La Presa (Parte 5)

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Rella descargó el puño sobre la mesa para devolver al médico a la realidad. Tenía la impresión de estar representando una escena absurda: el vino blanco en las copas, restos de marisco en el plato y ese diálogo carente de sentido sobre un tipo que
estaba pudriéndose en el sótano de la mansión de Le Vésinet.
Siwon tenía la mirada perdida, del todo ausente. Ella insistió en regresar a la casa. Él aceptó de inmediato.
Rella tenía la sensación de que, si le hubiese pedido que se arrojase desde lo alto del acantilado, habría obedecido sin rechistar.
Ya era tarde cuando entraron en la villa. Siwon bajó delante de ella la escalera que conducía al sótano. Abrió la puerta, encendió la luz. El tipo estaba allí, de rodillas, con los brazos en cruz, amarrados con aquellas cadenas que tan bien conocía Rella .
Cuando Gun levantó la cabeza, la joven profirió un largo grito, un lamento de animal herido que no comprende lo que le está pasando.
Inclinada hacia delante, jadeaba entrecortadamente al tiempo que señalaba al prisionero. Después salió corriendo al pasillo, cayó de rodillas y vomitó.
Siwon acudió a su lado y le sostuvo la frente.

¡Así que era eso, el último acto! Tarántula se había inventado esa historia del gánster, esa
novela delirante, para calmar tu desconfianza. Te había engatusado con su ternura, había
cumplido tu capricho de ver el mar para hacerte caer en un horror sin fondo.
Y ese ardid para que encontraras a Gun prisionero, igual que estuviste tú cuatro años
atrás, no tenía otro objetivo que destrozarte un poco más, empujarte más hacia la locura, si eso era posible...
¡Sí, ése era su plan! Su propósito al prostituirte después de haberte castrado, despedazado y
destrozado, después de haber destruido tu cuerpo para construir otro distinto, un simple
juguete de carne, no había sido humillarte. No; todo eso era un simple juego, el preámbulo de
su verdadero proyecto: lograr que te sumieras en la locura, como le había ocurrido a su hija...
Y en vista de que habías resistido todas las pruebas, ahora jugaba más fuerte.
Paso a paso, se había dedicado a rebajarte. Te hundía la cabeza en las aguas cenagosas y, de
vez en cuando, te agarraba del pelo para impedir que te ahogaras del todo, con el único objeto
de asestarte finalmente el golpe fatal: Gun.
Tarántula no estaba loco: era un genio. ¿Quién más hubiera ideado una progresión tan inteligente? ¡El muy cerdo! ¡Tenías que matarlo!
A Gun no le sacaría nada, a estas alturas Tarántula debía de saberlo de sobra... Seguro que
a él no lo sometería a los mismos tormentos. Gun era un bestia, un bruto; en otros tiempos te
divertía, hacías de él lo que querías, te habría seguido a cualquier parte, como un perro.
En este caso Tarántula no conseguiría nada: los refinamientos que te había proporcionado
no se los iba a brindar a Gun. ¿Acaso iba a obligarte a...? Sí, Gun estaba encadenado, desnudo
como un gusano... ¡Claro, eso era lo que quería Tarántula!
No le bastaba con humillar a uno solo, necesitaba teneros a los dos a su merced.
Cuatro años, Tarántula había tardado cuatro años en encontrar a Gun... ¿Qué había hecho Gun
durante ese tiempo? Y, sobre todo, ¿cómo había llegado Tarántula hasta él?
¡Tú nunca lo habías mencionado!
Tarántula estaba allí, junto a ti. Te sostenía. El charco de vómito se extendía sobre el hormigón. Tarántula murmuraba palabras tiernas, pequeña mía, cariño, se mostraba solícito,
te limpiaba la boca con un pañuelo…
La puerta del otro cuarto estaba abierta.
Entraste precipitadamente en el quirófano, tomaste
un bisturí de encima de la mesa y regresaste a paso lento hacia Tarántula, apuntándolo con el
afilado instrumento.

Allí estaban los dos, cara a cara en aquel sótano de cemento iluminado por la cruda luz de un neón.
Rella avanzaba despacio con el bisturí en la mano. Siwon  no se
movía. Atado a la pared del habitáculo, Gun se puso a gritar. Por la abertura de la puerta, había visto a Rella caer de rodillas, salir arrastrándose, y ahora la veía avanzar
con un cuchillo en la mano.
—¡Mi revólver, nena! —gritó—. ¡Mi revólver...! ¡Ven, lo ha dejado allí!
Rella entró donde estaba Gun y se apoderó de su arma, que en efecto había quedado abandonada sobre el sofá. Siwon no daba muestras de inquietud, permanecía de pie, en el pasillo, sin retroceder ante el cañón del Cok que le apuntaba
al pecho. En ese momento dijo algo increíble:
—¡Rella, por favor, explícame qué está pasando!
Ella se detuvo, desconcertada. Ese estupor fingido era otro ardid de Tarántula, no le cabía duda.
¡Pero ese cerdo no se libraría tan fácilmente!
—¡No te preocupes, Gun! —gritó—. ¡Vamos a acabar con este cabrón!
Gun tampoco comprendía gran cosa. ¿Ella sabía su nombre? Quizá se lo había dicho Choi... Ah, ya, ahora lo entendía todo: Choi tenía a su mujer encerrada, y ella aprovechaba la ocasión para librarse de su marido.
—¡Rella, mátame si quieres, pero dime qué pasa! —exclamó Siwon. Se había dejado caer, deslizándose por la pared, hasta quedar sentado en el suelo.
—¡No te burles de mí! ¡No te burles de mí! ¡No te burles de mí! —repitió Rella, muy exaltada. Su protesta había empezado con un murmullo para terminar con un grito.
Se le marcaban los músculos del cuello, tenía los ojos desorbitados y temblaba violentamente.
—Rella, por favor, explícame...
—¡Gun! ¡GunHee! Estaba conmigo, él también... violó a Sully , incluso le dio por el culo mientras... mientras yo la sujetaba. Siempre creíste que lo había hecho yo
solo, y yo nunca te dije nada porque no quería que fueras también a por él...
¡Pero él es tan culpable como yo de que tu hija esté loca, cabrón!
¡Y he sido yo quien ha pagado por todo!
Gun escuchaba a aquella mujer. ¿Qué demonios decía? «Quieren engañarme —
pensó—, pretenden volverme loco entre los dos...» Después observó atentamente a la
mujer de Choi, su boca, sus ojos...
 —No sabías que éramos dos, ¿eh? —prosiguió Rella—. ¡Pues sí, Gun era mi amigo!
El pobre no tenía mucho éxito con las chicas...
Yo tenía que hacer de... de gancho.
Con tu hija la cosa fue bastante más difícil que con otras.
¡Le gustó que la acariciase y
la besase, pero en cuanto le metía la mano por debajo de la falda, se hacía la estrecha, así que tuvimos que forzarla un poco!
Siwon  movía la cabeza de un lado a otro, incrédulo, aniquilado por los
constantes gritos de Rella, por su voz aguda.
—Yo me la follé primero mientras Gun la sujetaba.
 ¡Cómo se resistía! Y mientras
tanto, vosotros, en el hotel, comíais y bailabais, ¿eh? Después le tocó el turno a Gun.
Se lo pasó muy bien, ¿sabes, Siwon? Ella gemía, porque Gun le hacía daño... aunque desde luego, menos del que me has hecho tú a mí.

¡Voy a matarte, Tarántula,
te juro que voy a matarte!

SiChul -La Tarántula  (Adaptada ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora