― ¿Jungkook? ―me llamó. Despegué los ojos de los fideos y levanté la vista. Seokjin me observaba atento. Sus labios se fruncían ligeramente, igual que sus cejas. Con una mano sujetaba los palillos. La otra estaba descansando a un lado de su plato. Supe, entonces, que había estado hablándome y yo no le había escuchado. Intenté recordar algo, lo que fuera, de lo que salió de su boca pero no pude. Jin separó los labios para hablar otra vez. Creí que me reprocharía algo, mas no lo hizo—. ¿Amor, estás bien? —al ver que no respondía dejó de comer, devolvió los palillos a la mesa y se levantó de inmediato para acercarse a mí. Quedó de cuclillas a mi lado. Yo me giré para tenerlo frente a frente—. Te he visto con la misma cara desde que llegué. ¿Está pensándote algo, bebé?
Quise decirle que sí. Que habían venido a tocar mi puerta en la madrugada y una hora antes de que llegara. Que había soñado un sobre blanco y ahora también lo habían colado bajo la entrada. Quise decirle que todo ese asunto no me parecía coincidencia, sin embargo, negué con la cabeza. «No te sugestiones» me había dicho Jimin. No lo haría.
¿Que pasaría si descubría que todo ese asunto de los golpes y la carta era una absurda broma? Quizá fuera una admiradora. Me había enterado por ahí que varias alumnas del instituto tenían un gusto en común y ese era yo. Tal vez había alguna que, pilla, me siguió hasta el piso. Había localizado dónde vivía y tocaba a la puerta varías veces sin atreverse a hablar. Quizá fuera más tímida de lo que pensó y no fue capaz de otra cosa más que dejar una carta bajo mi entrada. Eso tenía sentido. Ya indagaría en el campus para descubrir a la anónima.
Inhalé profundo y exhalé despacio. Seokjin llevó una mano a mis cabellos y los acomodó detrás de mi oreja. Seguía esperando mi respuesta con paciencia.
Lo analicé un poco. Sus ojos brillaban debido a la luz, tenía las cejas bien hechas y de una forma preciosa que enmarcaba su fino rostro. Llevaba un poco de bálsamo en los labios y el cabello ondulado. Todo conducía a que venía directo de alguna sesión –porque sí, mi novio era modelo– directo a mi casa sin descansar siquiera. Debía estar muerto.
No obstante, en ningún momento flaqueó ese semblante imperturbable suyo. Parecía tener energía de sobra. Pero yo le conocía y sabía que él, por muy agotado que se sintiera, jamás me lo haría saber. «Vengo aquí para verte y pasar tiempo de calidad contigo, Jungkook. No para hablarte de mis dolores» me dijo una vez. Habíamos tomado un baño juntos y yo no había pasado desapercibida la tensión en sus hombros. Terminamos en mi cama. No haciendo el amor. Simplemente pasando el rato y yo, procurando consentirlo. Él se había sentado al borde del colchón y yo me había colocado, de rodillas, detrás de su espalda para hacerle un masaje en los hombros. Esa noche Seokjin había dormido como niño.
Negué con la cabeza por fin y Jin me sonrió.
—Nada por lo que preocuparse. Es solo que me siento un poco cansado. Fue un día duro en la facultad —se rió. Con calma fue poniéndose erguido.
Sin embargo, no tardó mucho de pie. Una vez que yo hubiese regresado a mi posición inicial, Seokjin se sentó en mi regazo. Con ambas piernas alrededor de mí y ambos brazos rodeando mi cuello se sujetó.
—Déjame recargarte las pilas, entonces. Seguro que te quedas con energía hasta el próximo mes —me dijo antes de abalanzarse a mi boca. Lo apreté de la cintura, restregándolo contra mi pe dormido. Solo estaba avisándole que se preparara porque esa noche no iba a descansar.
A las 11:40 pm terminamos en mi cama. Seokjin encima de mí. Con las piernas bien apretadas a cada lado de mi cintura y su mejilla sobre mi pecho. Mis manos le rodeaban la espalda. Las sábanas blancas que nos cubrían hasta la cintura jamás se habían sentido tan frescas y suaves como en ese momento.
Desde mi posición, apenas podía ver el rostro de Jin. Tenía los ojos cerrados y un puchero en la boca. Respiraba quedito, como si se hubiese quedado tranquilo. Por un buen rato, su aura me transmitió paz haciéndome olvidar de todo a mi alrededor. Mis manos se movieron solas. Una corrió a acariciar su cabello y otra, su espalda de arriba a abajo. Un ruidito de placer salió de sus labios.
—No te detengas —balbuceó. Sus belfos me hicieron cosquillas en el pecho. Me reí. Lo sentí sonreír—. Me fascina descubrir cosas nuevas en ti, Kook. Por ejemplo esto —me dijo antes de comenzar a besar una zona debajo del pezón izquierdo. No pude evitar echarme a reír. Con el fin de hacerle parar, lo apreté contra mi pecho.
—Ya, ya, amor, ya. Basta —escuché su risa vacilar. En un movimiento rápido se metió el pezón en los labios. El cielo me nubló la vista. Su lengua chupaba y los dientes apretaban. Uff.
—Es muy temprano todavía para ir a dormir, Jungkook. Y yo quiero sentirte más. Quiero sentir que me amas y que te desesperas cuando no estamos juntos.
—¡Ah! —jadeé. Su boca hacia maravillas. Entre gemidos y demás, lo hicimos de nuevo.
Terminamos cansados y bañados en sudor. Pero, parecía que a ninguno nos molestaba ese hecho. Después de que Jin se acomodara en la cama y me dejara abrazarlo, caímos dormidos.
Esa noche vi otro sobre blanco en mi sueño. Era de tamaño mediano y tenía mi nombre inscrito en él. Y, para no variar, a las 3:40 de la madrugada, tocaron a mi puerta.
Toc, toc, toc...
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Toc, toc, toc. »jinkook
Mistério / Suspense« En el piso 300 en un apartamento en Yogsan-gu, Jeon Jeongguk, un profesor de Filosofía Moderna comienza a recibir, tras varios golpes en la puerta de entrada, unos misteriosos sobres blancos con su nombre inscrito en él. Podrían haber sido de algu...