10. Espinas

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Cuando entró a su habitación, descubrió que Alphonse no estaba y en su lugar su amiga de la infancia se encontraba sentada en su cama mientras jugaba con sus dedos con evidente nerviosismo.

En cuanto Winry escuchó los fuertes pasos de las botas de cuero de Edward levantó la mirada, sintiéndose desconcertada. Su mirada viajó desde los ojos color miel de Edward hasta la mano enguantada en torno a un ramo de flores amarillas.

La postura de Winry fue haciéndose cada vez menos recta hasta que la chica terminó apoyando sus codos sobre su regazo mientras sostenía su rostro entre sus dos manos. Su amiga río por la nariz con amargura.

– ¿Son de él, cierto?

– ¿Perdona?

– Ese ramo de flores te lo obsequió el coronel, lo vi perfectamente con esa mirada de desconcierto al vernos... –Pareciese que iba a terminar la oración, pero tan solo quedó suspendida en el aire.

Winry suspiró.

– Tienes razón, él me las dio –admitió el chico mientras miraba con cierta tristeza el ramo de rosas, que depositó sobre la cama de Alphonse–. No sabía que vendría, menos en un momento así. Lo siento.

— ¿Qué es lo que sientes?

Su amiga le miraba con los ojos llorosos, levantando la vista por primera vez. La chica debió sentirse inferior a Edward, ya que éste estaba de pie y le miraba desde arriba, así que volvió a bajar la mirada.

– ¿Sientes que Mustang haya llegado en un momento tan inoportuno? ¿Que te haya dado esas flores? –empezó a decir mientras escupía cada pregunta con rabia que en realidad no debía sentir. Winry no era de esa manera– ¿Acaso sientes ser un estúpido por hacerme sentir especial para luego dejarme a un lado? ¿Que yo sea una niñata llorona a la que le has roto el corazón por un error tuyo? Porque eso es lo que fue. Un error ¿no es así?

Edward no respondió. Tragó saliva y cerró la boca sin darse cuenta, que al parecer había abierto ante la sorpresa de que su amiga soltara todos aquellos sentimientos en tan solo unos segundos. No pudo evitar sentirse culpable por su silencio.

"¿Por qué me pasa esto a mí?"

– Por Dios, Ed –Winry puso sus manos sobre su rostro y soltó un bufido–. ¿Eres consciente de que esa relación que tienes con el coronel no está bien vista? Te dobla la edad, ¡y es un hombre!

– Winry... –Edward no sabía que decir, tal vez Winry estaba en lo cierto, pero... – No hay nada entre el coronel y yo.

Edward sintió un vacío repentino en el estómago e intentó convencerse de que se trataba del hambre que le atacaba desde hace horas.

La rubia hizo un espacio entre su dedo índice y medio para mirarle, después apartó sus manos y las puso sobre su regazo, esta vez quietas.

– ¿Y esas flores? –cuestionó su amiga, esta vez más tranquila.

– Fue solo una broma –mintió–. Pero son demasiado lindas, así que las conservé.

"¿Cuando fue que me volví un mentiroso?" se recriminó. "Ah, esa vez".

No quería lastimar a Winry, aunque eso significara lastimar al coronel. Aunque existía la posibilidad de que Roy en realidad no sintiera nada por él.

"Pero el beso, las flores... " Edward miró el ramo de rosas entre sus manos con rostro afligido. "Existe la posibilidad de que en realidad no me quiera".

¿Alguien que le quería le habría ocultado tantas cosas, se habría aprovechado de un momento de vulnerabilidad para robarle un beso? Aunque él había correspondido al beso...  Solo un poco.

Gossip - RoyEdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora