Capítulo 3

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Ella comenzó a agitarse rápidamente, porque estaba teniendo una pesadilla con lo que había ocurrido hace varios días.

Taylor comenzó a dar pasadas en el aire y en cuestión de segundos, Joan se despertó por ella.

Él comenzó a despertar a Taylor.

Ella dio un respingo en la cama y comenzó a respirar entrecortadamente, mientras que aun se notaba el arnés en el cuerpo del día anterior.

Taylor intentó de quitarse el arnés, pero le fue imposible. Por lo tanto, comenzó a forcejear para quitarlo.

―¡Ayúdame a quitarme esto! ―exclamó ella.

―Espera Taylor. Hay que quitarle unas cosas ―respondió Joan, mientras que comenzaba a desabrochar el arnés―. Dame unos minutos y podrás quitártelo.

Mientras que le quitaba las correas, ella comenzó a notar algo extraño mientras que su marido le tocaba. Eran como si sus roces fueran adictivos para ella.

―¿Qué has visto en la pesadilla, Taylor? ―le preguntó él.

―¿Qué te hace pensar que lo que he vivido ha sido una pesadilla? ―le preguntó ella.

―Te conozco un poco a pesar de que solo llevamos casi dos meses de matrimonio. Creo que sé lo que sueles hacer cuando tienes una pesadilla.

Hicieron una pausa:

―Estaba tendida en el suelo mientras que me desangraba y de pronto, vi a James.

―¿Por qué salía él en esa pesadilla?

―No lo sé. Era yo la que me estaba muriendo y él en pocos segundos sentado en una silla como si fuera un capo.

―Soñabas que él era un jefe de la mafia.

―Sí. Y que me dejaba morir. ¿Por qué haría el eso en mis sueños?

Joan le quitó por encima de la cabeza el arnés y le respondió a ella en breve:

―No lo sé. Pero quizás que haya algo en tu corazón o en tu mente que pide a gritos darle las gracias por salvarte la vida. Quizás por eso sueñas con él y con cosas malas.

―No lo sé. Pero era algo horrible.

Joan se levantó de la cama y en breve, fue a darle un pijama a su esposa.

Cuando se lo entregó una milesima de segundo después, Joan se puso a unos centímetros de ella, y le dijo:

―Ponte el pijama de seda y vamos a desayunar. Quiero comer algo que no sea comida de un maldito hospital.

―¿Tan mala estaba la comida del hospital?

―Dímelo tú a mí.

―Es cierto. Pero yo creo que lo dices por que estas acostumbrado a la comida de Miryam.

―Muy cierto. Son muchos años comiendo esa comida que ella hace. Y espero que mis hijos también la coman.

―¿Tú sabes que yo no quiero hijos contigo?

―Pero yo sí. Por eso no vas a tomar nada. Ya que me estoy corriendo a pelo a propósito por algo.

―Pero, tu no me amas y yo tampoco. No me parece gusto que tengamos un hijo no deseado en un matrimonio que no es forzado. Bueno, yo diría que tu si me amas.

―No te amo, Taylor. Te odio, te lo dije.

―El día en que lo reconozcas no te voy a creer.

Taylor se levantó un poco dolorida y le dijo de nuevo a su esposo en el odio:

Cuarenta Días de Redención (Una Noche en Verona III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora