Capítulo 7

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La mañana llegó y con ella el primer día de trabajo de Peter, el joven bajó por las escaleras con un elegante traje gris, vio a su padre aún en pijama quien sostenía una taza de café, le sonrió y dijo:

—Me encantó, no tenías que hacerlo —dándose la vuelta y dedicándole una sonrisa.

—Claro que sí, es tu primer traje de ejecutivo —abrazándolo.

—Papá... no dejes que Tony se vaya —poniendo un juego de llaves en las manos de Steve.

—De acuerdo, lo encerrare en la torre con los demás prospectos que intentaron huir —sonriéndole y dándole un beso en la mejilla.

—Te quiero —saliendo por la puerta, dejando a Steve con una sonrisa.

Tony despertó con el sonido de un claxon siendo tocado a lo lejos, se levantó rápidamente de la cama, parpadeo un par de veces mirando todo en la habitación y los recuerdos del día anterior llegaron a su mente.

Bajó a la cocina, solo con una sport blanca y su bóxer puesto cubriéndole el cuerpo, no creía que hubiera nadie en casa a esas horas así que no se preocupó mucho por ponerse los pantalones, abrió el refrigerador, y tomó un poco de naranjada directamente del envase, un mal habito que tenía desde niño.

—¡Oh! Buenos días —dijo Steve, provocándole un mini infarto a Tony, quien se giró rápidamente para mirarlo, apoyando su cuerpo en el refrigerador.

—Buenos días, creía que ya no había nadie —bajando el envase para cubrir la parte de su bóxer—, lo siento —avergonzado de su aspecto.

—Bueno hoy voy con retraso —acercándose al lavabo para depositar su taza vacía de café —. ¿Cómo te encuentras?

—No estoy del todo bien, pero mejor —nervioso al ver que Steve se acercaba y sacaba algo de la nevera, su corazón comenzó a acelerarse—, yo...

—¿Sí? —mirándolo por un segundo, el joven castaño era atractivo y tenía unos bonitos ojos.

—Yo... —¿Debía decirle o mejor esperaba? —, me encanta la naranjada —enseñándole el envase.

—Vaya, me alegro —sonriendo, sin darle mucha importancia al joven a su lado, empujándolo para cerrar el refrigerador.

—Yo... apuesto a que su mujer también era amante de la naranjada —lanzó el castaño, al oír eso Steve lo miró curioso.

—Si, lo era, le gustaban todas las frutas —caminando hacia la puerta.

—Y que era hermosa e inteligente —tratando de detenerlo, obstruyéndole el paso—, y también deduzco que era una mujer con ideales —Steve lo miró y se puso algo nostálgico.

—Si, ella era todas esa cosas —mirándolo detenidamente, Tony le sonrió y el rubio se puso algo nervioso sin saber por qué—. ¡Oh! Peter te ha dejado esto —sacando el juego de llaves de su maletín y entregándoselas—, y...y en la nevera tienes comida, considérate como en tu casa —esquivando la mirada de más joven.

—Gracias —le volvió a sonreír, y Steve se removió incomodo, no sabía por qué ese muchacho le hacía sentir así de extraño.

—Disculpa —pasando a lado del castaño, escapando del lugar.

Steve salió por la puerta, bajó las escaleras y caminó por la acera, pero detuvo su andar por qué sintió que alguien lo observaba, volteó su vista a la casa y vio la puerta cerrarse ¿Acaso el muchacho lo había mirado mientras se iba?, sacudió su cabeza y se apresuró a llegar a su trabajo.

Con la casa sola, Tony pudo andar libremente por todos los cuartos, dejó lo mejor para el final, entró a su antigua habitación, miró la cama con barrotes y se acercó lentamente a ella, se sentó en el colchón y sintió la suavidad de las sabanas, eran tal como las recordaba, sonrió por ello.

CHANCES AREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora