la cama. Solícito, le untó cuidadosamente las heridas con pomada y le preparó un
té bien caliente.
Luego se sentó muy cerca de ella y le acercó la taza a los labios para
que bebiera la infusión a pequeños sorbos.
 A continuación la cubrió con la sábana y le acarició el cabello. Había disuelto un somnífero en el té y Rella se durmió
enseguida.
Siwon salió de la habitación y atravesó el jardín en dirección al estanque. La placidez y serenidad de los cisnes llenó a Choi de admiración y envidia, y se echó
a llorar desconsoladamente. Había rescatado a Rella de las manos de Hangeng y ahora comprendía que esa compasión —pues llamó compasión a ese sentimiento— acababa de hacer añicos su odio, un odio ilimitado, irreprimible. Y el odio era su única razón
de vivir.

SiChul -La Tarántula  (Adaptada ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora