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Y así empezo otro día, como cualquiera.

Camila se arreglaba intentando no pisar las astillas de la madera vieja del piso de su "casa" mientras la rata pimienta mordía un juguete con figura a hamburguesa, para su dueña era lo más tierno del mundo, después de las mejillas de Morgado, claro.

La voz empezó como siempre lo hacía al recordar el nombre de la chica de ojos verdes, repitiéndose de nuevo lo mismo, contaba hasta diez cansada de escucharla. Según Cabello esa voz era peor que el hombre que cuidaba de ella, le tenía miedo a su voz y a si misma cuando le hacía caso.

La primera vez fue a los siete años, estaba con una compañera de cuarto, ella pasaba uno de sus juguetes a su dueña mirándola con entusiasmo. Sostenían patitos de hule, tenían gorros o pequeños detalles que les daba una aparencia diferente, para la castaña de cabello corto todos tenían el mismo nombre, por primera vez alguien le cambio los nombres. Era la pequeña rubia junto a ella con su pato de bailarina y uno disfrazado de doctor, ¡Como se atrevía! Una voz le decía que debía golpear a la niña, o meter uno de sus patos en su boca para que no volviese a hacerlo. Así lo hizo, sin descaro se lanzo encima de ella elevando su mano con fuerza metiendola junto con un pato en su boca, casi quebrandole los dientes a su compañera. Después llego el señor, la golpearon y castigaron en el cuarto abandonado del lugar, todo era frío, la pequeña entendió que esa voz es nueva, que sería su nuevo amigo, uno que le haría mucho daño.

Lauren siempre fue una pequeña feliz, viviendo en Estados Unidos de América era normal ver a una niña rellenita.
Jauregui siempre fue la excepción.

Para Clara tener una progenitora linda, arreglada y delgada es un sueño hecho realidad.
No aceptaría a uno de sus dos hijos si fueran como los demás, directamente para ella su apellido ya no estaría en sus nombres.

A los doce años se fugaba con compañeras a comer ahí fue cuando descubrió la exquisitez de la comida, el disfrutar de una buena hamburguesa o galletas de chocolate con relleno doble. Todos los días probaba nuevas cosas, hasta llegaba a robar dinero de la billetera de su padre, que nunca la descubría en el acto. un año después se empezaba a hacer notable toda la comida que era embriagable para la joven, corto la comunicación con sus amigas gracias a la amenaza de su madre, no volvería a burlarse de ella en su propia cara, no en su casa.

Todo regreso a los 18 años, que orgullosa de sí misma decidió tomar la independecia de su madre y familia entera. Su amor a la comida era más fiel y dulce que cualquier otro, quizás literalmente. El doctor le diagnóstico trastornos alimenticios a los veinte años, frustrada y después de caer en depresión gracias a eso, las horas de comidas aumentaron.

Los gastos técnicamente eran en supermercados o lugares de comida rápida, y esto hasta la fecha no ha parado.

Unhappy mealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora