Capítulo 25

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¡La virgen!  ¿Pero qué ha sido eso? He estado ha punto de ser deshonrado por Consuelo, y lo peor de todo que juro por mi colección de cromos que jamás voy a probar una gota de brandy.
Sacudo mi cabeza derecha e izquierda dándome pequeños escalofríos por lo que acabo de vivir. Espero no poder recordarlo.
Si total, ya estoy desmemoriado.

Intento dormirme, pero nada. Antes pensaba en Alba, ahora no puedo quitarme de la cabeza la vergüenza de que me haya visto en pelotas Consuelo. ¡Oh Dios mío!
Que me pase un tranvía en estos momentos.

Nada más despertarme y darme una ducha, escucho como Consuelo discute con mi madre.
Sonrío de medio lado, entiendo que ha sido un poco arriesgado invitarles a quedarse a vivir en mi casa.
No me arrepiento porque mi plan está saliendo como yo esperaba.
He aprovechado la enemistad que existe entre las tres mujeres para así poder ir encajando datos con el veneno que se lanzan.
Qué ingenioso que soy, además de guapo.

Nada más bajar al salón mi hija se lanza a mis brazos diciéndome que se ha comido su bol de cereales. La felicito dándole una muñeca LoL y un gran beso dejándola en el suelo para que pueda salir al jardín a jugar.

— Héctor cariño siéntate aquí. — Consuelo me señala la silla dando golpecitos con la mano.
Esto no me puede estar pasando. La abuela se ha enchochado conmigo.

— Héctor toma te he preparado un rico desayuno, al igual que mi nieta. — Miro el plato quedándome bizco haciéndome la misma pregunta para mis adentros.  ¿Pero qué es eso?

— Héctor, esto son huevos revueltos con salchichas de mi pueblo y un flan de huevo. Come está riquísimo. — Miro hacia Alba algo preocupado si en verdad debería comerme todo esto o no.

— Trae ese plato, donde mejor está es en el cubo de la basura. ¿A quien se le ocurre poner de desayunar esto? A sí, a dos paletas de pueblo.

— Tira el desayuno que le he preparado a Héctor, y te juro que detrás va lo que estás comiendo tú. — De nuevo Consuelo saca su carácter.

— Esto es mi desayuno es avena.y fruta, ignorante.

— Eso es lo que le daba yo a los pollos de mi granja de comer. Subnormal

En verdad, no sé si reírme o poner paz. Al final,debo alzar la voz para poner orden entre mi madre y Consuelo.
Alba que continúa comiendo como si nada, la fusilo con la mirada antes de ordenarle que debemos irnos para los estudios.
Durante todo el trayecto que duró hasta que lleguemos a los estudios Alba no hacía masque mirar al frente sin pronunciar palabra.

Nada más aparcar el coche decido ser yo quien hable.

— Vaya, ¿qué callada que estás?

— Me estaba haciendo una pregunta...

Ya sé por dónde vas. Y la respuesta es que estaba muy borracho y casi soy deshonrado por tú abuela.
¡Dios hasta escalofríos me dan!

— Pero...

— Que lo dejes Alba. Que bastante tengo yo, de verdad.

— Quizás te sirva como terapia para tu memoria.

En el momento que me dice eso, no le doy importancia a su comentario.
Tan sólo la miro para dejarme vencer por lo que me grita mi corazón.
La agarro por su barbilla acercándome lentamente sin apartar nuestras miradas nos besamos.
Dibujo con mi lengua el contorno de sus labios, su cuerpo no tarda en reaccionar saliendo de su boca un gemido, noto como me excito ante el placer que me da de tener Alba entre mis  brazos.
Pena que no podamos llegar hasta el final.

La Obligación de Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora