Yon: Elíxires

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Siete veintidós de la tarde. Las exhalaciones de la muchacha no sincronizaban con sus latidos, las manos con las que sostuvo el teléfono estaban húmedas y resistía la tentación de tocar sus cabellos recién endurecidos por la gomina.

Miró a un espejo que estaba en el pasillo. A pesar de que el tuxedo cubría parte de sus manos y se acampanaba en sus tobillos, Luna supo que su madre había escogido un excelente traje para ella... ¿Pero cómo vestiría la mujer en la tarde? Solo podía debatirse entre las fantasías y la curiosidad, tanto al prepararse como al recoger a su pareja.

Arreglándose por última vez el moño de la corbata, decidió plantarse frente al cuarto de sus padres y llamó a la puerta tocando tres veces la madera.

—¿Sí? ¿Quién es?

—Eh... soy...

—¡Ah, Luna! Espera un momento...

Pasos taconeados, una rápida y torpe manipulación del pestillo y súbitamente, la puerta estaba abierta. Rita sostenía con una mano la perilla, mientras que con la otra afirmaba el escote de su vestido.

—Vaya. Sabía que este tuxedo te quedaría fenomenal. De hecho, te ves tan tierna...

—Mamá...

—...que si tuviese veinte años menos, te comería a besos...

—¡Mamá! Detente, por favor... me va a dar mi decimonoveno ataque nervioso...

El rubor invadió por completo la cara de la muchacha, escondiéndose tras sus manos y evitando la mirada a su madre. Pero la mujer sonreía a la joven.

—Bromeo, bromeo. Sabía que este traje te quedaría perfectamente. Al principio, Leni lo hizo como un regalo para Bobby... Pero él ya había recibido otro por parte de Carlota...

La perorata sobre chismes pareció alargarse por unos minutos en la mente de la rockera, quien no despegaba sus ojos del escote censurado por el brazo que aún sostenía el pliegue del vestido dedicado a su pecho.

Al no ser la muchacha sutil, Rita se dio cuenta del mirar de su hija.

—Luna... pórtate bien. ¿Quieres abotonarme el vestido, si no te molesta?

La rockera salió de su trance, espabilando y apresurando sus manos a los botones. El ocasional tacto con la piel no ayudaba a la muchacha concentrarse en su tarea. Empero, Rita no parecía incómoda en ese momento. ¿Quizás lo estaba disfrutando...?

—Gracias, querida. ¿Qué te parece? Me queda bastante bien, ¿no crees?

Habiéndose incorporado de la cama, Rita giró sobre sí un par de vueltas para mostrar por todos los ángulos su vestido. No era muy largo -al combinarse con el movimiento terminaba por revelar suficientemente las piernas; "Esos muslos van desde aquí hasta el Polo Norte", pensó la muchacha-, resaltaba las curvas de la mujer ahora bien ceñido y el escote solo se extendía hasta el diafragma.

—S... sí... Me arrebata el aliento...

—¡Qué dulce! ¡Gracias, Luna!

La rockera se vio envuelta en un cálido abrazo que aterrizó su rostro entre los suaves y perfumados senos de su madre. Cuando se dio cuenta del lugar en el que estaba, no pudo evitar devolverle el gesto -poniendo sus manos tras la cintura de la mujer- y reposar su cabeza en el escote.

"Oh, Mick. Ojalá este abrazo nunca termine... Estoy tan bien acá..."

Un tímido beso en la frente por parte de Rita expulsó a Luna de su ensoñación, limitándose a mirar desde el escote a la mujer.

Entrevistas con Rita LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora