CAPITULO DOCE

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No. Puede. Ser.

Creo que en cualquier momento me puede dar un infarto

No creí que volvería a verlo. Quiero decir, sí, sabía que  lo vería, pero no tan pronto.

Después de que me dejara en mi cabaña la primera noche y le dijera una de las cosas más vergonzosas de mi vida en voz alta. Después de que un idiota me haya humillado y yo me hubiera comportado como una gallina. Él me defendió y me trajo a mi cama.

Sí, acabo de azotarle la puerta al atractivo encargado, Adrián.

No creo que pueda olvidar su nombre. Nunca.

¿Por qué esta aquí?

Las manos me sudan, miro sobre mi hombro, al baño. Mierda, ¿y si sabe que Aaron está aquí? ¿Qué voy a hacer? Creo que mi cabeza esta sacando humo.

Es una de esas situaciones donde no sabes que ni como reaccionar.

¡ABRE LA MALDITA PUERTA!

Si, abrir la puerta. Mi subconsciente cree que soy una retardada. No la culpo.

Con una mano sudorosa tomo el picaporte y lo hago.

Lo primero que veo son unos hermosos ojos grises y tan profundos, como la última vez. Está más guapo de lo que recuerdo. Los rayos del sol iluminan su cabello desaliñado y cayendo por su frente, haciendo que parezca dorado. Sus carnosos labios curvándose en una sonrisa de lado. Su banderín rojo atado al cuello solo lo hace más sexy.

No puedo evitar soltar un suspiro.

¿POR QUÉ HAY CHICOS MALDITAMENTE ATRACTIVOS EN ESTE CAMPAMENTO TAN JODIDO?

-Hola- digo con un hilo de voz

¿En serio Emma? ¿No podrías ser más idiota, verdad?

-Hola Emma- su profunda y sexy voz me hace estremecer.

Sus ojos me recorren y cuando vuelve a los míos su sonrisa se ensancha haciendo ver sus perfectos dientes. Podría hacer comerciales de Colgate.

Y. Yo. Estoy. Hiperventilando.

-Pensé que estabas enferma, pero viéndote ahora, creo que estas muy bien- ¿eso fue un cumplido? Bien, porque estoy completamente roja al recordar que tengo un camisón de Hello Kitty.

Si, lo sé, tengo una extraña adicción por las caricaturas infantiles. (Sin mencionar ese  trauma por la gata diabólica)

-sí, bueno, estaba  un poco enferma, aunque no técnicamente enferma, ¡quiero decir si!, quizá solo un poco mareada, pero estoy bien, ahora…digo que ahora me encuentro bien, mejor, quiero decir que ahora me encuentro mejor- diciéndolo con nerviosismo y sin tomar ninguna pausa, reprimo el impulso de darme yo misma contra el muro. Creo que la cague.

¡¿Crees?!

Adrián me mira por unos segundos que se me hacen eternos. Sacude la cabeza divertido y después ríe.

Se ríe de mí.

Es como una melodía profunda. Me gusta. Pero que sea yo el motivo no me divierte. ¡No es divertido ver cómo me auto-humillo!

Bueno, quizá sí.

Después de que por fin su risa se fue apagando me vuelve a mirar encontrándose con mi ceño fruncido. El hace una mueca divertida y habla en un tono neutro.

-Lo siento,- se aclara la garganta -La encargada principal me mando a supervisarte, por eso traje un poco de sopa-  observo que en su brazo tiene una charola con un plato de sopa, un vaso de zumo rojo y más comida caliente que no puedo distinguir en un solo vistazo rápido.

Camino a la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora