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Año 1690

Marruecos siempre ha sido una ciudad bastante ajetreada.

Hombres y mujeres vendían sus productos, niños jugaban y Elijah Mikaelson disfrutaba de su primer día libre de daga desde que su hermano Niklaus se la puso en el pecho por decidir salvar vidas.

Si, estuvo así más de un siglo, pero no estaba molesto, no podía estarlo con Niklaus.

Despertó en Marruecos, el cual era un lugar bastante curioso, con sus mujeres bellas cubiertas de tela desde los pies hasta la cabeza, con sus comidas exóticas y sus caminos que levantaban arena preciosa que parecía polvo de estrellas.

Marruecos... un lugar hermoso.

Los pensamientos del noble se vieron interrumpidos por el grito de una mujer, seguidos de alaridos de hombres. Los comerciantes y compradores hicieron un espacio y Elijah vio que era lo que pasaba, era una mujer en efecto, tirada en el suelo y siendo arrastrada por dos hombres que le doblaban el tamaño. Eso a Elijah no le gustaba en lo más mínimo, en Marruecos trataban a las mujeres de una forma denigrante, pero, siendo sincero ¿en dónde no lo hacían?

—¡Maldita ladrona! —Gritó uno de los hombres y le escupió encima a la mujer, que estaba agazapada en el suelo, tratando de protegerse. —¡Me ha robado!

—Solo una manzana. —Dijo la mujer en voz tan baja y sumisa que muchos humanos no lograron escucharla, pero Elijah si la escuchó perfectamente. —Tengo mucha hambre.

—¡Ladrona! —Gritó el otro hombre, que sin miedo se quitó el enorme cinturón de cuero y lo levantó al aire para mostrarlo, después, este se estampó contra la mejilla de la mujer, creando un ruido sordo que resaltaba con el grito de dolor que soltó ella.

Comenzó a golpearla con el duro cuero y Elijah en un segundo notó algo peculiar en la pobre ladrona, además de sus prendas andrajosas que demostraban que debía de estar hambrienta, él sabía que una mujer se protegería el rostro o los pechos de los golpes salvajes, pero ella se estaba protegiendo el vientre ¡estaba embarazada!

Elijah quiso intervenir, hacer lo correcto, pero se detuvo cuando recordó que por salvar vidas terminó en un ataúd ¡así es, en un ataúd! Podía ser egoísta, pero no planeaba volver a pasar por eso, no tan rápido.

Suspiró pesado cuando la mujer se dio la vuelta para recibir los golpes en la espalda, aún se protegía el vientre, mientras el improvisado látigo le abría la carne, pero se preocupaba por su hijo no nacido. A Elijah le pareció espectacular el instinto de una madre, que luchaba por su hijo, aunque su carne sangrara.

Elijah se decidió a arriesgarse cuando los golpes se detuvieron, un tercer hombre había aparecido, estaba atrás del azotador, sujetándole la muñeca para que no pudiera mover el brazo sin importar lo mucho que luchaba para seguir lastimando a la pobre que sangraba en el suelo de arena.

—Esto que usted hace es barbárico, caballero. —Dijo el hombre que lo sujetaba. Era rubio, con ojos perfectamente azules, las mujeres parecían detenerse para verlo porque era muy atractivo.

—Una muestra de poco conocimiento. —Elijah dejó de ver al rubio y vio hacia donde provenía la voz... era una linda voz, delicada y tierna, aunque algo preocupada. Era una mujer, que sujetaba con delicadeza a la herida y la levantaba con cuidado del suelo, sin importarle manchar su vestido, que debía de costar mucho. la nueva dama era increíblemente hermosa, rubia, con ojos muy azules, perfecta. —Usted es un monstruo que merece ser azotado. —Usaba un velo, pero no le cubría nada, era como una especie de adorno azul que resaltaba más sus vellos mechones dorados.

—¿Y a ustedes que les importa? —Preguntó el que tenía el cinturón en la mano. —¡Me robó! —Estaba molesto porque detuvieron su muestra de poder y lo hacían lucir débil, porque el rubio lo sujetaba con una mano y no importaba cuanto luchara, no se podía soltar.

—¿Qué esperabas de una ramera? —El otro, el que disfrutaba del placer de la ladrona se acercó a la rubia y levantó la mano, dispuesto a darle una bofetada, pero la mano se quedó en el aire porque Elijah con gran velocidad se acercó y lo detuvo. Ahora los dos idiotas eran sujetados por dos caballeros de verdad.

—Señores, me ofende lo que hacen. —Dijo Elijah y su mirada se posó en la rubia divina que sujetaba a la herida, que incluso le tocaba el vientre con dulzura. Una fina capa de arena se levantó y brillo del sol, con el rubio cabello de ella la hizo parecer como un ángel, un ángel que brillaba, un ángel brillante.

Extrañamente, a Elijah le pareció familiar esa imagen.

Elijah le rompió el brazo al hombre que sujetaba y el rubio le rompió el brazo al otro, ambos cayeron al suelo gritando adoloridos.

El original vio a la rubia con intensión de presentarse, pero la morena embarazada necesitaba de su atención, iba a perder al niño si no le daba su sangre.

—Chris. —Dijo la rubia y Elijah disfrutó de su voz, aunque no lo llamaba a él. —Está muy mal.

El rubio, ahora conocido como Chris, se acercó a ambas mujeres y examinó rápidamente a la chica.

—Necesita ayuda. —Dijo Chris y le tocó las manos heridas. Elijah sintió que sobraba. —No te preocupes, te vamos a ayudar. —Prometió él y con mucho cuidado cargó a la mujer para alejarse, pero después volteó a ver a la rubia, que estaba muy feliz viendo a Elijah. —Cathy. —La llamó con voz suave y ella salió de su nube.

—Gracias por tu ayuda. —Agradeció Cathy, el ángel brillante y después se fue de ahí, siguiendo al rubio que... se parecía mucho a ella.

Elijah suspiró, complacido por haber hecho algo bueno, aunque solo hubiera sido evitar que tan bello rostro como el de Cathy fuera golpeado, pero se sentía bien. Volvió con sus hermanos, sin saber lo que había dejado ir.

Y entonces, los caminos tardarían mucho, demasiado tiempo en volver a unirlos.

Y no los unirían solo a ellos esa vez.

Sparkle Angel {Elijah Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora