Capítulo 3

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Todo se había puesto en blanco para Natasha, no distinguía nada más, se encontraba caminando en medio de lo que parecían ser nubes, aquello era tan extraño, hace solo unos segundos estaba viendo a su amado esposo a través de la ventana del restaurant y ahora no sabía dónde se encontraba; pronto distinguió a más personas en aquel extraño lugar, pudo notar que en su mayoría era ancianos los que caminaban por el lugar.

Siguió caminando hasta que observó a varias personas haciendo fila frente a un mostrador y a una mujer con traje blanco que les daba indicaciones, se acercó a ella, tocó su hombro y dijo:

—Disculpe —la mujer volteó y la examinó.

—¿Sí?

—Hola.

—Hola —le sonrió la mujer.

—Disculpe, tengo que salir de aquí ¿Qué hago para volver? —con una sonrisa.

—Pero si acabas de llegar, no te han procesado aún —a lo que Natasha la miró como si estuviera loca ¿De qué le estaba hablando? —. Ten paciencia, volverás, todo a su tiempo —guiñándole el ojo—. ¿Quieres ponerte a la cola por favor?, gracias.

—Oiga, veo que no me entiende, debo volver, tendré un hijo con el amor de mi vida y mi hermano Bucky sin mi está perdido, mi trabajo ¿Quién se hará cargo? y tambien tengo la reserva del restaurante, mi vida —con los nervios al mil, sintiendo la cabeza a punto de explotarle.

—Nosotros comprendemos esos problemas, de verdad —tomando el brazo de la castaña, encaminándola a la fila—, ven conmigo y tranquilízate.

—Gracias, pero desde hace un rato me noto muy rara.

—¡Y que esperabas! tu cuerpo parecía chilaquil sobre el asfalto de la calle Wisconsin — sonriendo—, hemos llegado, ponte en la cola, muchísimas gracias y ten paciencia.

La mujer de traje blanco se retiró unos metros más adelante sin dejar de verla, dejando nuevamente a la castaña hecha un lio, ni bien la mujer de traje blanco se hubo dado la vuelta, Natasha gritó.

—¡Steve! —espantando a todos los ahí presentes.

—¡No, eso sí que no!, ¡Shhh! —aproximándose a ella, para hacerle señas de que guardara silencio, a la castaña poco le importo y volvió a gritar.

—¡Steve! —siendo silenciada por la mujer, quien puso una mano en su boca.

—Muy bien, de acuerdo, ven conmigo —Natasha sonrió, había conseguido lo que quería.

Caminó detrás de la mujer y llegaron hasta donde estaba un hombre de gafas detrás de un mostrador diferente al primero, quien acababa de aplicarle una inyección al anciano hombre frente a él, se acercaron aún más y la castaña pudo notar que justo después de que brillaba la tabla trasparente en el mostrador el hombre de gafas le ponía una inyección, con un extraño color amarillo brillante, a la anciana que paso después del hombre de hacía unos momentos.

—Clint, Clint —llamó la mujer de traje blanco.

El hombre, quien al parecer respondía al nombre de Clint, estaba revisando el extraño artefacto de donde salían las inyecciones en esos momentos, alzó su vista y dejó de atender sus asuntos al escuchar que lo llamaban.

—Un caso de nostalgia grave —mirando a Natasha, para después decirle—, este señor te atenderá.

—Gracias, muchas gracias —tomando la mano de la mujer, feliz de poder volver, cuando la de traje blanco se fue, volteo a ver a Clint y dijo—. Oiga tengo que ir a Washington, está en los Estados Unidos.

CHANCES AREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora