Capítulo 35

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Falta poco para las siete, o sea, para la cena con mis padres. Luego de la intensa tarde que tuvimos —intensa en demasiadas maneras—, es momento de prepararse para la tan esperada cena donde presentaré formalmente a mi novio y veré qué tal se lleva con mis padres, cosa que ahora me importa un montón. Mi otra familia ama a Ian, solo falta la aprobación de esta. Es decir, no es como que el que les agrade o no defina algo en mi relación con él, pero sí deseo que Ian forme parte de mi vida de este lado de la ciudad, así como que mis padres formen parte de mi vida en el páramo.

Acabo de salir de la ducha y ahora estoy decidiendo qué ponerme. No tengo mucha ropa formal, y parte de esta debe de seguir en la residencia, porque no pensé que la necesitaría y solo bajé lo cotidiano. Acabo utilizando un pantalón de jean negro y una blusa blanca que es lo más decente dentro de los parámetros de mi madre que puedo encontrar. Uso mis sandalias negras y con eso tengo el outfit listo, solo falta arreglar lo demás.

Peino mi cabello y, sabiendo que este tipo de cenas son importantes para mi madre, lo aliso con una plancha que tiene años en mi gabinete y usaba recurrentemente, ya que a ella nunca le gustó —y sigue sin gustarle— mi cabello al natural. Complacerla un poco no me matará. Además, me pongo pequeños aretes de oro que no uso desde que vivía aquí.

Con ello, me siento más que lista para salir. Lo que no sé es si Mike e Ian lo estén.

Mi hermano se quedó en la habitación con mi novio, porque había olvidado sacar su ropa para la cena y porque, según sus palabras, quiere preparar a Ian para enfrentarse a los dos titanes que son Dayana y Hans Vander.

El año pasado, contó hace un rato, Mike trajo a una chica con la que tenía un tiempo saliendo. A mi madre no le agradó luego de diez minutos de hablar con ella, y le dijo a mi hermano que algo malo tenía la chica. Una semana después se enteró de que lo estaba engañando con su entrenador, sin que ninguno de los dos supiera que conocía al otro. Todo un drama que terminaron superando, pero lo relevante es la forma en la que mi madre puede analizarle la vida a la gente que recién conoce. Por ello, admito, estoy algo nerviosa de lo que diga de Ian.

Luego está Hans, de quien mi hermano solo dijo que nunca ha recibido a un novio oficial en la casa, dado que las relaciones de Madison van y vienen sin que llegue a algo formal, por ende, su actitud ante este momento es incierta. De todas formas, él fue el primero que quiso conocer a Ian, así que no puede quejarse.

Tocan la puerta de mi habitación y le abro a un espléndido Mike, que tiene detrás a un divino Ian. El castaño viste una simple camisa negra y unos jeans impecables; mi hermano, por otro lado, puede verse elegante hasta con un saco de papas, pero su camisa azul marino no está nada mal.

—Si la cena es a las siete, la cena es a las siete —dice, mostrándome la hora de su teléfono: 06:58pm.

—Vaya, nunca te había visto tan peinada —señala Ian con una sonrisa burlona.

—Tú, por otro lado, sigues vistiéndote de negro —contraataco, saliendo de mi habitación y cerrando la puerta.

Bajamos los tres y cruzamos la mansión hasta llegar al comedor especial que no se usa para cualquier situación. Usualmente lo utilizan cuando viene alguna persona de alta sociedad con la que mi padre tiene una reunión, o cosas de esa índole. El que dispongan un salón con pinturas caras, candelabros delicados y los muebles más valiosos de la mansión para una cena con alguien que ni siquiera conocen es un gesto bastante bonito.

El salón solo tiene la mesa de doce puestos en el centro, de los que solo usaremos los cinco de un extremo. De resto, son cuatro paredes hermosamente decoradas y merecedoras de figurar en una película de Hollywood de la realeza. Es un lugar precioso sin duda, tan precioso como la dupla de Hans y Dayana sentados en sus respectivos puestos de costumbre al extremo de la mesa, esta última fuera de su silla de ruedas, dignísima.

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