Sin Frenos

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Pero en que estaba pensando, no llegaría tan lejos por el amor de una mujer que seguramente se está olvidando de que un día existió. No, pero Sakurako al menos debía hacer el intento de solucionar los problemas y volver a esos días de felicidad junto a Himawari. Si o si, de cualquier forma atracar una joyería no es un plan que se le pueda ocurrir, o al menos llevarlo a cabo sin las herramientas necesarias para salir victoriosa.

— Le estoy dando demasiadas vueltas a este asunto — se dijo alejándose de la joyería para retomar su camino a casa — Himawari no es de esas chicas que se emocionan por algo brillante, creo que no importa el detalle, si no, los sentimientos que se quiere transmitir

¿Estaba como al principio?

En realidad, ver por unos momentos esos colores llamativos de la joyería fina, le ayudo a pensar mejor sus tácticas. Y así decidió que lo mejor es ir y hablar con su novia como si nada hubiese pasado, tal vez invitarla a recordar aquellos lindos detalles que hicieron que el amor floreciera entre ellas, y así, avivar la chispa y ganar la batalla por así decirlo.

— prepárate pechugona, esta vez no podrás olvidarte de mí — dijo decidida en medio de la calle mientras otras chicas que pasaban por ahí la veían rara por andar hablando sola

Ya en su casa en su habitación, requirió un esfuerzo sobrehumano para lograr concentrarse y sentarse en el escritorio para formular aquellas palabras que harán que Himawari termine de rodillas, o algo así. Sin embargo, la creatividad o aquella inspiración que necesitaba estaba ausente y nada salía, allí sobre garabatos en una hoja de papel se balancea la pluma que sostiene su mano tensa.

— Es difícil escribir una carta de amor — No es que fuera difícil, simplemente es que Sakurako jamás había necesitado expresar sus sentimientos de forma abierta a la chica de cabello azul

Frustrada creyó mejor dejar los poemas de lado y concentrarse en las palabras que salen de su corazón, además se hacía tarde y como el siguiente día seria domingo, tendría una buena oportunidad para demostrarle amor a su novia.

— Himawari

Al día siguiente

Bajo un desorden sobre la cama se retuerce una chica castaña, los rayos de luz que se le cuelan en la habitación le taladran los sentidos y aúlla molesta. Toc toc, alguien llamó a su puerta y en respuesta un gemido exhaló.

— ¡¿te vas a quedar ahí toda la mañana?! — Le regaño su hermana la menor — Himawari-onee-chan vino a buscarte

— ¡Himawari! De un salto estaba en pie frente a la puerta y sin demora la abrió chocando con los furiosos ojos de Hanako — ¿Dónde está?

— que "¿Dónde está?" te diré "donde esta"

Sakurako no estaba entendiendo la actitud de su hermana, si bien casi todos los domingos parece enojada con ella, esta vez tenía un aura más amenazante. Pero desde luego, lo que más le importaba en ese momento era saber de su Himawari.

— Ella vino a buscarte para invitarte a salir — Sakurako ladeo su cabeza algo desorientada — pero la única respuesta que recibió de tu parte fue un "no molestes ahora, estoy durmiendo"

— que

Hanako podría soportar muchas de las tonterías de su hermana, pero esa mañana las cosas simplemente se fueron de su entendimiento. Ella sabía que Sakurako estaba teniendo problemas con Himawari, incluso se alegraba saber que su hermana no era tan tonta como para dejar ir a la chica de cabello azul, pero no soporto la necedad de Sakurako.

Sakurako por su parte golpeo su frente con la pared, que demonios le pasa. Está tratando de llevar las cosas bien con Himawari y de pronto se le ocurre volverse si misma para terminar jodiéndola aún más.

— Por si no te has dado cuenta, ya son las 10:43, ella se fue hace más de dos horas — continuo la hermana menor

— ¿se fue? ¿Qué quieres decir? — preguntó Sakurako, pues si no le acompañó a dónde iría

— pues, Kaede me contó que ella salió con una amiga de la universidad, dijo algo sobre "un día de campo"

— ¿Akari? — Hanako solo negó moviendo la cabeza

Esa no podría ser otra que la rubia esa que desconoce, eso enfureció a Sakurako quien apartando a Hanako echó a correr por las escaleras.

— ¡oye espera! — gritó Hanako

— Esto se acaba hoy — Sakurako salió de su casa en busca de su bicicleta, al encontrarla su furia no podía crecer más ya que esta estaba ponchada — ¡maldita sea! — dijo. Y sin pedir permiso a nadie agarró la de su hermana y se fue en busca de su amada. Así nomás, toda despeinada, mal vestida y con cara de pocos amigos.

— ¡espera! — Volvió a gritar Hanako saliendo de su casa para tratar de agarrar a Sakurako — ¡mi bici no tiene frenos! — buen intento pero ya era difícil de que Sakurako le pudiese escuchar

Sakurako podía no estar perdida en su búsqueda, no lejos de su casa había un parque oportuno para acampar y vivir un momento agradable, ella lo sabía por qué fue ahí donde la llevaba Himawari cada vez que necesitaba relajarse. Fue una corazonada o tal vez otra cosa lo que le guio en su camino, y así acelerando entró en los campos verdes sin medir consecuencia alguna.

A toda velocidad se habría paso entre callejones y oportuno o no una pequeña bajada le ayudaría con un pequeño empujón. Pero...

— ¿Qué pasa? — Dijo presionando los frenos sin que lograra reducir la velocidad — ¡cuidado!

Una niña que jugaba se le atravesó, y gracias a sus buenos reflejos la esquivó. Lo que no pudo esquivar fue unos arbustos que trancaron la rueda delantera, lanzando a Sakurako hacia adelante sobre la bicicleta. Intento sujetarse pero nada detenía su trayectoria y aparente caída dolorosa, la bicicleta tras de ella iba por los aires acompañándole en el viaje.

Cerró fuerte los ojos y espero un duro impacto y por suerte el suelo estaba mejor acolchado. Sobre sus brazos y rodillas cayó dando dos vueltas, en el momento que se detiene los golpes asoman con dolores.

— ¡Sakurako! — grita alguien su nombre, ella sonríe con dificultad pues enseguida la reconoce

— Creo que estoy bien — dice algo adolorida pero nada grave parece ser, sin embrago ¿Por qué nadie va en su ayuda?

— ¿Qué hiciste? — Sakurako se enoja pues presiente que va a ser regañada por su novia, pero al momento de enfocarse se da cuenta de que las cosas no pintaban de la mejor manera.

— oh no — allá donde cayó la bicicleta estaba Himawari, pero a ella no le pasó nada, sin embargo, una rubia acompañante que entre los fierros se retorcía gimiendo por lo bajo maldecía a la causante de su dolor

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