CAPÍTULO 3: Raro

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Unos días después, en medio de la clase, tuve un ataque de pánico.
No podía respirar correctamente, no podía dejar de temblar, tampoco me podía calmar. Los murmuros de mis compañeros, la voz del profesor, el sonido del reloj, el marcador sobre el tablero; el ritmo acelerado de mi corazón se expandía por todo mi cuerpo, rezonaba con mayor fuerza en mi cabeza. Movía mi pierna de arriba a gran velocidad impulsado por la parte superior de la planta de mi pie derecho, sin separarlo del suelo, como un tic nervioso. Llevé mi mano a mi rostro y con mi dedo pulgar y corazón apretaba mi labio inferior y de momentos mordía la uña de mi dedo índice.
Mi mente se había vuelto un vórtice de dudas existenciales, en el que me preguntaba: ¿cuál era el punto de estar vivo?
Me sentía abatido todo el tiempo por el dolor de las memorias, las alucinaciones, los desmayos inexplicables, el dolor físico y además, sufrir el rechazo de la única persona que en lugar de darme su apoyo, me dio la espalda. Mis ojos se llenaron de lágrimas con la aparición de vagos pero preciados recuerdos de momentos que mi madre y yo construimos.

Entre la agonía, logré resistir y no dejé escapar ni una sola lágrima. Con apenas unos leves movimientos de cabeza observé mi alrededor para asegurarme de no estar siendo observado por ojos indesiables.
Al devolver mi mirada al frente, lo vi nuevamente. La infante versión de mí.
-No puedo desaparecer - dijo con voz temblorosa - estoy en tu cabeza.
Me sobresalté, como consecuencia me puse de pie de golpe, por suerte no grité, pero aun así, estoy seguro de que todos me miraban.
Salí corriendo sin pensarlo dos veces.
Al ser una hora en que las clases estaban siendo impartidas, los pasillos estaban desiertos. Miré hacía atrás y vi como era perseguido por mi propia ilusión.
-¿Por qué huyes? - Exclamó en la distancia. - ¡No me dejes solo!
Entré en pánico y cerré los ojos deseando que desapareciera como la última vez.

...

-¿Jace? - Alguien me hablaba. - ¿Estás bien? - Traté de abrir los ojos.
-¿Eh? - Mi cabeza daba vueltas - ¿Dónde...? - no pude terminar la pregunta.
-En la enfermería bello durmiente - respondió Zyan comprendiendo lo que quería saber.
-¿Cómo llegué aquí? - Observé mi alrededor tratando de sentarme en la cama para ordenar mis ideas. Al oír mi pregunta Zyan torció los ojos.
-Leonardo te trajo - negó con la cabeza, lucía molesto.
-¿Leonardo? - Pregunté extrañado alzando la voz de la impresión.

"Debí dejarte tirado"

Recordé aquellas palabras.


-¿Dónde está Leonardo? - Pregunté. Zyan dejó caer sus hombros para relajarse en la silla junto a la cama, donde él se encontraba sentado.
-Se fue - rio para si mismo - cito: no me apetece respirar tu mismo aire, te dejo a solas con tu novio - me miró - voy a estrangularlo algún día - continúo molesto con ojos que lucían como un completo lunático a punto de cumplir la locura que decía. Yo no pude evitar reír, él también rio.
Luego hubo unos segundos de silencio y su sonrisa se esfumó. - ¿Qué sucedió?
Mi sonrisa desapareció.
-Tuve un ataque de... migraña... era Insoportable seguir en el salón - finalicé.
-¿Hasta cuándo vas a mentirme? - continúo sin una pizca de su tono habitual en el que todo era divertido e intrigante. -¿Debo seguir fingiendo que creo en tus patéticas excusas?
-Estoy bien... - lo miré. No lucía satisfecho con mi respuesta. Quité la mirada. - Lo siento. - Zyan suspiró. - ¿Qué hora es? - Pregunté. Se puso de pie.
-Son las tres de la tarde, ya acabaron las clases - se sentó en la cama. - Hazte a un lado - se acostó a mi lado, casi aprisionándome, debido a que yo estaba cubierto por la sábana y él se acostó sobre ella. - ¿Puedo preguntar algo? - Rompió el repentino silencio con su mirada fija en el techo, para evitar mirarme a los ojos.
-Supongo que sí - respondí copiando su acto y dirigí mi mirada al techo. No había nada interesante en él, pero era un punto para evitar el contacto visual.
-¿Cómo es tu relación con Leonardo?
-¿Huh? - Me sorprendí por unos segundos debido a esa pregunta, más que nadie debería saberlo. - No es diferente a lo que ves, él por alguna razón no me soporta y para mí, tampoco me es agradable su presencia. Por lo que no entiendo que motivos tuvo para traerme aquí, algo debe tener en mente. Dicho eso, ¿qué sucedió? ¿por qué Leonardo me trajo aquí?
-¿No recuerdas nada? - Intentó indagar.
-No... - Finalicé.
-Si me preguntas, fue algo raro... - frunció el ceño - y no he podido dejar de pensar en eso.
-¿Qué sucedió? - Me invadió la curiosidad al ver la expresión alarmante en el rostro de Zyan.
-En el momento que saliste el profesor te llamó pero obviamente no te detuviste, pero él lo hizo por un instante, pensé te perseguiría pero no lo hizo, de repente miró a Leonardo y dijo: joven Wimbley, el joven Connor es su compañero de cuarto, ¿no es así? Vaya por él. - Zyan rió. - ¿Vaya por él? - enfatizó la frase con indignación. - ¿Acaso es un perro? - reí levemente. - ¿No debió haber ido él mismo? - pausó.
-Es algo raro pero tampoco creo que... - me interrumpió.
-Eso no fue lo más raro, fue el momento en el que Leonardo se puso de pie sin rechistar cuando lo curioso comenzó. Él se acercó al profesor y le dijo algo que nadie logró escuchar, el profesor luego lo miró algo confundido y se limitó a asentir.
-¿Qué le habrá dicho? - Me pregunté en un susurro.
-Es lo que me gustaría saber - suspiró. - Luego de aquello, Leonardo salió del salón caminando con toda su paz pero, una vez cruzó el umbral de la puerta y desapareció de nuestro campo visual pude escuchar como sus pasos tomaron velocidad, estoy seguro que comenzó a correr detrás de ti.
-¿Y luego? - Me encontraba inmerso en el relato.
-Luego el profesor nos mandó a callar y continúo con la clase como si nada.

Noches de Invierno (Gay-Yaoi)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora