Niall.
Eran días como estos en los que agradecía vivir en Los Angeles, estábamos en pleno invierno y, sin embargo, yo todavía podía dormir con unos pantalones de franela y una camiseta manga corta, además del único cobertor encima. Era todo un lujo en estas épocas no tener que salir con miles de capas de ropa encima.
Me dirigí a la pieza de invitados para ver si Diana se había despertado y no, seguía ahí, se veía muy cansada, pero el color natural de Didi volvía de a poco.Estaba completamente destapada, para variar, era imposible que durmiera con frazadas encima, ya que tan pronto como sus ojos se cerraban se apoderaba del cobertor para luego botarlo. Reí al recordar una situación en particular, en los primeros días que vivíamos juntos, Diana juraba que era mi culpa el que despertásemos destapados, ya que, nadie antes le había dicho que ella había hecho eso, así que un día mientras tomaba una siesta la grabé para que observara que no mentía, se avergonzó por lo que hacía, pero eventualmente comenzó a decir tan sólo comenzásemos a colocar más frazadas (aunque era en vano, terminaba botándolas de igual forma).
Recogí las frazadas del piso y tapé a Didi con ellas, al acercarme fijé mi mirada en las bolsas bajo sus ojos, que habían comenzado a aparecer desde el día en que me fui, bajé hasta sus labios, que se encontraban resecos y partidos, sentía que hace siglos los había besado.
Negué y me alejé, no sé a quién trataba de engañar, probablemente nunca los volviese a tocar de nuevo. Traté de distraerme recordando que tenía que llevarle los medicamentos y el desayuno antes de que despertara, pero se veía tan serena durmiendo, había olvidado lo hermosa que era, Dios, me sentía tan estúpido, Diana se había alejado de mí no porque andaba con otro, era por su enfermedad, ¿cómo caí tan bajo?
Era uno de esos días donde lo único que deseas es llegar a casa a acostarte y dormir, aunque claro, siempre y cuando fuese con Diana al lado. La puerta negra del estudio se abrió y Hailee entro una vez más, los últimos meses habíamos estado trabajando juntos en una canción y la colaboración con ella estaba quedando genial.
-¿Qué está mal Niall?-se sentó a mi lado.
-Tengo un poco de sueño, ayer Didi no durmió conmigo y bueno, nunca descanso si no estoy con ella-le expliqué a mi amiga Hai.
-¿No durmió contigo?-dijo extrañada- ¿Por qué?
-No lo sé... ayer por ahí de las dos se levantó y no volvió al cuarto... hoy la vi para desayunar pero nada más-bufé.
-¿Y fue solo ayer?-me puse a pensar y la verdad es que no, llevaba asi ya más de dos semanas-Creo que no...
-¿Haz pensado en que quizás te engaña?
Mi corazón se detuvo por un segundo en pensar que Diana fuera capaz de estar con otro hombre, pero ella no era así, no podía. Miré a Hailee melancólico y negué.
-Me iré a casa, mañana terminamos, ¿sí? -me levanté, tomé mis cosas y me fui de ahí.
La duda seguía en mi cabeza, pero no me gustaba desconfiar de Didi, yo la amaba tanto como ella me amaba a mí, estaba seguro de eso. Habíamos pasado por muchos altos y bajos como para dudar de ella en estas etapas de la vida, aunque... Hailee tenía un punto, hace un tiempo que Diana estaba extraña, acercándose cuando era solamente necesario y cortante, ¿podría ser?
Aún recuerdo nuestra promesa de no más secretos.
Se me escapó una lágrima al recordar cómo nuestra relación comenzó a hundirse, ese había sido el comienzo del final.
Las manos de Didi ya refregaban sus ojos por instinto y supe que estaba pronto a despertar. Me levanté rápido y salí de su cuarto camino al baño con un nudo en la garganta que cada vez se hacía más imposible contener. Al llegar cerré la puerta con cuidado para no hacer sonidos fuertes y me quedé apoyado en ella, ordenándome a que respirara e inhalara para calmarme. Tan pronto como deslicé la puerta corrediza de la ducha el nudo se deshizo y las lágrimas de mi ser comenzaron a mezclarse con el agua que caía. No quería perderla... no podía perderla, porque si la perdía una parte de mí se iría con ella y temía no superarlo jamás, no volver a ser yo de nuevo sin mi mitad. Una mezcla de enojo y miedo me inundaban desde la noche en el hospital, y no me había permitido desahogarme hasta ahora, donde planeaba ordenar mis sentimientos en un mísero intento de sentirme mejor.