1.- Sorpresas

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- ¡Mustang!

Las puertas de las oficinas se abrieron con un furioso estruendo, mientras un chico con abrigo rojo las atravesaba apretando los puños. Cualquiera habría pensado que era un simple niño, y no un dotado alquimista estatal. Con ese carácter tan inmaduro es difícil de creer, pensaron los militares de bajo rango que se encontraban ahí en ese momento.

Claro que Edward Elric podía escucharlos, pero su ira estaba dirigida a otra persona, así que decidió ignorarlos y avanzar hasta la siguiente puerta para ésta vez abrirla de una patada.

Su pierna se encontraba en el aire y lista para el poderoso impacto, cuando en ese momento la puerta se abrió y su pierna dio un golpe al aire que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo.

El alquimista de Fuego, Roy Mustang lo miraba con superioridad haciendo los mayores esfuerzos por aguantar la risa, escuchando los graciosos gruñidos de su subordinado desde el suelo, mientras éste intentaba quitarse el abrigo, el cual se encontraba atorado en la cadena de su reloj. Cuando finalmente pudo hacerlo, debido a la fuerza innecesaria que utilizó casi volvía a caer. Sus mejillas estaban rojas y su cabello despeinado, con todas las miradas dirigidas hacia él.

-Deberías ahorrarte éste tipo de escenas -lo reprendió Roy sin dejar de sonreír, ofreciéndole su mano para levantarse.

Miró la mano extendida de Roy con incredulidad. No quería más humillaciones, así que se levantó con toda la dignidad posible y sacudiendo su ropa con las manos, ignorando el probablemente hipócrita gesto de su superior.

- Deberías enseñar a estos tipos a no meter sus narices donde no les importa. -Elevó la voz intencionalmente, y los entrometidos hombres volvieron a su papeleo, dándose cuenta de que el espectáculo había terminado.

Una sonora carcajada por parte de Mustang provocó que Edward le dirigiera una mirada extraña, como quien mira a un bicho raro o alguien que acaba de hacer un mal chiste. Al parecer el sujeto se encontraba de buenas, porque no le dirigió una de sus miradas desaprobatorias acompañadas de pequeñas reprimendas que solían sacar al rubio de sus casillas y también divertir a todos los espectadores que se encontraran en ese momento.

Las peleas entre ambos alquimistas se habían vuelto tema de conversación en el cuartel. Las preguntas y rumores no tardaron en esparcirse como pólvora. "¿Cómo el gran alquimista de Fuego deja que un niño le hable de esa forma?" "Deben de ser como padre e hijo para tener ese tipo de confianza" "¿Padre e hijo? Nadie se traga eso. ¿Cómo ese chico, a su edad pudo convertirse en alquimista estatal?"

Edward había escuchado ese tipo de conversaciones por todo su trayecto por los pasillos. Como los oficiales le miraban y susurraban a sus espaldas. Pero cuando escuchó su nombre y el de Roy Mustang en una misma frase, acompañada de la palabra "encuentros", esa fue la gota que colmó el vaso.

"¿Encuentros?" ¿Qué tipo de encuentros? Se preguntó Edward. Cuándo captó por completo lo que querían decir, sus mejillas se encendieron y decidió empezar a correr. Tenía que hablar con Roy. ¿El bastardo lo sabe? ¿Quién más habrá pensado eso?

Aquel fue el motivo por el que Edward se encontraba entrando en la oficina de Mustang, además de entregar el maldito reporte que había completado durante su viaje en el tren. Cuando recordó a lo que iba, sus mejillas volvieron a ponerse rojas, casi igualando el característico color de su abrigo.

-¿Qué sucede? -El coronel cerró la puerta de su oficina, dándoles completa privacidad para aquel tema. Había notado el color de la cara de su subordinado, y con preocupación puso su mano sobre la frente del rubio, apartando su flequillo con los dedos-. ¿Estás enfermo?

Gossip - RoyEdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora