Es martes, cuarto día en la playa. Hasta ahora la hemos pasado increíble y no quiero que se acabe. Pensar en que solo quedan otros tres días aquí me da malestar, puede que estos sean los mejores momentos que he vivido hasta ahora. Es una tortura pensar que esta burbuja de diversión explotará para tener que volver a clases. No es que no me guste ir a la escuela, es que cuando me la he pasado tan bien en este lugar tan caluroso, alegre y entretenido simplemente las ganas de volver se hacen nulas.
Ayer paseamos en el bote de Chris —guardado en el recinto del muelle junto a otros tantos— y fue emocionante sentir la brisa a esa velocidad, con el agua chispeando de vez en cuando. Todos juntos reímos, merendamos y en una que otra ocasión lanzábamos a alguien al agua solo para bromear. Nos devolvimos luego de ver el atardecer, algo que fue precioso de presenciar.
—Oigan, unos viejos amigos me invitaron a una fiesta —comenta Chris en pleno almuerzo al aire libre. En vez de comer pollo con papas, preferimos hacer pizzas caseras y comerlas frente a la piscina.
Me parecía más sencillo calentar las pizzas congeladas, pero no me quejo.
—¿Hablas de Antoni y Adam? —pregunta Erick mientras mordisquea su trozo de pizza.
—No, me refiero a Irina y Rick, los gemelos—le responde su amigo, aunque este parece no recordar de quién habla—. ¿Recuerdas a los dos chillones que te presente en esa cena hace meses? Irina es esposa de Levi.
—Oh, los rubios —asiente—. No sabía que vivían aquí.
—No viven aquí, pero el esposo de Irina, a quien también conocí en la secundaria, tiene una mansión en la colina del otro lado de la ciudad. Su hijo mayor se graduó de arquitecto y estarán celebrando esta noche, por eso no planeé nada para hoy —explica—. Les dije que estaba con ustedes así que los invitaron también, una buena oportunidad para que los conozcan.
Aunque la idea no me desagrada del todo, tampoco me convence. Sé a qué tipo de fiestas asiste Chris: elegantes, costosas, llenas del tipo de gente que nunca me ha acomodado... Con solo pensar que esta preciosa casa es un rancho en comparación a donde viven los del otro lado de la ciudad, la idea de cruzar a esa parte me causa repelús.
—Yo ni loco voy, me va a dar un ataque al corazón por tanto aburrimiento —bufa mi abuelo, quien no filtra su disgusto.
—Eh, no son aburridas —defiende Chris—. ¿Quiénes se anotan?
—Yo —responden Marieta, Erick, Roy y Ashley al unísono. El matrimonio nunca se niega a nada, y los dos primeros aman con locura esas fiestas con comida deliciosa y gente refinada.
—Yo no estoy segura de querer ir —comento con indecisión—. Sabes que no son mi estilo.
—No creo que tenga que explicar por qué yo no voy —dice Ian desde una silla para tomar el sol a un metro de mí. El chico goza de su pizza acostado y con unos nuevos lentes oscuros decorándole la cara.
—Porque Miranda no quiere ir —toce Marieta, siendo indirectamente directa. Ian responde levantándose los lentes y viéndola con ojos asesinos, a los que ella solo les saca la lengua.
—Vale, será una salida de adultos —concluye el rubio tragándose la corteza de la pizza en un solo mordisco.
Terminada la comida, ayudo a Ashley y lavar los platos y me voy a mi habitación. Son las dos de la tarde y debo pensar qué hacer para pasar el rato, y con Ian, si es que tiene ganas de unirse.
Ya tirada en mi cama, reviso mi teléfono para encontrarme con unos mensajes de Britt y Emily, respectivamente de un grupo que creamos hace tiempo y por el que es raro que hablemos a no ser que esté pasando algo importante. En realidad, todo lo que encuentro son fotos de un tipo muy guapo y musculoso a quien Britt ha estado acosando en redes sociales desde hace unos tres días. No está nada mal, pero tiene el cuerpo tan marcado que parece irreal.
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Mira más allá
Teen FictionTERMINADA Miranda es dulce. Miranda es brillante como el sol. Miranda sonríe todo el tiempo. Miranda salta sobre las adversidades. Miranda disfruta su día a día. Miranda es todo lo contrario a lo que Ian es. Y aún así, ellos no son tan distintos.