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Año 1504-Italia

Francia era hermosa, pero Italia lo era mucho más.

El sol naciente de la toscana es una belleza que vale la pena ver una o dos veces en la vida y para Elijah, era un deber verlo cuanto fuera posible, era un pequeño placer humano del cual se sentía digno de disfrutar.

Por esa razón, despertaba muy temprano, cuando aún estaba el cielo pintado de azul, se vestía con su típica ropa elegante, peinaba a la perfección su cabello y salía a disfrutar del sol vespertino.

Se sentaba en medio de la plaza central, viendo como el cambio del sol afectaba todo a su alrededor. En la madrugada, la falta de sol hacía el césped azulado y el agua parecía plateada de alguna manera que se le hacía muy interesante. Se sentía como su hermano Nikalus debía de sentirse antes de pintar algo.

—¡Catherine, devuelve la pelota! —Gritó un niño y Elijah frunció el ceño ¿Qué hacía un niño de pie a esa hora? ¿y con una pelota? Los pocos niños que despertaban en ese momento lo hacían para ir a trabajar, no para jugar con una pelota. —¡Catherine, haces trampa! —Por la forma en que hablaba el niño, se dio cuenta de que era muy pequeño, porque hablaba cambiando R por la L. —¡Catherine!

—¡Mi pelota! —Elijah giró el rostro hacia la izquierda y vio a la niña correr hacia la fuente ¿Qué hacían dos niños jugando a esas altas horas de la mañana? Pero debía aceptar que tenían mucha energía para poder moverse de esa forma. El otro niño llegó al fin y Elijah los vio.

Eran dos niños pequeños de la misma edad, debían de tener algún parentesco sanguíneo porque eran muy similares, incluso usaban pequeñas batas blancas idénticas. El cielo coloreado de azul distorsionaba el color de los niños, pero Elijah sabía que por lógica eran rubios de ojos azules, no peliverdes de ojos negros, como lo hacía parecer la luz.

El niño seguía a la niña de un lado a otro y ella tenía en sus manos una pelota marrón que él trataba de quitarle.

—¡Le diré a papá, Catherine! —Gritó el niño y Elijah descubrió que la niña se llamaba Catherine.

—¡No le digas! —Gritó Catherine y le arrojó la pelota al otro niño, pero él no la atrapó y solo cruzó los brazos, obviamente molesto. —¡Christopher, por favor!

Catherine y Christopher, así se llamaban los niños.

Christopher rodó los ojos, se acercó a su hermana y la abrazó con fuerza.

Mientras se abrazaban, Elijah se dedicó a verlos bien, eran un par de niños lindos, bastante adorables. El cielo levemente azul teñía el cabello rubio, pero eso no le quitaba brillo.

El niño tenía el cabello ondulado, la niña lo tenía lacio y hasta la cintura. Esos niños crecerían y serían muy lindos.

—Cathy, si querías la pelota solo debías pedirla. —Dijo Christopher en el oído de su hermana. —Eres mi gemela, sabes que no te puedo negar nada.

¡gemelos! Eso explicaba porque se parecían tanto y además, se veían adorables abrazados.

—No podía, era una sorpresa. —Dijo Catherine en voz. —Iba a esconderla para sorprenderte con una nueva.

Chris la soltó justo cuando el sol se desplegó y Elijah vio como los rayos dorados cubrían el cabello dorado de Catherine en una forma adorable.

Fueron un par de segundos los que la niña pudo estar quieta, pero Elijah la vio como si estuviera en cámara lenta. Tenía el vestido blanco ondeando gracias al suave viento y así pudo ver que estaba descalza, luego estaban los ojos azules iluminados por el dorado, parecían estar cubiertos de pequeñas motitas del color del maíz. Por último, estaba el cabello, el cabello rubio, siendo golpeado por el brillo dorado, parecía tener una especie de aura alrededor y Elijah la comparó como una virgen inmaculada en aquél segundo, una virgen muy pequeña, pero digna de adoración.

Que niña más bella, solo le faltaban las alas para ser un ángel, un ángel brillante.

Christopher se acercó a Catherine y la abrazó de nuevo, rompiendo así el encanto de Elijah, aunque, en realidad, los dos abrazados parecían alguna especie de estatua de ángeles, hecha con mármol, pero muy fino para dar los detalles. Catherine parecía resplandecer aún, encantadora a la mirada.

—¡Christopher, Catherine! —Gritó un hombre acercándose y cuando estuvo frente a ellos, se colocó las manos en las caderas. —¿Dónde estaban? Me preocuparon.

—Hola, papá... —Dijeron los dos niños, jugando con sus dedos en forma nerviosa.

Si ese era su padre, quería decir que no estaban en peligro, así que Elijah se levantó dispuesto a volver a su casa. no había visto el amanecer como cada día, pero había visto algo más hermoso, a esa niña brillar.

Era un ángel brillante. 

Sparkle Angel {Elijah Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora