La Presa ( Parte 1)

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¡Es horrible! La pesadilla vuelve a empezar... No entiendes nada; mejor dicho, temes entender demasiado bien: esta vez, Tarántula va a matarte.
Lleva tres días sin dirigirte la palabra. Cuando te trae la comida, incluso evita mirarte...
El día que irrumpió en el estudio para impedir que el loco de Hangeng siguiera azotándote con el látigo, te quedaste estupefacta.
Su cruel determinación se
estaba resquebrajando hasta el punto de manifestar compasión. De regreso en Le Vésinet, se había mostrado tierno, preocupado por tu dolor. Te curó las heridas con
pomada y descubriste, atónita, que las lágrimas le empañaban los ojos.
Esta mañana lo has oído salir para ir al hospital. Pero después ha vuelto, se ha abalanzado por sorpresa sobre ti, te ha dejado sin sentido y aquí estás de nuevo en el
sótano, prisionera, encadenada en la oscuridad.

Va a empezar otra vez el infierno, exactamente igual que hace cuatro años, cuando
te capturó en el bosque.
Va a matarte, Tarántula se ha vuelto loco, todavía más loco que antes. Sí: Sully ha sufrido otra crisis, ha ido a verla a Normandía y no ha podido soportarlo. Ya no le
basta con prostituirte.
¿Qué nuevo tormento va a idear?
Sin embargo, en los últimos meses había cambiado mucho. No era tan perverso.
Por supuesto, seguía gritando por el maldito interfono para asustarte cuando estabas
desprevenida...
Después de todo, más vale morir. Nunca has tenido valor para suicidarte.
Él ha aniquilado hasta el menor atisbo de rebeldía que hubiera en ti.
¡Te has convertido en
su objeto!
¡Te has convertido en su objeto! ¡Ya no eres nada!
Soñabas a menudo con escapar, pero, en tu actual estado,
 ¿adónde podrías ir?
¿Volverías con tu madre, con tus amigos?
¿Buscarías a GunHee?
 ¿Quién te reconocería?
Tarántula se ha salido con la suya...
Te ha atado a él para siempre.
Confías en que ese siempre acabe pronto.
¡Que termine de una vez, que deje de manipularte!
Ha anudado firmemente la cuerda, te resulta imposible moverte. El cemento del sótano te araña la piel. La cuerda te comprime e irrita los pechos.
Te duelen.

Los pechos...

Los pechos

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Los pechos... Había puesto un esmero obsesivo en su desarrollo. Algún tiempo después de
empezar con las inyecciones, comenzaron a abultarse. Al principio no le diste importancia,
atribuías esa acumulación de grasa a la vida indolente que llevabas. Sin embargo, cada vez que Tarántula iba a visitarte, te palpaba el torso y meneaba la cabeza. No cabía duda. Horrorizado, descubriste que tu pecho se hinchaba, adquiría forma. Día tras día, observabas el crecimiento de los pezones y te tocabas desesperadamente el sexo, que seguía fláccido.
Llorabas con frecuencia.

Tarántula te tranquilizaba.
Todo iba bien.
¿Te hacía falta algo? ¿Qué podía
ofrecerte que no tuvieras ya?
Sí, se mostraba muy amable, muy solícito.
Dejaste de llorar. Para olvidar, pintabas y pasabas muchas horas tocando el piano.
Todo seguía igual, aunque Tarántula te visitaba cada vez más a menudo. Era ridículo.
Os conocíais desde hacía dos años, él había aniquilado tu pudor y, aunque al principio del encierro incluso hacías tus necesidades en su presencia, ahora, en cambio, te cubrías los pechos y te ajustabas
constantemente la bata para cerrar el escote. Tarántula te entregó un sujetador para que te lo probaras. Era innecesario; tus pechos, duros y firmes, podían prescindir de él. No obstante, era
mejor así. Llevando sujetador y blusa, te sentías más cómodo.
Al igual que te habías habituado a las cadenas, el sótano y las inyecciones, poco a poco te
acostumbraste a ese nuevo cuerpo hasta que se convirtió en algo familiar.
Además, ¿para qué darle vueltas al asunto?

SiChul -La Tarántula  (Adaptada ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora