Capitulo 12: La Fiesta (Parte 3)

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Suspiro cansinamente, metiendo las manos a sus bolsillos. Había bailado un rato con Temari y luego esta se había terminado lleno a quien sabe donde a hacer quien sabe que. Pero no era ella la que le preocupaba, si no Ino. Apretó sus labios mirando a su alrededor. La ultima vez la había visto bailando con Hyuga, y juraría que seguirían juntos de no ser por que vio al ojiperla de un momento a otro caminar raudamente hacia un extremo del salón para recargarse contra la pared con su típico semblante de hielo, donde estaba también Shino.

Frunció el ceño cuando de un momento a otro noto a más de una pareja mirar curiosos en la misma dirección, por no decir que la mayoría miraba cierto rato al mismo punto, para después volver a lo suyo. ¿Qué podría ser tan interesante en medio de la pista? Se movió, intentando esquivar varias personas para terminar visualizando una melena rubia moviéndose a la par de una silueta de cabellos ojos. Abrió los ojos como platos. ¿Ino bailando con Gaara?... ¿Gaara bailando?. No podía concebir las tres palabras en una sola oración, sonaba a disparate. Tuvo que parpadear continuas veces para asegurarse de lo que veía no era una ilusión, inclusive pensó en realizar el característico sello de liberación kai.

-Jeje ¿que sorpresa no? Parece que Ino-chan surte efecto hasta en los mas serios – comento un alegre Chouji, luego de tragar un pequeño sándwich.

¡Caray! ¿En que demonios estaba pensando Ino esa noche? ¿Acaso era la noche de ''baila con todos los tipos raritos y serios de la fiesta''?

Se autoregaño al instante al pensar en ello. Neji era su líder en turno en aquella misión, y si bien no eran precisamente los mejores amigos, si habían afianzado lo que podría llamarse una amistad a lo largo de los años y las misiones, pero es que el era tan… raro. Y que decir de Gaara, ok, también habían afianzado un lazo por sus constantes misiones en Suna y su convivencia con sus hermanos, aunado al hecho de que para Gaara últimamente se había convertido en algo muy importante el que lo reconocieran como un amigo, pero aun así el era tan….raro, igual que Neji. A Ino si que le encantaba rozar y meterse en ese tipo de líos. Uchiha, Sai, Kiba, Neji… Gaara ¿Kankuro, tal vez?. Arrugo la nariz al recordar eso. No es que su rubia fuese una wila, ni nada por el estilo. Si no que siempre terminaba fijándose en los tipos mas problemáticos del mundo, de una u otra manera. Sabia de sobra que su amiga era mas virginal que un cd compacto virgen en su propio estuche.

Primero estaba Uchiha. Si bien el era cosa del pasado, de su pubertad, el no se atrevía a mencionarlo frente a la rubia por miedo a desatar sus emociones. Había sido testigo de las duras noches en las que Ino solía llorar por la repentina partida del loco vengador Uchiha, noches en las que el prestaba su hombro para ser mojado por las lagrimas de la mentalista y sus brazos para rodearla y mecerla en busca de reconfortarla, todo por un tipo que no pensaba en mas que vengar su clan, que ni siquiera se había detenido una vez en su puñetera vida a mirar a la rubia de ESA forma. Estúpido. Y hace tiempo, al haber escuchado por boca de Sakura que le habían visto en una guarida del asqueroso Orochimaru, no pudo pasar por alto el tembleque en la barbilla de la ojiazul. Para su suerte esta prometió nunca volver a desmoronarse por el Uchiha, nunca jamás.

Y Sai… bueno... El era cosa aparte, desde que se habían conocido escucho a Ino comentarle a Sakura la nostalgia que le traía mirar a Sai, pues le encontraba mucha similitud con el Uchiha. Y no había ayudado en nada que este le llamara preciosa, para el gusto de Ino y para el disgusto de Sakura. Y para el disgusto de el, repentinamente el pálido pelinegro agarro un gustillo por Ino. Constantemente la seguía, la dibujaba, cuando se hallaban en una conversación siempre se refería a ella con adjetivos calificativos tales como ''preciosa'', ''hermosa'', ''guapa'', ''muñequita''. Aquello le desagradaba, aunque a Ino parecían gustarle todos esos halagos que le regalaba el pelinegro, junto con esa rara obsesión que tenia el para con ella de andarla dibujando en constantes ocasiones y en diversas poses o situaciones. Era cosa de artistas, supuso en un principio. Pero aquel día en que encontró a Sai regalándole flores a la rubia supo que era algo mas, que la Yamanaka se había convertido, además de objeto de inspiración, en objeto del deseo y del amor que comenzaba a descubrir y a conocer el perteneciente a la raíz, sentimiento que florecía en el por primera vez en su triste vida.

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