Capítulo 3: Noche en Nekoma.

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Hacía un año que no tocaba una piel tan suave como aquella. ¡Ni siquiera eso era cierto! Había estado con chicas y hasta con algún chico de otro equipo, algunos era posible que tuvieran un tacto como aquel pero... el de Tsukki siempre le parecería especial aunque fuera igual en realidad.

Sus besos, algo que parecía tan simple como un leve contacto entre sus labios, le traían miles de sensaciones y recuerdos. ¡Nunca le había olvidado! Amaba demasiado a ese chico que le había dejado con el corazón hecho pedazos. Se refugió en sus estudios, en el voleibol pero... nada había cambiado en realidad. Su juego había mejorado... pero nada más, sus sentimientos seguían igual de confusos que hacía un año.

Tsukki abrió los ojos un segundo al sentir cómo su espalda chocaba contra el colchón, ladeando el rostro para ver sobre la silla la chaqueta del Nekoma con ese número bordado en él. Kuroo ya era capitán de nuevo. Él tenía ese don para el liderazgo, ya lo había sido en el Nekoma del instituto y ahora volvía a reafirmarse en la Universidad.

Por un momento, se sintió atascado. Él apenas había cambiado, siempre obedeciendo a su padre y sus expectativas, abandonando sus sueños por hacer realidad los de la familia, siendo sólo uno más en el equipo, viendo cómo otros eran más efusivos que él a la hora de jugar. Resopló al darse cuenta, sólo con Kuroo entrenaba en serio, sólo él había sacado todo su potencial y ese último año... lo sentía como una absoluta pérdida de tiempo.

Con su dedo índice y corazón, Kuroo desplazó el mentón de Tsukki para que le mirase. Al moreno no le gustaba que después de haberle incitado, se distrajese con cualquier otra cosa.

- Ey... - le susurró Kuroo cerca de sus labios, consiguiendo que finalmente, el rubio se fijase en él, paralizado como estaba, casi esperando una respuesta por su parte.

¡Se perdió en sus ojos! No es que los ojos de Kuroo tuvieran un color peculiar, o que tuvieran una belleza más propia de otro mundo que de éste, no... eran unos ojos muy normales, pero le gustaban e hipnotizaban. Tenía esa clase de ojos que le hacían parecer interesante, que indagaba hasta lo más hondo de tu alma y conseguía adentrarse casi en tus propios sentimientos y pensamientos, era una mirada de la que Tsukki jamás podía escapar. Ni siquiera jugando a voleibol había conseguido esquivarla, él siempre acababa descubriendo sus movimientos.

- ¿Te distraes? – preguntó Kuroo con una gran sonrisa en su rostro.

- No – respondió casi en un susurró Tsukki – no me distraigo.

¡Quería estar ahí! Hoy sólo quería estar precisamente en esa cama con él y ya mañana... se lamentaría de lo que hiciera hoy, pero ahora mismo, era lo único que necesitaba.

Sus labios se unieron una vez más, en esta ocasión, con mucha más presión y fogosidad que la de antes. Todavía recordaba todos los hechos de su relación, esos sentimientos seguían en él, tan intensos como el primer día. Kuroo siempre había sido puro fuego, enérgico y sentimental. Eso es lo que más le gustaba de él. Era un chico tan inteligente y, a la vez, era capaz de dejar todos sus pensamientos atrás para conseguir que sólo sus sentimientos se desbordasen en esos momentos juntos. Apartaba toda lógica y se abandonaba a la pura confianza con él incluso después de haberle traicionado como lo hizo.

Su respiración empezó a acelerarse en cuanto se dejó llevar por aquellas caricias del moreno. Sus manos subían por su cintura hacia el torso, quedando finalmente en el cuello del rubio. Podía sentir la presión de la mano de Kuroo, ese pulgar que se movía por su mejilla con dulzura sin ser capaz de deshacer el beso, sino todo lo contrario, intensificando aquel juego que hizo que finalmente Tsukki cerrase los ojos y disfrutase del momento.

Apuntando a la luna (Haikyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora