Capítulo 10

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A la mañana siguiente, James despertaba  con las ganas de un café  rápido.

El estaba de los nervios al saber que la mujer que ama ya no le quería tanto como él lo hacía con ella. Se preguntó a sí mismo que sí debía de darse por vencido. Pero cuando recordó que fue ella quién le redimió de tanto dolor en el pasado, se dijo a sí mismo que jamás se daría por vencido en volver a recuperarla.

James fue a darse una ducha y cuándo salió de ella en diez minutos, decidió de salir por la ciudad para poder caminar un poco antes de irse a trabajar. Ya que sabía que en el primer día en que se enfrentaría a Taylor para poder contarle lo que había tenido desde que conoció el problema de aquel trabajo con el que se asoció en España. Era el momento adecuado para rendirle cuentas y hablar con ella en privado.

Cuando estuvo el aire suficiente, decidió de ir primero a su empresa a solucionar unos asuntos privados y después hacerle una visita a Taylor a la empresa de su padre.

Clare y Allan despertaban después de llegar a la ciudad de Nueva York, cogían su equipaje, llegaban al departamento, acostar al niño y después descansa van ellos de un largo viaje.

Allan se preguntaba sí James había regresado a la ciudad después de presentarse ante su hermana para decirle que estaba vivo. También pensó en que debía de preguntarle a Taylor cuáles eran sus verdaderos sentimientos. Que si continuaba amando a James os había enamorado de Joan. Por lo tanto, decidió de hacerle una visita a la isla cuando estuvieran listos los asuntos privados del negocio de España.

Después de que Clare y Allan desayunaron juntos, él se marchó dejando a Clare y el niño solos. Pero nos olvidó antes de marcharse de darles el beso de siempre.

En cambio, Clare decidió de ir a hacer una visita a la madre de con su hijo, para que le dijera a Taylor que qué hacía con su agenda partir de ahora que empezaba de nuevo incorporarse a trabajar. Pues si Taylor no estaba en la empresa, no sabía qué hacía ella merodeando por los pasillos de la empresa de su padre.

Joan despertaba con el ruido de la lluvia dentro de la habitación. Hasta que se percató de que no era lluvia lo que caía dentro de ella, si no, que alguien se estaba duchando. Pero no levantó la cabeza de la almohada por que parecía que tenía jaqueca, pero no era así. Pues lo único que tenía eran ganas de tomarse una raya que le dejase bien. Pero se dijo que una promesa era una promesa.

Miró detrás de él y se dio cuenta de que Taylor no estaba. Por lo tanto, se percató también de que Taylor es la que estaba en la ducha metida.

El puso una mirada pícara y decidió de hacer algo que nunca se atrevió hacer.

Joan fue hacia el cuarto de baño quitándose la ropa y en cuestión de segundos se metió con Taylor en la ducha.

Cuando ella sintió que él la estaba tocando, pegó un respingo y se giró para ver quién era.

Al ver que era Joan, ella no dijo nada. Por lo tanto, decidió no darse la vuelta para poder ver las intenciones de su marido.

Él agarró a su esposa por la cadera y en breve, apoyándola contra la mampara de la ducha la subió a su cadera.

En cuestión de unos segundos, Joan introdujo su pene en el interior de Taylor y comenzó a moverle lentamente, mientras que notaba como su esposa contraía la vagina.

―Relájate, Taylor. Podre hacerte daño si no lo haces.

Taylor asintió.

Joan comenzó a moverse lentamente cuando su esposa se había relajado y comenzó a sentir como el interior de Taylor comenzaba a ponerse más húmeda de lo que ya estaba.

Cuarenta Días de Redención (Una Noche en Verona III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora