Cap. 34:Aterrada

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El timbre de casa sonó y yo aún no me levantaba de mi cama. ¿La razón? Una muy simple, el pasado venía a atormentarme, una vez más. Es irónico, ya que apenas ayer dije “El pasado es pasado”, ¿no es cierto?

Por la noche, cuando me decidí a por fin cerrar los ojos y dormir un poco, el insomnio se apodero de mí, molestándome todo el tiempo que pudiese, y el acompañante de insomnio no era nadie más que el pasado, que venía que molestarme una vez más, y a dejar que el llanto se apoderara de mí, también, una vez más.

¿En que pensé? Creo que no hace falta que lo mencione, porque imagino que pueden darse una idea. Nuevamente la soledad, un año en cautiverio, la misma cama, el mismo escritorio, la misma ventana con los mismos barrotes que impedían mi libertad. Sí, mi habitación entera se había convertido es eso, estaba allí presente, podía verlo claramente y sentirlo, desde mi cama vi como mis cosas desaparecían y rápidamente todo el lugar se convertía en la habitación en la cual había sufrido una intensa soledad. ¿A caso me había vuelto loca? Vi una vez más los altavoces y sentí la voz de Angel colándose por mis oídos, dictándome las reglas de aquel lugar, diciéndome que tarde o temprano seria vendida, y que debía hacer caso a todo lo que se me ordenara.

La oscuridad se apodero de mí en ese preciso momento y me retorcí entre mis sabanas mientras que las lágrimas mojaban mis mejillas en abundancia. Me abrace a mi almohada dando gritos silenciosos, con desesperación. Parecía real, una vez más había estado en esa habitación, otra vez corría el riesgo de ser vendida, lastimada, maltratada y denigrada una vez más. No, no, no.

Comencé a jalar de mis cabellos tratando de remover esa idea de mi mente, sufriendo los tirones en mi cuero cabelludo, ahora si temía el hecho de volverme loca.

La puerta de la horrenda habitación en la que pase un año de mi adolescencia se abrió y de ella salió una luz, iluminándolo todo, un ángel, una visión quizá. Los rayos de luz dieron contra mis ojos cegándome levemente, me cubrí los ojos con mi brazo, tratando de ver a través que era aquella luz, que era lo que hacía aquí, y por qué no la vi durante mi tiempo allí.

Se acercó a mí y pude sentir una mano sobre mi hombro.

De repente, todo volvió a la normalidad, abrí los ojos y me encontré en mi habitación, ya no estaba más en aquel horrible lugar. Me removí en mi cama confirmando que de verdad estaba aquí, y que  había sido una mala pesadilla. A pesar de saber que todo había pasado seguí llorando en silencio, no era algo que pudiera detener tan fácilmente, no, esto era algo que me golpeaba donde más dolía, y lo haría toda mi vida, hasta el último de mis segundos. Y aquí estoy ahora, tendida en mi cama, a las doce del mediodía, sin moverme.

Tenía que levantarme para recibir a mi novio y a su padre, pero no quería ver a nadie, ni a mis hermanos, ni a mi padre, incluso a mi madre. Quería estar sola, sentía que cualquier persona que se acercara a mi detonaría la bomba y estallaría junto a mí y a todas mis miserias.

Mis ojos de seguro seguían rojos por el interminable llanto de la noche anterior, no quería que me vieran así, no quería seguir preocupando a mi familia, a la gente que amo. Prefería sufrir estos ataques en silencio, y guardármelos para mí misma, no tengo que arrastrar a los demás al infierno que se presenta en mis momentos de soledad. Por el momento sentía temor por cerrar los ojos, había dormido muy poco, estaba cansada, muy cansada.

Me acurruque nuevamente entre mis sabanas, sin cerrar los ojos, mirando fijamente a un punto inexacto de mi habitación, en completo silencio, reflexionando si verdaderamente  el tema se me había escapado de las manos y ahora tenía una rienda suelta, libre de hacer lo que quisiese, y yo soportaría las consecuencias. Terminarían por juzgarme de loca, estoy segura, por eso cierro la boca, solo podría contárselo a Mason, él sabe lo que es esto, él lo sabe y mejor que yo. ¡Oh no! ¿Cómo fue que nunca lo pensé? Mason llevo mucho más tiempo cautivo que yo, ¿y si él también tiene estos ataques, pero peor que yo? ¡Oh no! ¡Pobre chico!

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