Cómo me gustaría que el mundo volviera a ser cursi. Que la humanidad recuperara el sentido romántico de la vida y junto con él, la tradición de los noviazgos largos, las serenatas, las cartitas perfumadas, los apretones de manos entre las rejas de los balcones.
Cómo me gustaría vivir en un mundo más discreto y decente, donde el amor fuera una necesidad del alma y no un capricho del culo.
Pero qué le vamos a hacer: me tocó vivir una época insensible, deshumanizada, obscena, en la que nadie respeta ya los sentimientos del prójimo.
Estoy hasta los huevos de esta juventud insolente y soberbia, que se caga en la autoridad de las personas mayores.
Cuánta suerte tuviste de morirte a tiempo, Manuela. Por lo menos Dios te evitó la pena de ver a tus nietos convertidos en escorpiones.
¿Tiene algo de malo llamar a las cosas por su nombre? ¿Verdad que no? Tú me enseñaste a llamar pan al pan y al vino vino.
Por eso bauticé a la fulana de Luis Mario con un apodo que le viene a la medida: la Chupapitos, y así la llamo delante de todo el mundo. Es un insulto fuerte, lo reconozco.
Pero después de la canallada que me hizo, tengo derecho a una pequeña venganza y de paso, a poner en alto mi dignidad. Si ella cometió la vileza dé robarme a un marido haciendo marranadas en la cama, el mundo debe saber cómo lo consiguió.
Es un acto de elemental justicia, ¿no te parece? Creo que un poco de terrorismo está permitido en nombre de la decencia. Bajo la dictadura de Franco, la ETA tenía derecho a poner bombas y a volar el coche de Carrero Blanco ¿o no?
Pues yo hago lo mismo en el terreno de la moral, sin derramar una gota de sangre, y hasta ahora nadie me lo había reprochado.
Pues bien: el otro día, delante de mis
amigas, el cabroncete de Félix, que ya me perdió el respeto y ahora saca las uñas a la menor oportunidad, se burló de mi ensañamiento con la Chupapitos.Bueno, mamá, deja ya de joder con ese apodo, me dijo. Si querías retener a papá, ¿por qué no le chupaste el pito tú también?
Me quedé azorada y de momento no supe qué responder. Cuánta mala leche debe tener un ser humano para tratar así a su propia madre.Tú no entiendes nada de la vida en pareja, ni sabes cómo son los hombres casados, le dije con frialdad, y pasé rápidamente a otro asunto, arrepentida de haberme expuesto a una réplica tan brutal. Tal vez no debería ventilar en familia mis intimidades.
El problema de tener un alma de cristal es que cualquiera se siente con derecho a tirarte un ladrillo.
Pero si yo maldigo a la Chupapitos no es por un afán de escandalizar, al contrario, sólo quiero marcar distancias y poner a cada quien en su sitio. Mis hijos deben saber que su madre nunca perdió el decoro en el lecho conyugal, y pagó un alto precio por conservarlo.
Pero ahora resulta que Félix, en vez de condolerse por mi desgracia, me tacha de
pacata y ridícula, ¿no te jode? Para los chicos de su edad el amor es un duelo de egoísmos, cuanto más puerco mejor, donde sólo triunfan las bestias más ruines.No podía ser de otra manera, así funciona el mundo en que viven y como es natural, ellos quieren estar en el bando de los chingones.
Pero ¿ a dónde vamos a parar si todo está permitido, si cualquier golfa tiene patente de corso para destruir un hogar y cuando una madre ultrajada clama venganza, sus propios lobeznos le hincan los colmillos en los pezones?
Quién lo dijera, ahora que Félix se ha vuelto un cretino, me llevo mucho mejor con Germán. Su mudanza nos ha sentado muy bien a los dos. Cuando un hijo se marcha de casa uno le pierde la pista semanas
enteras y como dice el refrán, ojos que no ven, corazón que no siente. Bien sabes tú cómo nos peleábamos cuando vivía aquí, sobre todo cuando no llegaba a dormir. Ahora, en cambio, estamos a partir de un piñón.
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Fruta Verde
RomanceGermán Lugo es un joven e inocente aspirante a escritor, dolido por el engaño de una mala pareja; Mauro Llamas, un dramaturgo homosexual dispuesto a todo con tal de seducir a Germán; Paula Recillas, un ama de casa divorciada y madre de Germán, altos...