V. Caramel Macchiato

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Por fuera parece ser uno de esos cafés con diseño muy contemporáneo, acorde a lo que se estila ahora de muchos cafés y casas de té. Tiene un lindo frente vidriado y se ve que es muy luminoso. Veo el gran mostrador que hay adentro, con una esquina llena de tortas y tartas en exposición, una con más linda pinta que la otra. Mi estómago gruñe en concordancia. Veo a dos empleados detrás del mostrador. El más alto parece decirle algo al otro y éste asiente mientras limpia diligentemente las cafeteras. Y... dios... juro que le veo cara conocida pero...

Suena una campanita al abrir la puerta. Eso me recuerda a las pequeñas tiendas de mi pueblo. Me da un poco de nostalgia. Claro, que las tiendas de mi pueblo no eran atendidas por ese chico de tez casi blanquecina como la nieve y de cabellera oscura como la noche. Aish. Eso también me recuerda a casa. A una noche nevada en la que salí a ver las estrellas... AY, BASTA. CONCENTRATE.

Me voy acercando a la caja. A todo esto... ¿traje mi billetera? Comienzo a buscar en mi bolso. Salí tan apurado que soy capaz de haberlo dejado por ahí... Ay, qué vergüenza si no la llego a tener y ya estoy ac-

—¡Ah, acá está! —la saco casi victorioso. Miro al chico de la caja que me mira algo confundido—. Por un momento creí que la había perdido ¡Pero no! ¡Acá está! —sonrío y le muestro la billetera porque parece que no entendía qué pasaba. Es lindo. ¿Y si tentamos a la suerte?—. Menos mal o de qué otra forma iba a poder pagarte mi café, ¿no? —le pregunto sonriente seguido de un guiño.

Noto que se sorprende un poco, en especial porque se le cae lo que sea que tenía en la mano. Enseguida se agacha a juntarlo. Tarda un ratito más de lo esperado en incorporarse. O eso me parece. ¿Lo habré incomodado?

—¿Q-Qué vas a ordenar?

Ah, con que lo puse nervioso, ¿eh? Creo ver un atisbo de vergüenza en la punta de sus orejas ahora algo coloradas. Sonrío. De verdad me da ternura verlo así. Su tez será casi blanquecina como la nieve, y parecía querer emanar ese mismo frío, claro que... fallidamente.

—Mmm...—miro la pizarra donde tienen los nombres de los cafés—. Ah, ya sé. Caramel Macchiato. Eso quiero. Y...una porción de cheesecake, por favor —porfavorporquetengohambreeee parece gritar mi estómago.

Toma mi orden, me cobra y me da un ticket para luego pasar a preparar mi pedido. Veo cómo se mueve profesionalmente detrás del mostrador. Y la verdad que, para ser honesto, ese uniforme no le queda para nada mal...

Me deja el café primero. Sin decir nada. Y va a buscar la porción de cheesecake. Todo callado y casi en modo autómata lo que me provoca querer hablarle.

—No sos muy hablador, ¿no? —digo como para romper el hielo. Apoyo mi brazo en el mostrador, posando mi cara el mi mano. Me está mirando pero no emite sonido alguno—. ¿Sos así con todos o sólo con los extraños? —indago.

—¿De qué podría llegar a querer hablar? —dice al fin en un tono algo serio pero eso no va a frenarme.

—Mmm...del clima, como la gente normal —río. Siempre me pregunto por qué ese tema es el primer rompe hielo.

Me mira y luego mira por la ventana detrás de mí.

—Está soleado —me responde fáctico pero es todo un avance.

—Jajajaja ¡Muy bien! ¡Es un pequeño salto para el hombre y un gran salto para la humanidad! —digo en broma mientras aplaudo suavemente. Él me mira, aún con cara de no entender mucho lo que está pasando. Lindo. ¿Ya lo dije?—. ¿Te cuento un secreto? —le pregunto en voz baja a la vez que me acerco más por sobre el mostrador para quedar más cerca de él. Creo que traga saliva y me quiero otorgar ese nerviosism—. ¿Sabés por qué está soleado?

En las nubesWhere stories live. Discover now