Capítulo 5: El juego

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Patrick


Desperté con un terrible dolor de cabeza. La noche anterior no había podido pegar un ojo.

Había perdido la guerra, sólo me quedaba esperar. Cuando miré mi reloj y vi que faltaba una hora restante para que sonara la alarma,  por lo que decidí ponerme mis zapatos deportivos y salir a trotar.

Luego de esa satisfactoria hora de trote, monté mi cafetera y me perdí en la ducha.

Todavía no había podido disminuir mi enfado, esa mujer estaba provocándome un terrible dolor en las pelotas.

De camino el tráfico tampoco estaba a mi favor, tardé aproximadamente media hora más de lo normal en llegar a la universidad, tenía un enorme compromiso al que no podía faltar. Cuando entré a la facultad busqué entre la multitud el rostro familiar y me acerqué con una sonrisa.

-Buen día señor Zabaleta ¿Qué tal?-. Pregunté estrechando su mano.

-Bien gracias Patrick, me alegra que vinieras. Por favor vayamos al salón-. Respondió y nos dirigimos apresuradamente al lugar.

Una vez allí comencé a examinar y estudiar las cuentas que mi antiguo profesor tenía a cargo. Al cabo de una hora había terminado, justo a tiempo para que la clase empezara. Al levantarme noté unas risitas provenientes de unas alumnas que me miraban de manera descarada por lo que les sonreí.

-Gracias por venir Patrick, mañana tienes asesoría-. Me informó un aliviado señor Zabaleta.- Aunque no dudo que las quieran ahora-. Dijo y miró al grupo chicas que secreteaban mirando en nuestra dirección.

Sonreí y negué con la cabeza.- Me disculpo, tengo que ir a trabajar-. Respondí y me retiré del lugar.

En mi clase, me había convertido en el del más alto desempeño y encantado el Señor Zabaleta, un buen hombre, trabajador aunque ahora lleno de canas con una presencia prepotente, me ofreció un pequeño cargo junto a él con el que me había mantenido humildemente hasta hora, pero con mi nuevo empleo ya era hora de decirle adiós y comenzar a avanzar.

Manejando de regreso a la oficina me sentía un poco impaciente ya que quería, no, necesitaba llegar, el tráfico ahora estaba un poco más calmado pero las ganas de ver a Clarisa eran tremendas, definitivamente esta mujer estaba jugando con mi fortaleza.

Cuando llegué al edificio esquivé con rapidez a cualquier grupo de personas, saludándolas sólo con gestos, apresurando mis pasos. Por suerte, me subí al ascensor justo cuando puertas se estaban cerrando y respiré aliviado, sólo hasta notar por los espejos quien estaba justo tras de mí. 

Rodrigo Cruz o como yo lo conozco, el cabrón que le quitó la novia a mi mejor amigo y la convirtió en su amante.

Años atrás, cuando estaba en la universidad, había tenido par de encuentros con este sujeto quien por alguna razón conoció a Eva, la que en ese entonces era la novia de mi mejor amigo y la engatusó  para luego convertirla en su amante. Mi amigo Gerardo y yo habíamos hecho hasta lo imposible para fastidiarlo, desde rallarle su auto con, enviarles correos electrónicos a su esposa, asaltarlo con huevos, hasta peleas. puño a puño, en efecto él nos denunció y terminamos pagando horas de servicio comunitario.

Con el paso de meses, Gerardo decidió parar las bromas para poder superar la traición de Eva maduramente, pero ahora cuando creí haber olvidado aquel incidente, ésta alimaña está detrás de las faldas de Clarisa y sé que hará lo imposible para conquistarla. En un tenso silencio, subimos sin intercambiar ni siquiera una bocanada de aire, hasta que se bajó en el segundo piso pasándome por un lado y golpeándome con su hombro. Respiré y aguardé que las puertas se cerraran. Cuando llegó mi turno de bajarme, tomé una calada de aire y pulí mi sonrisa.

Al abrirse las puertas, me revelaron a Clarisa parada de espaldas frente a su escritorio, llevaba una corta y sensual falda color vino dejando a la vista un delicioso culo y una blusa negra transparente la cual revelaba sus sostenes atigrados, llevaba su cabello recogido y un dulce perfume florar que penetró rápidamente mi olfato, haciendo a mi verga palpitar.

Caminando hacia ella subí y bajé mi mirada por su cuerpo viendo como intentaba de una manera especialmente erótica, acomodar el cuadro torcido encima de su escritorio.- Pero qué buena bienvenida me das-. Le anuncié a medida que me acercaba haciendo que se girase sorprendida y el cuadro cayera de sus manos, reí en respuesta y me apresuré a ayudarla.- Pero qué nerviosa te pongo ¿No crees amiga?-. Pregunté esperando ver sus mejillas encenderse.

-Hola, amigo-. Respondió haciendo énfasis al mismo tiempo que se agachaba a recoger el cuadro haciendo marcar más su culo en la apretada falda.- Así no miran los amigos a sus amigas ¿No?-. Preguntó claramente ruborizada y lanzándome una mirada voraz.

Sonreí y me giré hacia mi escritorio.- Pues para que sepas tengo una mirada muy amigable ¿No crees?-. Contra ataqué y pude oír su risita.- Anoche me dejaste de responder, deberías de aprender más de amistad-. Le recordé y giré a ver su expresión.

Ruborizada, comenzó a jugar con un mechón suelto.- Eh, bueno estaba pendiente de otra cosa-. Respondió mirando a todos lados menos a mi. Claramente estaba mintiendo.

-¿Con que eso?-. Me limité a decir y me senté en el escritorio frente a ella.- Será mejor que empiece a trabajar-. Agregué para finalizar y encendí mi ordenador.

De reojo, podía sentir como repetidamente me lanzaba miradas curiosas hasta que alcé la vista para sorprenderla y al hacerlo desvió rápidamente la vista a su laptop, por lo que sonreí para mi y continué trabajando. Ella quería que entrara en su juego, así que me comporté de la manera en la que ella me lo había pedido "trabajo es trabajo", me repetí una y otra vez.

Definitivamente estaba en su juego y no iba a perder.

Cansada de ser yo (+18 Adulto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora