La Presa ( Capítulo Final)

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No, Tarántula no lo sabía. Habías guardado el secreto. Cuando te confesó por qué te había
mutilado —la violación de Sully , que se había vuelto loca—, decidiste callar. Tu única
venganza era proteger a Gun. Tarántula ignoraba que fuisteis dos.
Estabas tendido en la mesa de operaciones y recordaste lo sucedido aquella noche de julio de
hacía dos años. Era un sábado. Tú y Gun paseabais por el pueblo, bastante aburridos.
Las vacaciones escolares acababan de empezar. Tú ibas a ir a Inglaterra, y él, Gun, se quedaría a trabajar en la granja de su padre.
Fuisteis vagando de un lado a otro, recorristeis los bares, jugasteis al futbolín, al flipper.
Luego montasteis los dos en la moto. Hacía buen tiempo. En Dinancourt, un pueblo grande
que quedaba a unos treinta kilómetros, habían organizado un baile, una verbena. Gun estuvo
haciendo puntería en una caseta de tiro al blanco. Tú mirabas a las chicas. Había muchas.
Al final de la tarde te fijaste en esa chica. Era muy guapa. Caminaba del brazo de un tipo, un
viejo, bueno, digamos que el hombre era mucho mayor que ella. Sería su padre. La muchacha
llevaba un vestido de verano azul celeste. Tenía el pelo azabache  y ondulado, y en su cara, de
rasgos todavía infantiles, no había ni el menor rastro de maquillaje. Iban paseando en compañía de otras personas, y por su forma de vestir se notaba que no eran campesinos.
Se sentaron todos en la terraza de un bar, menos la chica, que continuó recorriendo sola la
feria. Te presentaste educadamente, como siempre. Se llamaba Sully . Sí, en efecto, el hombre de pelo canoso era su padre.
Por la noche había baile en la plaza del pueblo. Le propusiste a Sully que os encontrarais allí. A ella le apetecía, pero no sabía si su padre...
Habían ido a una boda, y el banquete se celebraría más tarde, en el hotel. El edificio estaba en una antigua finca un poco aislada y rodeada de un parque donde se organizaban muchas recepciones y fiestas. Ella tenía que asistir a la cena.
Al final lograste convencerla: por la noche os encontraríais allí, junto al quiosco de patatas fritas. Sólo era una cría, un poco boba, ¡pero tan guapa!
Esa noche pasaste varias veces por los alrededores de la finca. Esos ricachones habían contratado una orquesta. Oh, nada de cuatro palurdos con acordeón, no: era una verdadera orquesta; los músicos iban vestidos con esmoquin blanco y tocaban jazz. Habían cerrado las ventanas del hotel para proteger a los ricos de la vulgar pachanga del baile popular.
A eso de las diez, Sully salió. La invitaste a tomar algo. Ella pidió una Coca-Cola; tú, un
whisky. Bailasteis.
Gun te observaba; le guiñaste un ojo. Durante un baile lento, besaste a Sully. Notaste los fuertes latidos de su corazón contra tu pecho. No sabía besar, apretaba los labios con fuerza. ¡Luego, cuando le enseñaste cómo se hacía, se puso a sacar la lengua sin el menor reparo! Vaya con la niña. Olía bien, llevaba un perfume dulce, discreto, no como las
chicas de allí, que se echaban litros y más litros de colonia. Mientras bailabais, le acariciaste la espalda desnuda. El vestido era escotado.
Paseasteis por las calles del pueblo. En una puerta cochera, la besaste de nuevo. Lo hizo
mejor, había aprendido un poco. Le deslizaste una mano por debajo del vestido,recorriendo el
interior del muslo hasta las bragas. Estaba excitada, pero se apartó. Tenía miedo de que su
padre la riñera si tardaba demasiado. No insististe. Habíais regresado hacia la plaza.
El padre había salido del hotel para buscar a su hija. Os vio a los dos, tú volviste la cabeza y seguiste tu
camino.

Los observaste desde lejos. Discutían. El parecía enfadado, pero al final se echó a reír y
volvió al hotel. Sully volvió a tu lado. Su padre la dejaba quedarse un rato más.
Bailasteis. Ella se pegaba a ti. En la penumbra, le acariciabas los pechos. Una hora más tarde, dijo que quería irse. Le hiciste una seña a Gun, que estaba apoyado en la barra del bar, junto a la pista de baile, sosteniendo una botella de cerveza. Le dijiste a Sully que la
acompañarías. Cogidos de la mano, disteis una vuelta alrededor de la finca. Riendo, la llevaste hasta los matorrales, en el extremo más alejado del parque. Ella protestaba, riendo también.
Tenía muchas ganas de quedarse contigo.
Os apoyasteis contra un árbol. Ya había aprendido a besar a la perfección. Te dejó que le
levantaras un poco el vestido. De repente, le tapaste la boca con una mano mientras con la
otra le rasgabas las bragas de un tirón. Gun estaba muy cerca; agarrándole las manos, le dobló
los brazos por detrás de la espalda y la tumbó en el suelo. El la sujetaba firmemente mientras tú te arrodillabas entre sus piernas. Gun te miraba.
Después fuiste tú el que sujetaste a Sully, a cuatro patas sobre la hierba, mientras Gun
se colocaba detrás de ella.

Gun no se conformó con lo que tú ya le habías hecho; él quería más, y le hizo mucho daño al penetrarla. Ella forcejeó con la energía de la desesperación y consiguió soltarse. Gritaba. La perseguiste, la agarraste de un pie. Lograste inmovilizarla. Querías abofetearla, pero cuando asestabas el golpe, tu mano se cerró y le diste con el puño en plena cara. Su nuca chocó contra el tronco del árbol junto al que estabais. Quedó medio aturdida, pero su cuerpo se agitó convulsivamente.
Tarántula te lo dijo más tarde. Cuando oyó los gritos, la orquesta del hotel estaba tocando The Man I Love.

Salió disparado hacia el parque. Te vio de rodillas mientras tú tratabas de agarrar a Sully por el tobillo, de atraparla para impedirle gritar.
Gun se había apresurado a huir, adentrándose entre los arbustos. Sully salió huyendo.
Tenías que largarte. Echaste a correr, perseguido por aquel tipo. Acababa de zamparse una
cena opípara y lo dejaste atrás sin dificultad. Gun te esperaba en el otro extremo del pueblo, junto a la moto.
Los días siguientes estuviste muy preocupado. El tipo te había visto la cara, primero junto al quiosco y luego en el prado de detrás del hotel, durante esa fracción de segundo en que estuviste dudando antes de decidir en qué dirección debías huir... Menos mal que no eras de ese pueblo y vivías lejos de allí. Poco apoco, tu inquietud se fue calmando. A la semana
siguiente te fuiste a Inglaterra y no volviste hasta finales de agosto.
¡Y además, no era la
primera vez que Gun y tú os metíais en un lío!
Tarántula estuvo mucho tiempo buscándote. Sabía más o menos la edad que tenías.
Conocía tus rasgos de forma imprecisa... No acudió a la policía. Quería ocuparse de ti él
mismo. Peinó la región, ampliando poco apoco el círculo a los pueblos de alrededor, acechando
a los jóvenes a la salida de las fábricas y cuando terminaban las clases en los institutos.
Tres meses más tarde, te localizó en un bar, justo delante del instituto de Meaux.
Te siguió, te espió, tomó nota de tus costumbres, hasta la noche de finales de septiembre en que se abalanzó sobre ti en el bosque.
Desconocía la existencia de Gun, no podía saber... Por eso está ahí, delante de ti, agotadas
ya sus fuerzas, a tu merced...

Siwon no salía de su asombro.
Rella, de rodillas en el suelo, lo apuntaba con el Colt con los brazos estirados y el dedo índice blanco a causa de la tensión con que lo mantenía sobre el gatillo.
«Voy a matarte», repetía una y otra vez con voz apagada.
—Rella, yo no sabía... ¡Es injusto!
Ella se sintió conmovida por ese remordimiento incongruente y bajó un poco la guardia. Siwon estaba esperando ese momento. Propinó un brusco puntapié a la
joven, que soltó el arma profiriendo un grito de dolor. Inmediatamente, Siwon dio
un salto, se apoderó del Colt y se precipitó hacia la habitación donde Gun estaba encadenado. Hizo fuego dos veces.
Gun se desplomó: las balas lo habían alcanzado en el cuello y en el corazón.
Siwon  salió de nuevo al pasillo, se inclinó sobre Rella, la ayudó a incorporarse, se arrodilló y le tendió el revólver.
Ella, tambaleándose, acabó de ponerse en pie, inspiró profundamente y, separando las piernas, apuntó, acercando la boca del cañón a la sien de Choi.
 Él la miraba fijamente. Sus ojos no dejaban traslucir sentimiento alguno, como si con su impasibilidad quisiera ayudar a Rella a no ceder a la compasión, como si quisiera volver a ser Tarántula, Tarántula y sus ojos fríos, impenetrables.
Rella lo vio empequeñecido, aniquilado. Dejó caer el Cok.
Subió a la planta baja, salió corriendo al jardín, se detuvo sin aliento delante de la puerta de la verja. Hacía una noche preciosa, unos reflejos danzaban en el agua azul de la piscina.
Entonces Rella volvió sobre sus pasos, entró en la villa, subió al piso de arriba. Se sentó en la cama de su habitación. El caballete estaba allí, cubierto con una tela.
La retiró, contempló un rato aquel cuadro repulsivo. Siwon travestido, con cara de borracho, con la piel arrugada;
Siwon convertido en una vieja prostituta.
Lentamente, bajó de nuevo al sótano. El cuerpo de Gun seguía colgado de las cadenas. Sobre el suelo de cemento se había formado un gran charco de sangre.
Le levantó la cabeza, sostuvo un instante la mirada de sus ojos muertos y salió de esa prisión.
Siwon continuaba sentado en el pasillo, con los brazos caídos a ambos lados del cuerpo y las piernas estiradas. Un ligero tic le sacudía el labio superior. Ella se sentó a su lado y le tomó la mano. Apoyó la cabeza en su hombro.
En voz baja, susurró:
—Ven..., no podemos dejar el cadáver aquí...

Fin

SiChul -La Tarántula  (Adaptada ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora