Capítulo 3: ¡Al ataque!

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Patrick

Jodiendo, esa mujer tenía que estar completamente jodiendo. Había pasado la mejor noche de su maldita vida con ella y sólo pretendía que la olvidara, así sin miramientos. Me sentía irritado, humillado y de muy mal humor.

Cuando entré a mi nuevo apartamento en la zona más lujosa de la capital, podía ver a través de mis panorámicas las grandes luces de aquel hotel, el hotel donde había estado con ella. Donde había cogido con ella. Donde la tomé y la hice mía varias veces. Donde ella gritaba de placer por mí.

Ciertamente habíamos estado tomando, pero el morbo y la atracción que sentimos al chocar las miradas no se podía discutir. En el mismo momento en el que la vi esa noche, sabía que iba a ser mía, se veía increíblemente sexy en ese vestido negro, derrochaba inocencia y sensualidad al mismo tiempo, su olor, su sabor y sus movimientos, esa capacidad de tomar las riendas me habían dejado alucinando.

Ni se imaginan lo irritado que estaba al día siguiente cuando me di cuenta que había huido ¿Cómo era posible que lo había dejado así como así? No habíamos intercambiado nombres, sólo nos habíamos dejando inundar en la pasión. Había estado emocionado por ver qué me deparaba en la mañana, pero cuando sentí  frío el sitio junto mi en la cama, había tomado un humor de perros. Sólo sus bragas se quedaron. Para completar el lunes tendría un atareado día, desde la primera hora de la mañana que empezaba hasta la noche. Acababa de graduarme como Contador Público y mi padre me había estado insistiendo en trabajar para una gran firma que formaría con un bufete de abogados. Como se le veía tan entusiasmado, no pude decirle que no.

Gracias a Dios no me negué.

Al recordar el gesto incómodo de Clarisa, no podía evitar soltar una carcajada. Tenía que atrapar a esa mujer, aunque para ella era un muchachito.

¡De ninguna manera la dejaría escapar, no una segunda vez!

De recordar sus sensuales curvas y sus dulces pechos me volvía a poner duro. Sonriente, me acosté y me deleité recordando cada minúsculo detalle de esa noche, cada sabor, cada sensación y como un colegial, decidí poner mi mano a trabajar hasta desfallecer.

Mañana la veré.

Cuando los rayos del sol entraron en mi habitación, modernamente decorada, me percaté de mi erección que claramente se debía a los sueños con Clarisa. Con cuidado,  bajé de mi gigante cama y me metí en la fría ducha. Hoy la volvería a ver otra vez, así que tendría que usar todo mi armamento. Saqué un traje oscuro que me había obsequiado mi padre y lo combiné perfectamente con una corbata de color rojo. Clarisa, con la edad que tuviese, debía verme como el hombre que soy.

De repente un sonido me sacó de mis pensamientos, mi móvil. Tenía un mensaje.

Patrick ¿Hoy me ayudarás?

Le había olvidado decirle.

Lo siento, hoy no podré empiezo mi nuevo empleo. Mañana en la tarde me pasearé por allí.

Tecleé una respuesta rápida y me dirigí a la cocina por mi complemento de cafeína.

Prepárate Clarisa, pensé.


De camino no podía borrar la sonrisa estúpida que tenía en mi cara, quería ver su rostro enojado, me causaba bastante gracia la timidez que reflejaba.  Yo la intimidaba. De pronto, para mejorar mi humor una voz familiar se apoderó de la radio.

Alejandro Fernández.

Y yo no sé olvidar, como lo hiciste tú.

Reí a la ironía y le di más volumen. El destino estaba de mi lado y me lo estaba demostrando.

Aparqué en el edificio y pude observar su Fiesta Power de color plateado ya estacionado y se dibujó una sonrisa aún más grande en mi rostro. La batalla estaba a punto de empezar.

Cuando entré al lugar, pude notar que estaba fielmente ordenado y organizado por despachos, oficinas y escritorios. Tenía un estilo rústico por toda la madera pero clásico y elegante por las pinturas que allí estaban y el color de sus paredes. Me acerqué a la recepcionista con una sonrisa.- Buen día, soy Patrick Montenegro, nuevo en la firma, le podría indicar al señor Burgos mi llegada-. Le pregunté amablemente.

Sin mal no recuerdo Clarisa era la asistente y secretaria personal del abogado, no me vería mal comenzar el día admirando su belleza.

-Ok Señor Montenegro, si desea puede sentarse-. Respondió la señora tras el escritorio y me dirigí sentarme.

Estaba impaciente, jugueteaba una y otra vez con mis dedos. Esta mujer se estaba metiendo bajo mi piel y me estaba gustando. Nuevamente mi teléfono vibró interrumpiendo mis pensamientos y saltó otro mensaje a la pantalla.

Hace bastante tiempo que no nos vemos, llámame. Daniela

Sonreí y decidí no responder. Daniela era belleza brasileña con la que había tenido rollos más de una noche, era voluptuosa y atractiva, el sexo con ella era placentero, pero sólo eso nada más. Placentero como comer pizza, placentero como fumar, placentero como beber agua. Nada más. Ahora tenía en mente otro objetivo: Clarisa Bustamante, costara lo que costara.

-Señor Montenegro-. Me llamó la secretaria.

-Si, dígame-. Respondí de inmediato mientras me acercaba a su escritorio.

-Suba el ascensor al tercer piso, allí lo espera el señor Burgos-. Me dijo con una sonrisa y rápidamente me dirigí al sitio indicado.

Cansada de ser yo (+18 Adulto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora