Mi ángel

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Nunca te comprendí muy bien... ni a ti, ni a tu extraña forma de ser, cada que te preguntaba solo decías que querías estar a mi lado... pero nunca te regodeabas presumiendo que estabas conmigo, yo me esperaba quizás alguna mención en los programas de chismes, un artículo en el periódico o revistas, los paparazzis molestando por declaraciones pero siempre fuiste discreto y reservado, después esperaba que me pidieras regalos o dinero para no decirle a nadie que estábamos juntos pero el que traía cosas para mi eras tú, detalles tontos y cursis cartas de amor, chocolates comerciales, flores de papel, luego espere que me pidieras que te sacara de viaje o que moviera influencias para que la tienda de tu abuelo tuviera más éxito pero nunca me exigiste nada... solo pedías un beso o un abrazo a cambio de ¿qué? Yo nunca te exigí fidelidad y aun así decías que no ibas a amar a nadie como a mí, nunca te exigí tiempo y aun así te quedabas tan cerca de mí. Aún recuerdo esas veces... después de haberse cumplido un mes de esa fecha desastrosa, en las que ibas a mi oficina y esperabas a que yo saliera, solo para poder verme... debo decir que era molesto, pero lo hiciste casi por dos meses hasta que te dije que no fueras más, pero no te rendiste y ahora en lugar de esperarme en la oficina te metías a mi casa y me esperabas en la habitación, decías que solo querías hablar, yo no te contestaba y escuchaba tu parloteo por casi una hora hasta que te decidías a irte, le dije a Mokuba que no te dejara entrar de nuevo pero no sé cómo lo convencías para que me desobedeciera, según las palabras de mi hermano tú me hacías bien, que tontería... a pesar de que te quedabas en mi habitación nunca te acercaste de mas, decías que estabas allí para mi... me hartabas al punto de quererte meter en una caja con destino al África, pero debía admitir que tu presencia me hacía sentirme menos solo... y que al entrar a mi cuarto estaba ansioso por encontrarte allí, con esa sonrisita boba dibujándose en tus labios mientras estabas sentado en la alfombra o el pequeño sofá junto a la ventana con alguno de mis libros en las manos.

Recuerdo la primera vez que te tome... era el primer año en que se cumplía esa estúpida fecha... si ese maldito perro no se hubiera largado hubiese sido el primer aniversario de nuestro matrimonio, pero según su carta "tenía miedo de que estuviéramos precipitándonos, que éramos muy jóvenes para casarnos y que quizás nos arrepentiríamos de esa decisión..." arrepentirnos... el único arrepentido allí era el, y yo... yo me arrepentía por haber gastado mi tiempo con un cobarde que solo estuvo jugando conmigo y mis sentimientos, lo amaba tanto que al recibir esa carta sentí como me arrancaban el corazón y congelaban el hueco que había quedado, no pude evitarlo y allí en el escritorio de mi despacho me puse a llorar... no solía hacerlo pero aun su recuerdo era una daga atravesándome el pecho, lo ame tanto... ame cada uno de sus detalles, su cabello dorado como espigas al sol, sus ojos marrón profundos y brillantes, esa piel blanca un poco dorada y suave al tacto... su ser entero, su sonrisa fresca... no entendía, después de un año no entendía que sucedió, si el juraba que me amaba y yo a él, discutíamos algunas veces, nuestros caracteres chocaban entre si constantemente pero siempre tratábamos de solucionarlo; estaba tan sumido en mis pensamientos y mi dolor que no me di cuenta cuando entraste al despacho y tal como un gatito silencioso te acercaste y pusiste una de tus pequeñas manos sobre las mías, levante la mirada y note en tu rostro esa sonrisa que delineaba tus labios con una mirada de... ¿compasión, lastima? Aparte tu mano limpiándome seguidamente el rostro.

-No necesito tu pena Yugi, déjame en paz - mi voz sonó firme y autoritaria, me aliviaba un poco que no estuviera temblorosa

-Te equivocas... no es pena... ni compasión, mucho menos lastima, me duele verte así... me entristece saber que aun su recuerdo te afecta a este grado... - me dijiste con una dulce voz mientras te acercabas hasta estar a mi lado, tus ojos... tus bonitos y grandes ojos del color de la amatista relucían y reflejaban esa preocupación

Not Conventional Love StoryWhere stories live. Discover now