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El sudor caía por su piel debido al miedo en su sangre. Uno, dos, tres pisos ella iba dejando detrás escapando de lo que más temía. Tomó con sus delgadas y pálidas manos el tubo del pasamanos para tener mejor equilibrio y seguir huyendo. Todo su cuerpo temblaba como gelatina y tenía tanto terror de que en cualquier momento sus piernas le fallaran y cayera escaleras abajo dándole la facilidad a su cazador.

Pero ella ya tenía en cuenta que eso podía pasar. Rodó escaleras abajo golpeándose con todos y cada uno de los escalones hasta llegar al descansillo de la salida de emergencia. El hombre se acercó con cautela, su presa no correría por su condición, así que decidió bajar a sus anchas sin tener miedo de perderla de nuevo en los peldaños.

Levantó su arma afilada, empuñándolo con odio y resentimiento interno hacía la chica castaña en el suelo, y sin ningún sentimiento en sus ojos, enterró el hacha en su cráneo oyendo como su hueso y cerebro se partían en dos.

En el momento en el que uno de los ojos café oscuro cayó por el rostro de la chica debido a la herida, el hombre sonrió para que todo el mundo apreciara su satisfacción a la situación.

Bajé el libro de tapa negra el cual ya tenía mucho tiempo leyendo. "Lo peor del horror" decía en la portada. Regularmente me traían escritos de la biblioteca ya que era lo que yo pedía como único capricho. Podría pasar días sumergida en uno de estos y no me molestaría en absoluto. Observé el reloj que yacía en la mesa frente a mi cama, marcaba apenas las 9:30 am. No habían pasado ni tres horas de que las luces fueron sido encendidas para anunciar la llegada de un nuevo día.

La puerta de metal dividida en dos la cual funciona por energía eléctrica y separaba mi habitación del pasillo se abrió mostrando a Wyatt. Llevaba su característica bata blanca, misma me hacía recordar a doctores de algunos libros que habían pasado por mis manos; en las suyas traía un portapapeles con algunas hojas en él y en la otra mano un bolígrafo de tinta negra.

— Buenos días Ela —habló el doctor con la sonrisa más blanca que nunca había visto. Sus pómulos se levantaban a la altura justa achinando un poco sus ojos, pero sin cubrir por completo el color azul de estos. Podía iluminar una habitación entera con aquel gesto y su gran carisma. Esos eran unos de sus encantos.

Siempre había sido un tipo genial conmigo. Cuando era más pequeña me pasaba dulces a escondidas, aun a pesar de que Nelly se lo prohibía. Además de darme el primer libro de terror que leí a la edad de 8 años, induciéndome al género que ahora era de mis favoritos.

Con aquellos luceros azules recorrió toda la habitación observado detenidamente cada una de las cosas que estaban en ella. No había mucho ciertamente, pero lo poco que pudiese estar en ese lugar era mío. Sus ojos llegaron a mí recordándole donde estaba y lo que tenía que desempañar conmigo. Sonrió de nuevo.

—Las pruebas salieron positivas. —abrí la boca sorprendida, pero esta rápidamente se convirtió en una verdadera sonrisa— Ela, me es un honor decirte que has desarrollado una nueva habilidad.

¿Cómo podía actuar en esos casos? Años anteriores fue obvio que había desarrollado otra, pero ahora no estaba tan notorio. La curiosidad de cuál sería mi nueva habilidad llegó a mí como un golpe y no pude evitar preguntar. La duda me mataba.

― ¿Eso significa que aparte de la telekinesis y la psicokinesis tengo otra? -Wyatt asintió y yo volví a sonreír más que antes ― ¿Cuál?

Se removió en su lugar un poco incómodo, no sabía si era por la pregunta o porque estaba entumido de estar tanto tiempo de pie.

— No podremos darte el nombre. Por ahora. —No podía hacer nada más que esperar a que me dijeran aquello con el tiempo. Debía enterarme tarde que temprano.

LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora