Capítulo cuatro.

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Shinkawa estaba haciendo pesas con barra de 50 kilos.

Era muy fuerte, muy rápido y bastante ágil.

Pero cada que entrenaba recordaba una cosa. Recordaba...Vietnam.

-¡No, sargento, ya no desobedeceré sus órdenes! –Gritaba. -¡Por favor chicos, suéltenme!

Parte de su locura se debía no solo a que había matado con sus propias manos...era sumamente maltratado por sus compañeros de compañía.

Siempre lo golpeaban o lo pateaban, pero las cosas fueron demasiado lejos cuando entre todo el pelotón lo golpearon e insultaron al mismo tiempo.

Era muy débil en aquel entonces, no se podía defender, solo podía dejar que lo maltratan.

-¡Ya por favor, chicos, chicos déjenme tranquilo!

-¿Quiere que lo dejemos tranquilo?, ¡entonces al paredón!

-¡¿Qu-que hacen?!

Entre todos lo agarraron, lo llevaron a rastras al paredón de fusilamiento y lo ataron a un poste.

-Muy bien cadete, se te acusa de cargos de cobardía, ¿tienes algo que decir en tu defensa?

-¡Exijo que me juzgue un concilio mili...! –Shinkawa sería interrumpido ya que el sargento le tapó la boca.

-Denegado, esa no es defensa. –Acto seguido, le pusieron una venda blanca en los ojos.

-Muy bien chicos, les toca a ustedes.

Shinkawa escuchó perfectamente como colocaban los cargadores en los fusiles y como les quitaban el seguro.

-Dios te salve, María...llena eres de gracia...el Señor es contigo. –Susurró Shinkawa.

-¡Preparen!

-¡Bendita eres entre todas las mujeres! –Susurró más nervioso.

-¡Apunten!

-¡Y bendito sea el fruto de tu vientre: Jesús!

-¡Fuego!

Shinkawa sintió como recibía los disparos, incluso sentía como la sangre le escurría de esas heridas...pero todo estaba en su mente.

-Muy bien chicos, ya pueden desatarlo. Ya está bien de tanta broma.

Le habían disparado con salva nada más, por lo cual solo tendría moretones unos cuantos días en la zona del disparo.

Pero Shinkawa lo sintió tan real que se había orinado en los pantalones...el solo pensar que sus propios compañeros lo fusilarían le causo un terror de ultratumba.

Cuando lo soltaron, siguieron burlándose de él porque mojó los pantalones...le pateaban el trasero mientras el caminaba con las piernas temblorosas.

-¡Ya, por favor chicos, suéltenme, yo no soy un cobarde, siempre peleo con valor, déjenme! –Shinkawa había quedado marcado de por vida por la guerra.

Otros de los veteranos tenían una vida normal, un empleo normal y vivían su vida como antes de la guerra...pero Shinkawa nunca más sería el mismo desde aquel verano.

Shino ya podía ir al cabaret ya que sus heridas no se notaban con una capa de maquillaje. Por lo cual ahora Kazuto podría verla.

Viernes en la noche, todo marchaba bien. La niña dormida, Asuna le había dado permiso de irse a tomar unas copas con Eugeo así que, ¿Qué podría salir mal?

En cierta parte, y aunque él no lo supiera todo, todo podría salirle mal.

Asuna aprovecharía que Kazuto no estaba para poder irse con alguno de sus amantes, ya que si, Asuna tenía a más de un amor secreto.

El Dottore y la ConejitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora