Cuando era pequeña me gustaba mucho ir a comer pizza. Dios, ¡la amaba!, mi papá siempre me dejaba comer hasta reventar. Incluso cuando pasábamos por una Pizzería era de imprescindible tener que parar el auto. Solía llorar para conseguir lo que quería. Siempre fue así.
No me importaba lo que pensaran de mí, no me preocupaba por mi peso; y sinceramente, mis padres tampoco. Ese fue el problema.
De ahí mi trauma: insultos de los niños, peleas con las niñas, rechazos por mi grupo de amigos, aislamiento, depresión, dolor… ¡Y solo tenía 12 años!
Sientes esa sensación de culpa, y odio a ti misma, como si no pudieras soportar tu propia piel. Te miras al espejo sin mirarte. Te pierdes en tus propios pensamientos recordando todo lo que te han dicho esas personas para hacerte sentir mal, y lo peor de todo, es que piensas que tienen razón.
Recuerdo haber tomado mi cepillo de dientes; había sido un sábado en la noche, mi cumpleaños. Fue algo familiar, y como era típico en los Vaccani, había comida a morir. No pude evitarlo, la culpa era tan grande, (¡casi me acababa medio banquete!). Sin pensarlo más, me metí el cepillo hasta la garganta, y vomité.
Prometí que no lo volvería a hacer.
Si, sentí remordimientos, sabía que estaba mal, pero ya no podía parar. Así fue como se hizo una costumbre.
Sé que estoy enferma. Sé que nos es normal desmayarse a diario. Sé que necesito ayuda.
Me sentía otra persona, dejé esa Emma atrás, cambie de instituto, y también de vida. Porque yo maté a esa chica.
Ya no me escondía, ya no me insultaban.
Hacer nuevos amigos, poder usar ropa que antes no podía, padres que te dan lo que quieres y cuando quieres… ¿Por qué si tenía lo que tanto quería, me sentía vacía?
La verdad es que ni siquiera sé lo que estoy esperando.
**
Siento todo el cuerpo entumecido.
Me pesan los parpados. No puedo sentir mis pies.
Trato de incorporarme…mala idea. Gimo de dolor y decido relajar los músculos.
Estoy acostada en una cama, que es mucho más cómoda que la litera, y huelo el desinfectante característico de los hospitales.
Al fondo escucho voces, están hablando en susurros
-Lo lamento tanto señora Vaccani, no lo sabíamos- silencio, y otra vez habla -Si…, si tenemos los medicamentos necesarios- silencio -No, no, no se preocupe. Está bien- otra vez silencio.-Los mantendremos informados de su salud. Tenga un buen día-
Entrecierro los ojos y veo a la encargada Norma… ¿o era Nora?, metiendo su celular en el bolsillo.
Esta de perfil a mí. Y como si pudiera sentir mi mirada, se voltea. Abre la boca, y la vuelve a cerrar.
Quizá me quiera dar un gran discurso sobre lo irresponsable que fui, y después me obligue a hacer más sentadillas, no sin antes ver que me tome mis suplementos alimenticios.
Porque si hubiera comido algo y tomado mis pastillas esto no estaría pasado.
Porque si me hubiera levantado temprano en vez de pasar parte de la noche llorando y arrepintiéndome de ser una mala hija, esto no estaría pasando.
Pero: aquí estoy, acostada en una cama esterilizada y con un dolor de cabeza que me va a durar al menos dos días. Nada nuevo para mí.
Lo único de lo que me arrepiento es de caer en algo tan duro. (¡¿Por qué utilizar césped sintético?!)
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Camino a la tormenta
Teen FictionEmma tiene una vida que cualquier adolescente soñaría. La chicas la envidian, los chicos la desean. Toda su vida cambia cuando llegan las vacaciones, con ello vendrán los problemas, sufrimientos y...el amor.