11. Desvanecido

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-¿No piensa en salir de ahí?

Winry estaba de pie frente a Alphonse, que estaba plantado delante en la puerta de la habitación de compartía con su hermano, como si fuera un guardia.

-Tienes que entender, Winry. -Le suplicó Alphonse con los brazos cruzados-. Esto ha sido difícil para él.

Winry pasó la rosa amarilla de aquella noche entre sus dedos, que había empezado a marchitarse. Intentó evitar las espinas, pero estas se clavavan suavemente en las yemas de sus dedos sin llegar a herirla. La mecánica se mordió el interior de la mejilla con nerviosismo.

-Esto también ha sido duro para ti, ¿o me equivoco? -insistió Winry.

Sabía que estaba siendo egoísta y que estaba presionando demasiado. Pero quería que Edward le dijera que estaba bien, que todo estaría bien. Tan solo quería verlo.

Alphonse soltó un gemido irritado.

-El hecho de que no me puedas ver llorar no significa que no necesite hacerlo.

Al escuchar aquello, Winry se sintió culpable. Siguió balanceándose en sus pies como una niña pequeña durante unos segundos para después colocarse al lado de Alphonse.

-Lo siento.

-No lo sientas. Sabemos que ustedes no pueden comprender lo que sentimos y el porqué de nuestras acciones -explicó Alphonse con voz queda.

-Pero aún así. Yo debo de hacer un esfuerzo por comprenderlo, y si no puedo hacerlo, al menos quiero que sepan que siempre estaré ahí para ustedes -replicó Winry mirándole con determinación-. Me he comportado como una niña inmadura cuando ustedes están pasando por tanto.

Alphonse no respondió. Simplemente necesitaba pensar.

Sabía bien que la actitud de Winry se debía a la preocupación que sentía por su hermano mayor, pero a veces no podía comprenderla. En un momento tan crítico, tan solo buscaba respuestas, cuando ni siquiera ellos las tenían. Aquello los hacía sentir presionados y culpables.

-Pero es que no sé qué más hacer. Me comporto de un modo irreflexivo y nunca mido el daño que puedo hacer a los demás -Winry cerró los ojos un instante, sintiendo como un mal presagio le inundaba el pecho. Suspiró-. Sólo quiero que ustedes estén bien, pero lo que hago no importa, o a lo contrario, termino empeorandolo todo.

Alphonse siguió escuchando con atención. Era la primera vez que escuchaba a Winry reflexionar sobre sus propias actitudes. Entonces el menor se preguntó cuánto tiempo llevaría Winry en aquel dilema.

-Al final... solo somos niños, ¿no es así?

Las palabras de Alphonse hicieron que Winry abriera los ojos con sorpresa. Después, Winry sonrió con nostalgia.

-Sí -convinó la mecánica-. Sólo somos niños.

En medio de aquel ambiente tranquilo, unas fuertes pisadas en las escaleras del pasillo les hicieron erguir sus espaldas en alerta.

El estómago de Winry apretó al ver a un sudoroso Roy Mustang apoyándose en una pared cercana intentando recuperar el aliento. Avanzó hacia ellos entre jadeos.

-¿Dónde está Edward? -preguntó, casi vociferando.

Winry retrocedió un paso. El coronel daba la imagen de un maniático, y digamos que la mecánica no había tenido muy buenas experiencias con los maniáticos.

Sin embargo, se atrevió a responder: Está adentro, pero él... -El brazo de Mustang estampandose contra la puerta para empujarla le dar un salto, el impacto se había producido justo al lado de su cabeza.

Gossip - RoyEdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora