15. Viento de oro

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El andén estaba casi vacío, a excepción de algunos tres turistas ricachones a los cuales se les había ocurrido viajar en pleno octubre, aunque no fuera época de vacaciones, con tal comprar algún que otro artefacto que no necesitaban pero que querían presumir a sus amigos.

Intentó normalizar su respiración, sin éxito, y volvió a correr nuevamente, está vez a la taquilla, con la intención de comprar un boleto de tren.

La chica al otro lado de la ventanilla le miró con curiosidad. Una chica linda sudada de tanto correr, con un lindo vestido y el cabello desordenado por el viento, con las sandalias de tacón en las manos. Probablemente corría de algún acosador. Cómo había vivido esa experiencia en carne propia, se propuso atenderle lo más rápido posible.

— ¿Hacia donde?

Goldie dijo el primer nombre que se le vino a la mente.

—Resembool.

Había respondido sin pensar, pero había sido una buena elección. Un pueblo campesino en medio de la nada y con poca población, y por suerte, no demasiado lejos. Podía enviar a Newt una carta desde ahí cuando lo creyera conveniente y lo suficientemente seguro.

Extendió un billete para pagar a la chica, quién lo recibió con una sonrisa tranquilizadora y una rapidez increíble. Le devolvió el boleto, junto con su cambio.

—Sale en dos —soltó la chica de la taquilla—. Vuelva pronto.

—¡Gracias!

Goldie salió corriendo nuevamente hacia el borde del andén, con el viento soplandole el cabello. Volvió a ponerse los zapatos, equilibrándose en un solo pie. Entonces deseó haber traído más ropa para cubrir sus prótesis. La poca gente que pasaba por ahí empezaba a mirar.

Vio un tren acercarse a lo lejos. No recordaba haber viajado en tren antes, pero la sensación le resultaba demasiado familiar como para ser pura coincidencia. Se odió por haber deseado que alguien le buscara justo cuando el tren se detuvo delante de ella.

Un sujeto uniformado bajó del vagón y se dispuso a recoger su boleto.

Una vez que el hombre con uniforme le hizo una señal para que pudiera pasar e incluso le ofreciera su mano para subir los pequeños escalones, corrió hacia el interior.

Había suficiente gente, pero tampoco demasiada. Ninguna cara conocida. Agradeció eso.

Se sentó en un asiento cercano, cuando todos los sucesos anteriores cayeron sobre él como un balde de agua fría.

Huyó de los militares. Dejó a Newt, su mejor amigo y única familia, sin importarle cuán preocupado estaría en ese momento. Tomó dinero de Newt sin consultar, eso era un robo. Aunque sabía que el chico no tendría inconveniente, no pudo evitar sentirse culpable.

Estaba corriendo. Como un fugitivo, como un delincuente sin vergüenza. De su pasado, de él mismo.

Las respuestas habían estado delante suyo, y había corrido de ellas, como un cobarde. Tal vez esos oficiales no querían hacerle daño, tal vez querían ayudarle, tal vez lo hubieran llevado con su familia.

Deseó haberse quedado justo cuando el tren empezó a andar.



El viaje había sido demasiado largo para su gusto. Había gastado la mitad de su dinero en comida durante el trayecto y había dormido la mitad de este debido al aburrimiento. No tenía ni siquiera un libro ni alguien para charlar, y esa había sido la peor tortura.

Miró el asiento vacío delante él en repetidas ocasiones al despertar, y se había decepcionado al no encontrar a alguien ahí.

Ahora se encontraba bajando del vagón, sin nada entre las manos, más que los billetes que había tomado protegidos dentro del elástico del short que llevaba bajo el vestido.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2020 ⏰

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