Capitulo 7

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Madre mía, que estrés y lo peor de todo que al parecer Héctor está empeñado en seguirme a todas partes.
Aún siento mi corazón latir desbocado en el momento que lo he visto venir a buscarme a mi trabajo y lo feliz que me ha echo al traerme a casa.
A pesar de repetirme mil trescientas veces que no puedo ni debo aspirar a nada más con él, salvo ser su amiga, no soy capaz de controlar mi corazón. Es injusto sentirse atraída por un hombre al cual solo consideras tú amigo, cuando por dentro estallo de amor e ilusiones hacia él.

En fin, unos nacen con una estrella y otros nacemos estrellados.

Sólo me bastó verlo como hablaba con aquella mujer en el restaurante cuando había quedado supuestamente conmigo, para intentar ser valiente de no volver a caer en su encanto para no salir lastimada.
Por un lado, debí haberme ido por orgullo, pero como estaba en un restaurante elegante y quería cenar algo que no fuera comida chatarra.
¿Porqué no iba a quedarme y probar la comida que yo sirvo en mi trabajo?
Tomé asiento y tras mirar el menú y pedirme una botella de vino, cené como una marquesa, y gratis.
Entonces entendí que de nada servía enfadarme, mejor ser su amiga a no ser nada.

Nada más dejar a Marina en la guardería, me fui directa hacia casa, necesitaba dormir más que el comer.
Por lo que nada más llegar a casa y escuchar la habitual discursión matutina de mi tía y mi abuela, me fui derecha a mi habitación el cansancio ya me estaba pasando factura.

— Alba, despierta leches, que duermes más que los osos en invierno.

— Abuela déjame dormir un rato más.

— Levántate dormilona hoy tenemos visita.

Después de luchar con mi abuela para que no me quite la manta, al final ella ganó y a mí no me quedó de otra que levantarme.
Ni en el baño mi abuela dejaba de regañarme.
¿Acaso me merezco tener que soportar a la pesadita de mi abuela?

— Habla. ¿De qué conoces a MI Héctor Irzu? — El "mi" lo acentuó más alto sin dejar de mirarme con rabia.

— Mi Héctor. ¿Acaso es algo tuyo? — Respondo contra atacándole.

— Héctor Irzu es  MI ídolo y MI fantasía sexual.
Habla Alba que te juro que me hago una fregona con tú cabellera.

— Sí, lo conocí hace tiempo mediante Laura. Me llevo bien con él y si no te dije nada, fue porque él es un personaje famoso y tú una fans desesperada por meterle mano.

— Qué decepción de verdad Alba. Así piensas de tú abuela.

— Pero si solo hay que verte como te pones cuando ves sus novelas. Por favor si chillas más que una quinceañera.

— De acuerdo. Por eso lo he invitado a comer cocido.

— ¿A comer cocido? ¿Cuándo has hablado con Héctor? A ti te se va la cabeza, o piensas que no llegue viva a los 30.

— Estabas durmiendo y me dolía el tímpano de escuchar tu móvil, por eso he respondido y le he invitado a que venga a comer cocido.

Fulmino a mi abuela dudando en cometer un asesinato o esperar que sea Dios quien me la quite de encima.
¿A quién se le ocurre invitar a Héctor a comer? Y el otro imbécil, no tendrá un paladar refinado como para querer comer cocido.

— Que sea la primera y la última vez que traes un hombre a casa.
Sabes que no quiero ver a ningún hombre en el hogar que vive mi hija.

— ¿Acaso te avergüenzas de algo Alba?

— No. — Respondo con seriedad lanzándole a mi abuela una mirada asesina.

— Echo. Si el problema es Marina, ella hasta las cuatro no sale de la guardería, por lo cual nos da tiempo de comer y después yo me encargo de Héctor. Y...calladita. Haz caso a tú abuela.

La Obligación de Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora