13. Reflejo

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La noche era fría, pero sus gruesas cobijas lo solucionarían. Ella nunca podía dormir sin una buena manta que le cobijase, aún si el calor era insoportable. Necesitaba algo a lo que aferrarse, algo en lo que sentirse protegida, y algo muy calientito.

Había sido su día libre y durante la tarde había comprado un hermoso pijama color blanco que llamó desde el aparador de una tienda. No es que fuera una necesidad, ella podía dormir con cualquier ropa holgada que estuviera en su armario, pero quería darse un capricho, lo merecía.

 Se metió bajo las sábanas y cubrió todo su cuerpo excepto su cabeza y miró por la ventana mientras intentaba dormir. La noche parecía tan hermosa. Podían verse más estrellas que de costumbre por encima de aquellos tejados vacíos.

Pero no pudo dormir. Empezó a pensar en él... y en Edward. La preocupación le carcomía. Y la culpa. ¿Cómo podía estar tan tranquila cuando el mundo se estaba cayendo a pedazos?

No había hablado con el coronel desde hace tiempo. Se encerraba en su oficina y evitaba a cualquier ser humano que se atravesase en su camino, incluso ella. Él lo seguía buscando. Podía ver las ojeras bajo sus ojos, y estos inyectados de sangre, su mano temblar cuando tomaba su taza de café.

Todos habían empezado a temerle. Su mirada parecía muerta y su ceño siempre estaba fruncido, como si en cualquier momento pudiera los guantes de su bolsillo y eliminar a quien le molestara a base de llamaradas. Riza había insistido al resto del equipo que no le dirigieran la palabra, que él deseaba estar solo y que no sería bueno para nadie pasarse aquella advertencia por el culo. Estaba pasando un mal momento y él nunca habría buscado apoyo emocional en ninguna circunstancia, ni siquiera en ella.

Sabía que cuando algunas personas decían querer estar solas, lo que quería era apoyo y un gran abrazo, lo había aprendido de una amiga suya. Pero también sabía que probablemente no era así. Roy Mustang no dejaba de ser un hombre frío.

Aún así...

Unos golpes en la puerta principal la sacaron de sus ensoñaciones. Era demasiado tarde como para que alguien hubiera ido a buscarla hasta su piso. Tal vez era una emergencia, tal vez...

Estiró su brazo hasta alcanzar el cajón que había en su mesa de noche y lo abrió. Removió los cuadernos, libros y aquellos caramelos de limón secretos hasta que su mano tocó una superficie fría. Su mano abrazó la culata de la pistola como si fuera una vieja amiga.

Unos golpes de nuevo. Esta vez más insistentes

Se levantó de un salto de la cama y abrió la puerta de su recámara procurando hacer el menor ruido posible. Después, atravesó el living. Sus pies descalzos hacían contacto con el frío piso. Tuvo un mal presentimiento al estar frente a la entrada.

De nuevo. Tres golpes.

Giró el picaporte con lentitud para después abrir la puerta brutalmente, apretar sus manos en la culata de la pistola y apuntar justo frente a sus ojos.

Roy Mustang le miraba confundido y con las manos en alto. El coronel levantó una ceja antes de poner su mano sobre el arma y hacerla descender lentamente.

—Que grata bienvenida.

—¿Qué hace usted aquí? —cuestionó Riza en susurros, asomándose por el marco para examinar el pasillo. Empujó al coronel hacia el interior y cerró la puerta en silencio.

Mustang caminó por delante de la teniente mientras su mirada viajaba por la estancia. La ventana del living estaba abierta de par en par. Roy caminó hacia ella para cerrarla, pero en cuanto lo hizo, vio una cola de gato negro irse por la cornisa.

Gossip - RoyEdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora