4 - Especial de halloween

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Año 1518

Halloween es una buena época para los banquetes de los vampiros. Hoy en día, un vampiro puede deleitarse del cuello de un humano cualquiera y dejar las manchas de sangre en su víctima, sin molestarse en asearlo para no levantar sorpresa, porque ahora, no es extraño cruzarse con un ángel ensangrentado ¿no es verdad?

En tiempos antiguos, la cosa era similar... tal vez no era fácil encontrar a un ángel sangriento, pero Elijah sentía que les hacía un bien a las mujeres, obsequiándoles algo diferente a sus trillados disfraces. En especial, en aquellas fiestas pomposas a las que él asistía.

¿disfraces? No, eso no eran disfraces, esos eran vestidos demasiado pomposos, demasiado estirados, con plumas y demás cosas inútiles, también incluían máscaras, pero ¿Qué tenía de divertido?

Elijah estaba seguro de que las mujeres fuera de los palacios, las que debían colocar calabazas para evitar a los espíritus eran las que se disfrazaban mejor, colocándose las prendas de los espantapájaros y usando zanahorias en sus narices. Esos sí eran buenos disfraces, no los que usaban esas mujeres, esos eran vestidos feos; pensaba Elijah.

El usar disfraces era una tradición ese día desde que era humano, se creía que así se ahuyentaban a los espíritus esa noche, que era donde las puertas entre el más allá y la tierra se habrían y las almas podían pasar, también, pensaban que las calabazas se encargarían de ellos y no volverían. A Elijah y a su familia les parecía ridículo, pero a la sociedad le gustaba y ellos seguían la corriente.

Vio a su alrededor todos los trajes que había en la fiesta, había una dama vestida de rojo y con una máscara negra ¿Qué era? ¿alguna cortesana? No le importó mucho lo que vestía, solo le importó lo que dejaba ver el delicado escote cubierto de encaje: las venas azules por las que fluía su dulce sangre.

El noble se acercó y se relamió los labios, Halloween era el único día en el año en el cual bien podía ser comparado con su hermano Niklaus, porque ese día, él parecía cazar por gusto... y no solo cazaba sangre, también cuerpos. Esa única noche del año, la más "escalofriante de todas", era cuando las manos de Elijah buscaban cuerpos femeninos que no conocía, cuando sus labios cubiertos de sangre ajena recorrían el cuerpo de una mujer que le gustara, fuera casada o no.

Esa noche, Elijah dejaba salir a su bestia interior y sin saberlo, todo iba a parar tras la puerta roja.

Cuando estuvo frente a la cortesana, ella le dio una sonrisa, deleitándose con lo que tenía frente a ella, un hombre alto, con un buen cuerpo cubierto por un elegante traje, lo único que denotaba que era una ocasión especial era la máscara azul que cubría su rostro, a pesar de esa máscara, se notaba que era muy atractivo, con un rostro perfectamente definido.

—¿La señorita me permitiría un baile? —Preguntó en un tono que para él era simple, pero para cualquier mujer sería sensual.

La dama se sonrojó tanto que su piel clara bien podía compararse con la tela roja de su vestido.

—Sería un placer. —Ella le dio la mano y la danza comenzó.

Era un baile exquisito ¿Cómo no iba a serlo? Elijah se movía con gracia y guiaba a la dama entre las demás parejas como si estuvieran flotando de un lado a otro, como si no hubiera suelo y Elijah lo manejaba a la perfección. Tan divino era el baile, tan excitante era la situación, que nadie, ni siquiera la cortesana notó cuando Elijah la sacó del gran salón y la guió hacia las afueras del palacio, donde el frío del otoño turco se hacía presente.

La dama de rojo fue consciente de que estaba fuera cuando el frío hizo que su piel se erizara. Tembló y por instinto buscó el calor de Elijah, pero él no estaba caliente, se sentía helado y solo le provocó más frío. Los ojos del original seguían humanos, pero había fuego tras ellos, un fuego salvaje.

La mujer no sabía si asustarse o arrancarse ella misma la enagua para que él le hiciera cualquier cosa. Después de todo, su marido se lo merecía por no haberla acompañado a la gala y preferir quedarse con su amante.

—¿Y ahora qué? —Preguntó ella y Elijah subió sus manos hasta que la obligó a ladear el rostro para tener una mejor vista de su cuello.

El latido de su corazón parecía llamarlo y no lo evitó más, le encajó los colmillos y se deleitó con escucharla gritar los segundos que tardó en beber. No iba a asesinarla, simplemente quiso saciarse, encontrando una arteria, abriendo esta y causando un desastre que no se notaría mucho en el vestido rojo.

Cuando terminó se separó y vio lo que había hecho, tenía ante él una dama hermosa, aunque asustada, la máscara se había caído y Elijah tuvo que ser un caballero y volver a colocarse, pero la obra de arte estaba más abajo, el cuello, donde la sangre desparramada cubría las marcas de sus dientes y la sangre bajaba hacia el vestido.

Encantadora vista, incluso podía decir que era brillante.

Ella iba a echar a correr, pero Elijah la detuvo y la vio a los ojos. Que curioso, tenía los ojos azules, no lo había notado, además, no era un azul muy bonito.

—¿Por qué no subes a los aposentos y me esperas ahí? —Preguntó con tono juguetón, olvidando a propósito que no le había dicho "no tengas miedo".

—Eso haré. —Contestó ella y se dio media vuelta, tambaleándose por la falta de sangre.

Elijah se pasó la lengua sobre los labios, sabía que tenía un desastre en la boca, pero no había nadie ahí para verlo... o eso creía él.

—Disculpa... —Le llamó una voz dulce y Elijah se tensó de inmediato, pero no se dio la vuelta. —Es que no encuentro mi carruaje ¿podrías ayudarme?

Elijah se planteó la idea de sujetar a la dueña de tan hermosa voz por los hombros y encajarle los colmillos hasta saciar su sed salvaje, pero, por extraño que fuera, le parecía un pecado el siquiera pensarlo y eso que ni siquiera había visto el rostro de la dueña.

Al fin, se dio la vuelta y la vio. Era una mujer alta, con curvas que resaltaban incluso en su amplio vestido blanco, era rubia, tenía ojos azules como la cortesana, pero era horrible compararlos porque los de esa chica parecían estrellas puestas solo para que ella las luciera. Tenía en la espalda unas alas blancas con plumas que se veían auténticas, en la cabeza había una especie de tiara hecha con plumas también, incluso la mascara parecía tener plumas.

Era hermosa, pero lo que más sorprendió a Elijah es que ella parecía brillar con un aura dorada a su alrededor. La verdad, es que no brillaba, eran las lámparas de gas tras ella las que daban esa ilusión, pero Elijah estaba demasiado sorprendido para notarlo.

Cuando la vio fruncir el ceño y retroceder fue que él lo recordó ¡no se había limpiado! Oh, dios, ya la había espantado.

Estaba vestida como un ángel y parecía un ángel ¿y si en verdad era un ángel?

Ella buscó en su vestido blanco y le arrojó algo a la cara, Elijah estaba tan impresionado que no logró atrapar lo que fuera que le había a la cara, pero rebotó y lo sujetó antes de que cayera al suelo, era tan delicado que el objeto no movió su máscara.

¿Qué era? ¿una invitación a la fiesta? ¡si! Eso era.

Pero no tenía nombre, no había nada.

Levantó la vista una vez más, pero ya no había nadie, se había ido. Le había arrojado la invitación para distraerlo, eso era obvio. A lo mejor no encontró nada más para arrojarle.

Pero ¿Cómo fue que se había ido tan rápido? Una humana no podría, un vampiro hubiera hecho algún ruido ¡cualquier criatura hubiera hecho un ruido al irse! Pero no, era como si se hubiera evaporado.

A lo mejor si era un ángel.

Elijah suspiró, decidido a dejarlo pasar. Dio media vuelta y volvió al castillo para su encuentro con la cortesana.

Pero cuando la encontró se sintió mal e incluso recordó los ojos azules del ángel brillante.

Sin pensarlo mucho, la envió a casa.

Y desde entonces, Halloween se convirtió en otro día común de su extraño mundo.

Sparkle Angel {Elijah Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora