Capítulo 1

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Días después...

―Intenta no moverte mucho Taylor ―dijo Joan mientras que ayudaba a su esposa a ponerse en pie.

Taylor había salido bien de la operación de quirófano cuando tuvieron que intervenirla para quitarle la bala. Era un milagro que ella estuviera recuperándose favorablemente.

―Estoy bien ―dijo ella―. Quiero salir a pasear por los pasillos. Me muero de estar encerrada en la habitación de este hospital.

Fue cuando ella recordó el momento en el que despertó y Joan estaba con ella. Pero también recordó cuando Taylor le preguntó por James y él le dio la mala noticia que él había muerto, en el intento de salvarle la vida. Ahora solo le pedía a Dios el milagro de su esposo no fuera tan cruel con ella. Pues sabía que tras la muerte del hombre que amaba, las cosas cambiarían entre ellos.

―No hagas otro mundo de ello, Taylor ―volvió a decir Joan―. Cuando salgamos del hospital, nos quedaremos un día o dos en la ciudad. Así podrás visitar a tu madre y ella podrá cuidarte mientras que yo estoy atendiendo asuntos que aun no terminan.

―Esos asuntos son los mismos por los que casi me matan.

―Taylor ―gruñó Joan―. Para por favor.

―Vale.

Hicieron una pausa:

―¿Te drogaste el día en que nos dispararon?

―Sí. Pero desde entonces no he vuelto a hacerlo.

―Hasta que te canses y vuelvas a hacerlo.

―Lo prometí. No voy a volver a hacerlo.

―Ya no puedo creerte Joan. Por tu culpa James esta muerto y me has condenado a vivir con un matrimonio que no quiero.

―¡Ah sí! Pues yo no diría lo mismo. Pues el día en que nos entregamos mutuamente, vi un brillo diferente en tu mirada.

―Eso debe de ser por el odio que te tengo.

Joan cerró la puerta de la habitación privada y se acercó a ella y le dijo, mientras que ponía la espalda de Taylor contra su torso y bajaba lentamente su mano hasta su sexo:

―Yo no diría eso, cuando sabes que te pone todo lo que te hago. Incluso cuando te fuerzo a mantener relaciones conmigo.

Taylor comenzó a gemir, pero en el instante se quejó por el dolor que aun sentía por la herida de bala.

―No me tientes Taylor. Porque estemos en un hospital o no, nadie me va a frenar a que te de unos buenos azotes en el trasero.

―Joan me estás haciendo daño. Recuerda que estoy aun dolorida por la herida.

Joan le dejó libre después y con un suspiro, él le dijo mientras que se sentaba en la silla del hospital:

―Además, yo también te odio. Recuerda porque te obligue a casarte conmigo.

―¡Ah sí! Yo no diría lo mismo, cuando escuche cuando agonizaba que me querías ―dijo ella segura―. Es más. Una persona que odia a la otra, no la salva rápidamente. Y tú lo has hecho cuando estaba herida y cuando antes de despertar necesitaba una trasfusión de sangre. Fue un milagro que tu y yo tuviésemos el mismo tipo de sangre.

―Te dije que no era malo con las personas que no me habían hecho daño. Tú no lo has hecho Taylor. Al fin y al cabo, los narcotraficantes tenemos algo de compasión, ¡no crees querida!

―Pues aunque me muestres compasión, a mi nada me hará cambiar nada de opinión.

―Pues yo espero hacerlo. Ya que James no está y tú ahora me perteneces para siempre.

―Eso será mi calvario.

―Taylor, ya sabes lo que...

―Hola ―escucharon mientras que la puerta de la habitación se abrió y Allan entraba para ver a su hermana―. Me alegra saber que estas bien hermanita.

―Gracias ―dijo Taylor―. ¿Y Clare?

―Fuera con tu madre. Se están tomando un café mientras que hablan de la empresa de papa.

―¿Ha ocurrido algo con la empresa?

―Nada.

Allan miró a Joan y en breve, él le dijo a su cuñado:

―¿Le has dicho lo que ha hecho James?

―¡James esta muerto! ―dijo Taylor―. No creo que haya podido hacer nada.

―En realidad lo hizo antes de morir.

―¿Qué cosa?

―Él te ha hecho dueña de todo lo suyo. Incluso de un pequeño hotel que compró hace meses en Verona. En Italia. Uno que tenía que reformar para poder traer clientes.

―¡Que! ―exclamó ella.

Taylor comenzó a respirar entrecortadamente y Allan volvió a decir:

―James comenzó las reformas hace semanas. Quería que el hotel estuviera listo para llevarte ahí el día de tu cumpleaños y regalártelo para que tuvieras tu propio negocio y así quitarte de trabajar con papa. Aunque ahora eso de trabajar en la empresa de papa es algo que no se si querrás hacer.

―Pues que sigan con las reformas ―dijo Taylor―. Si él quiso que estuviese listo para ese día, que así sea. De momento, volver a la empresa de papa no lo hare. Quiero que sigas a cargo tú. Volveremos a la isla en cuanto salgamos de aquí y supervisare de allí las reformas de ese hotel.

―Taylor, ¿estás segura? ―dijo Joan.

―Desde cuando no he estado segura de algo. Además ahora no tengo motivos para quedarme en la ciudad ―respondió ella.

―Como quieras ―dijo Joan.

―Antes de marcharte a casa, debemos de hablar ―dijo Allan―. Pásate por la empresa de papa cuando te den el alta.

―Está bien. Pero ahora mismo no quiero ocuparme de cosas de la empresa.

―Vale. De momento descansa.

―Lo sé.

Hicieron una breve pausa:

―Bueno pequeña ―dijo Allan―, te voy a dejar con tu marido. Yo tengo que ir a ver a un amigo que ingresaron hace dos días y quiero saber como esta.

Taylor asintió.

Después Allan le dio un beso en la mejilla y se marchó de la habitación de Taylor.

―Ahora que sabes que eres más rica que yo, ¿qué piensas hacer?

―¿A qué te refieres Joan?

―¿A que si piensas dejarme ahora que nadie te impide de estar a mi lado?

―No sé qué es lo que hare. Solo sé que las decisiones que deba de tomar, las haré. Pero ahora solo quiero terminar de recuperarme.

Taylor caminó hacia la cama. Ya que volvió a sentir el dolor y eso le hizo reaccionar por unos instantes a Joan. Ya que fue a ayudarla y enseguida llegaron a la cama.

―Me siento inútil sin poder valerme por mi misma ―dijo ella.

―Pronto podrás hacerlo. Y cuando eso ocurra, se me ocurre diez mil formas de atarte y hacerte mia.

Él silencio se hizo en ella y eso hizo que Joan se riese entre dientes.

Después ella se tumbó encima de la cama y cogió el libro que tenia encima de la mesita del hospital.

En cambio, Joan fue a hacer una llamada de teléfono. Pues aun tenía un asunto pendiente que resolver y que lo haría cuando saliese del hospital con su esposa.

Cuarenta Días de Redención (Una Noche en Verona III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora