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Narrador:

-¿Padre? —Skan miró a su amada hija con ternura, sus penamientos no lo dejaban tranquilo. Sentía cierto pesar al encerrarlos, sin embargo no podía hacer más nada. La ley se lo dictaba así.

-Kim, prometeme algo. —La castaña asintió preocupada. Kim era la única hija del juez Skan, ella pertenecía a la nobleza, estaba casada con uno de los reyes de Francia. —No mencionarás nada de esto a tu esposo.

-Padre no pondría en riesgo nuestra unión por un cobarde. —La realidad es que Kim se comprometió con el rey por el simple hecho de salvar a su padre de ser ejecutado en secreto. Este apoyaba a la peste negra y, era un delito.

-Necesito que te infiltres en la prisión de cristal. Soul y Haki te ayudarán, me huele que la nobleza esta detrás de todo esto. ¿Puedo confiar en ti? —La prisión de cristal? Nuestra chica de cabello castaño dejó volar su imaginación reflexionando acerca de la desesperación y el miedo que percibía si alguien la atraparía.

-Es peligroso padre... lo haré. —Skan no tan sorprendido, (en el buen sentido) abrazó a su hija con fuerza. Sabía que ponía mucho en riesgo pero después de ver como las personas se alzaron en defensa de la peste negra su cabeza comenzó a crear planes para acabar con la corrupción detrás de los nobles. —Dime que debo hacer.

-Pierre es un hombre que no cuestionara tus motivos si se lo dices. —Kim abrió los ojos como platos, le parecía una misión harakiri. —Deberás ser honesta, dile que son trámites y que el cenado te pidió echarles un ojo a tal altos criminales.

-Tus planes nos terminarán llevando a una decapitación segura. —Tanto Kim como Skan eran mentes maestras en la estrategia, no tenían duda que junto a Soul y Haki serían imparables, no buscaban venganza, deseaban justicia. —Debo partir de vuelta a Francia en unas horas, haz la carta. Veré que puedo hacer con Pierre. —Kim le dio un beso en la mejilla a su padre como despedida. —Me asesinarán... —Susurró para sí misma perdiéndose entre los pasillos del tribunal.

*Un dato curioso es que la velocidad de los aviones tanto como trenes se han desarrollado y ya es posible llegar de un país a otro en sólo minutos.*

En otra parte de la gran potencia Francesa, una joven de cabello negro como la noche lloraba en una esquina. Había sido sentenciada a la prisión de cristal, se le acusaba por homicidio a un grupo de ministros de la nobleza.

El rey de Francia Pierre Fauredumont observaba a la acusada Hyewon. La verdad es que guardaba un rechazo grande hacía la peste negra. El joven Rey quería que le cortarán la cabeza por su transgresión, pero el juez lo reprendió; se preguntaba en ocaciones si los estupidos jueces estaban de lado de la peste negra.

-Debieron asesinarte. —Le escupió a la pelinegra, sus acompañantes rieron discretamente. El odio en general de su compañía era igual o mayor al de Pierre.

Raccoon cityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora