Capítulo 10

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La puerta de la cochera se abrió, dejando ver un convertible rojo, Steve y Tony se montaron en el lujoso auto y partieron sin rumbo fijo, charlando alegremente y riendo con fuerza, con Tony apoyando su cabeza en el hombro de Steve, quien manejaba rápidamente por la carretera.

Caminaban lentamente por las calles del parque tomados de la mano, sin importarles si los demás los miraban con desagrado o no.

—Siempre veníamos aquí, tu y yo —dijo Steve—, Toni y yo —mirándolo con una sonrisa—. ¿Lo recuerdas?

—No —devolviéndole la sonrisa.

—¿De qué te acuerdas? —con curiosidad.

—Es como ir recordando un sueño, te viene a pedazos, lo que recuerdo mejor es la gente a la que amaba, tú y Bucky —dándole un rápido beso en los labios, que provocó un sonrojo y una sonrisa en el rubio, de los dos, el castaño era el mas atrevido, aun sin recordar su vida pasada.

Steve miraba las camisetas de alegres dibujos en un puesto mientras Tony compraba unos Hot Dog en el carrito de la esquina.

—Tome —dijo el hombre, entregándole un pedido.

—Gracias —dijo el castaño, tomando el alimento y poniéndole mostaza, para después ver en dirección a Steve y llamarle—, vamos —adelantándose.

Steve con una sonrisa se acercó para que el hombre le entregara su pedido.

—Aquí tiene.

—Gracias —mirando el contenido, saboreándolo—. ¿Cuánto es?

—Eh... ya está lo ha pagado su hijo —dijo el hombre sin pensarlo mucho.

El rubio se quedó a medio bocado al oírlo decir aquello, así que esa imagen proyectaban ¿No?. No le dio mucha importancia en ese momento y se apresuró a llegar a lado de Tony, quien lo tomó de la mano cuando estuvo a su lado.

—¿Como era Peter a los diez años?

—¿A los diez?, muy precoz y testarudo, siempre quería salirse con la suya, le pusimos alambres en los dientes y en menos de una hora se los arrancó con unas tenazas —riendo por el recuerdo y haciendo reír a Tony al imaginárselo—. Recuerdo que Buck le dijo: Para presumir de guapo hay que sacrificarse.

Caminaron hasta donde se encontraba el carrusel, Tony se recargó en la baranda y Steve lo abrazó por detrás, cruzando sus manos sobre su pecho, tomando las suyas, para después darle un pequeño beso en la nuca.

Veían como los niños que se encontraban montados en los caballitos les sonreían y les decían adiós cada que pasaban por ahí, Tony les correspondía entusiasmado; el menor se liberó del abrazo y volteó a ver a su esposo, tomó sus manos, lo miró directamente a los ojos y le dijo:

—Quiero tener por lo menos dos más —totalmente convencido.

—¿Dos hijos más? —riendo por lo dicho.

—No es demasiado tarde, ¿Verdad? —con la esperanza pintada en bonitos ojos avellana.

—No —sonriéndole con amor y depositando un beso en su mejilla.

—Empezamos esta noche —mirándolo con una sonrisa coqueta.

—Ya —solo dijo el rubio, sabia a lo que se refería Tony y no pudo evitar sonreírle de igual manera.

Bailaron por largo rato en el pequeño kiosco que se encontraba un poco más alejado del lugar, ahí no había nadie que los molestara, se miraban y sonreían a cada tanto sintiendo el cuerpo del otro con el vaivén, la música no era necesaria, solo era cuestión de imaginarla.

CHANCES AREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora