Capítulo 4: Segunda hora.

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La tormenta cesó.

Las nubes se disiparon y al cabo de unos minutos, las luce volvieron a encenderse.

Ya empezaba a amanecer. El sol se encontraba haciendo acto de presencia para luego impactar sus rayos solares en toda Latinoamérica.

La paz volvió a mí y un cercano recuerdo me absorbió.

Aquí arriba se siente muy bien ¿verdad? La gravedad cero, esta hermosa vista... te hacen sentir como si estuvieras donde deberías de estar, te llena de paz ver la creación de Dios frente tus ojos, tan pura, tan inmensa y tan llena de vida... —Murmuró la Capitana O'nniel a mi lado. Sus ojos brillaban y con una sonrisa risueña, no dejaba de observar la grandeza que tenía enfrente.

—Así es Capitana —afirmé apartando mi vista de su rostro—, todo esto es muy hermoso.

—Qué lástima que no podamos quedarnos tanto tiempo... moriría viendo esto, daría lo que fuera por estar observando por más tiempo toda esta belleza.

—Por Dios, Capitana ¿no cree que es demasiado? ¿Qué hay de su familia? Debe de estar esperándola allí abajo, y usted sólo piensa en quedarse. —Le reñí y ella me observó frunciendo el entrecejo con burla.

Ya veo... no eres tan malo como todos dicen, Díaz.

¿Yo? ¿Malo? Dios santo, no crea en todo lo que le dicen Capitana, va a parar a loca. —Dije y ambos soltamos una carcajada, y allí, riendo, comprendí a lo se refería mí Capitana.

De repente, un ruido inusual nos interrumpió y lo siguiente que recuerdo fue una ola de caos cubriéndonos sin cesar.

Negué con la cabeza para quitarme la sensación de pánico que nuevamente se estaba apropiando de mí ser.

Recordar el rostro de O'nniel, sus palabras y su visión de la tierra, eran una de las cosas que había pasado por alto.

Ella y toda la tripulación de la misión.

Observé una vez más el reloj en mi muñeca derecha. Aún me quedaban menos de 3 horas de oxígeno lo que hacía que cada minuto, cada mísero segundo, sea más sofocante que el anterior. Pero era tan cobarde y masoquista, que prefería quedarme flotando hasta morir asfixiado a cortar todo el oxígeno de una vez y morir.

Era estúpido, pero no tenía más que esperar y seguir recordando.

El tiempo es contradictorio, amigo mío. El tiempo y el espacio a nuestro alrededor, son cosas totalmente misteriosas, no sabemos que hay más allá de ellos ni qué nos tendría preparado. —La voz de Charles resonó por la cabina de control.

—Es verdad —certificó Christina sonriendo—. Sin que te des cuenta, se te acabará el tiempo y luego no sabrás qué hacer cuando eso llegue.

—Pero mientras tanto, seguiré llenándome de mujeres y dinero. —Aseguré con una sonrisa socarrona.

En ese momento la tripulación negaba y se reía. "No tienes remedio" era lo último que me había dicho Charles antes del accidente. Antes de que terminara a la deriva observando lo que más le gustaba a la Capitana.

Último Aliento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora