Capítulo 24

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Durante unos minutos, los cuales se hacían una eternidad. Por fin la madre de Héctor se fue, dejando claro que ella no está dispuesta a vivir las dos en el mismo techo.
Se pensará que yo estoy deseando de irme al casoplón de Héctor a vivir con esas dos víboras.

Me despedí de Leticia quedando en que se pasaría mañana a primera hora para cuidar de Marina.
Acto seguido, me volteé para observar como Héctor jugaba con Marina. Me quedé embobada observándoles.
Marina no dejaba de reír ante las cosas que le había Héctor, de su boca salía «Papá», haciendo que él no deje de sonreír cambiándole hasta el rostro.
Después de jugar, darle de cenar y tras el baño. Héctor estaba sentando en una silla con un cuento en la mano para leérselo a Marina.
La cual no tardó en quedarse dormida.

Héctor dejó el cuento en la mesita, haciendo una señal con su cabeza los dos salimos hacia el salón.
El primero en hablar fue él.
Mientras yo tomaba asiento en el sofá con mi boca cerrada haciéndome la fuerte para que mi lamento no me delatase.

— Mañana mismo me llevaré a Marina a mi casa. Si tú no quieres venir, debemos hablar para ponernos de acuerdo para que visites a Marina.

— Sabes que no quiero ir a tú casoplón porque no me apetece mucho ver a tú madre y Bianca. Nos llevamos demasiado mal, vamos que no la soporto y ganas de soltarle un bofetón no me faltan, y tú pretendes que vivamos todas bajo el mismo techo.

— No le veo nada de malo.

— Yo tampoco, sólo que vamos a dar comienzo la tercera guerra mundial. Pero vamos que no es tan grave el asunto.
Y todo porque el señorito, no le da la real gana de venirse a mi casa.

— Razona Alba. Tú vives en un apartamento de 40 m², solo dispones de una habitación y una cama pequeña. ¿Acaso quieres que durmamos uno encima del otro? Entonces bien calentitos vamos a estar.

— Héctor, el que debes de razonar eres tú, no puedes hacerme esto. Me estás tratando como si yo fuera la tía de Marina y no su madre. Te suplico que no me hagas esto, separme de ella.

— Sólo miras por tí Alba, eres una egoísta. ¿Acaso yo no tengo derecho de estar con mi hija? ¿No crees que ya me he perdido muchas cosas de ella? Además, tú eres su tía, no su madre. Te estoy dando opciones y ninguna la ves bien. Ya eres muy grande para saber lo que quieres. Pero Marina no va estar rodando como una pelota, porque dos personas adultas no sepan ponerse de acuerdo. Lo siento Alba, pero es lo que hay. Debo marcharme, mañana vendré a llevarme a mi hija.

Mi boca se selló, todas las palabras se quedaron agolpadas en mí garganta impidiéndome continuar con la conversación.
Dejé que Héctor se fuera sin poder expresar lo que siento.
¿Cómo puede ser que el hombre del cual me enamoré, se haya convertido en otro?
El Héctor que yo conocí, era más considerado y estaba dispuesto a sacrificarlo todo por nosotras.
Al parecer, Héctor me soltó en algún momento la mano dejando que todo se hunda y a pesar de intentar  servirle de punto de apoyo, me encuentro que ni para eso sirvo.

Me senté de golpe en el suelo, apoyando mi cabeza en la pared, dejando que al menos mis lágrimas se desprendieran de mí. Miraba a mi hija como dormía, y más ganas de llorar me entraban al saber que mañana mismo ya no pasaríamos ni un minuto juntas.
Se acabaría de bañarla, de leerle su cuento, de jugar con ella e intentar engañarla para que coma verdura y pescado.
Ahora, simplemente soy su tía.
Las noches que pasé en vela para darle su biberón, cuando le salían los dientes y lloraba y debía de abrazarla para que se calmarse, enseñarla a ir al baño solita, cuando se pone malita llevarla al pediatra...
Al parecer todas esas cosas las hacen las madres, en mi caso yo no tengo derecho de serlo porque no la he parido. Solo soy soy tía.
Lo que he echo con Marina durante estos años, de nada me ha servido, para eso está su padre y él se encargará de ella.
Pongo mi mano en mi pecho arrugando el trozo de tela de mi camiseta, el dolor se me está haciendo insufrible. Noto como si algo dentro de mí se quebrase.

La Obligación de Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora