Capítulo 7

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  Naru pasó el resto del día en su habitación, saliendo sólo para comer, lo que hizo en silencio. Mientras cenaban, Sasuke le preguntó si había hecho los deberes.

—Sí, los hice hace horas —le dijo la pequeña y después se volvió hacia Sakura—. ¿Puedes darme mi teléfono y mi iPod?

La chica lo pensó. Lo que más deseaba era que hubiera paz y buena voluntad entre ellas, pero sabía que Sasuke tenía razón. Naru la estaba probando y, si fallaba, la situación empeoraría.

—Cuando termines de recoger la mesa, tráeme los deberes. Entonces veremos.

—Ay, bien. Muy bien.

Sakura apretó los dientes e ignoró el tono sarcástico. Tenía que elegir qué batallas librar.

Después de comer, la rubia le llevó los deberes.

Sakura comprobó, con alivio, que todo estaba en orden. Le devolvió sus cosas a Naru.

—Gracias —la niña consiguió decirlo sin rencor—. ¿Mañana se habrá acabado el castigo? —preguntó, esperanzada.

—Sí. Ése es el plan —Sakura le sonrió.

—Vale —la niña volvió a su habitación y cerró la puerta con suavidad.

Sasuke esperó en la cocina después de que Naru se acostara. No tuvo que esperar mucho. Sakura apareció vestida para irse a la cama, igual que la noche anterior. No pareció sorprenderse al verlo allí.

— ¿Una cerveza? —le ofreció.

—No —respondió él.

La pelirrosa puso agua a calentar y se sentó a su lado. Apoyó un codo en la mesa y la barbilla en la mano.

—Estás muy serio.

Él deseaba besarla. Lo anhelaba. Se recostó en la silla para alejarse un poco de ella.

— ¿Te encuentras bien?

—Si me estás preguntando si voy a echarte la cena en el regazo, relájate. Estoy bien. En serio.

—Bueno —farfulló él. Ella lo afectaba, siempre lo había hecho. Hasta hacía dos días se había dicho que era por el sexo. Pero con un bebé en camino... Necesitaba cuidarla, mantenerla a salvo. Hacerle un lugar, permanente, en su vida.

Y eso lo asustaba una barbaridad.

Era como una mariposa, bellísima, que había entrado en su vida aleteando. Lo malo de las mariposas era que llegaban y desaparecían un segundo después. Sabía que la mujer sólida con la que siempre había pensado que se casaría habría sido mucho más apropiada.

Pero no había vuelta atrás. Sakura llevaba a su bebé. Estaban irrevocablemente unidos.

Sólo tenía que conseguir que ella lo entendiera. Estaba progresando, pero le resultaba difícil ir despacio, darle tiempo para que decidiera por sí misma que quería hacer lo que él quería que hiciese.

—Sasuke...

— ¿Qué?

—Esta noche pareces muy... intenso. ¿Algo va mal?

—Nada —se encogió de hombros.

—Bueno. Vale —carraspeó con nerviosismo.

—Esta noche ha ido mejor con Naru —dijo él.

—Sí —sonrió, y sus ojos color jade se iluminaron—. Casi me atrevo a pensar que estoy haciendo progresos.

—Lo estás haciendo de maravilla —afirmó él.

—Tal vez todo vaya viento en popa a partir de ahora —hizo un ruidito burlón—. Ojalá —se puso en pie, fue a por su taza y sacó una bolsita de té de hierbas, la miel y una cucharilla.

Él la observó, pensando en el empleo que quería que aceptara y en la propuesta de matrimonio que llegaría después. Y en su familia.

«Los Geller, que vivían en Roseville...».

Sabía que no se lo había contado todo. Con el tiempo, si tenía paciencia, tal vez le contaría el secreto que se había guardado la noche anterior.

O tal vez no. Quizá nunca se enteraría de lo peor, de lo que la había llevado a huir, cambiar de nombre y no volver. Finalmente, había regresado a Sacramento, pero aún tenía que recorrer esos últimos treinta y tantos kilómetros que la separaban de sus padres.

A él le parecía mal que no fuera. Por mal que la hubiesen tratado, habían estado presentes. Le habían dado un hogar y hecho cuanto pudieron por ella. Era mucho más de lo que habían tenido Sasuke y sus hermanas.

El hervidor de agua silbó y la observó verter agua en la taza.

Cuando Sakura llegó a Sacramento y se hizo amiga de Hinata, él había querido investigar su pasado. Hinata le había hecho prometer que no lo haría. Confiaba en Sakura por completo y no quería que su hermano
mayor husmeara en la vida privada de su mejor amiga.

Sasuke lo había prometido, a regañadientes.

Pero las cosas habían cambiado. Había un bebé en camino y su responsabilidad era hacer cuanto estuviera en su mano para darle a su hijo las ventajas que él no había tenido. Conocer el pasado de la pelirrosa lo ayudaría a entenderla mejor, y eso era imprescindible. Necesitaba datos para ofrecerle a su hijo la posibilidad sólida de crecer en una familia real.

—Oye, me estás escrutando —protestó la joven, volviendo a la mesa con su té.

—Disculpa —él desvió la mirada.

—Dime qué te ronda la cabeza. Por favor. El suspense me está matando —lo dijo con tono burlón y ligero.

Él se relajó un poco. Parecía que empezaba a confiar en él, había mejorado mucho en dos días.

—Hoy te has puesto enferma.

Ella arrugó la frente. Luego soltó una risita.

—Oh, Sasuke, No. ¿No estarás preocupado? —miró hacia el comedor, como si quisiera asegurarse de que Naru no estaba allí. Bajó la voz—. Las náuseas matutinas son perfectamente normales en esta fase. De
verdad.

—Lo sé. Me acuerdo. Hinata lo pasó bastante mal con Naru, los primeros meses. Sólo podía tomar galletas y agua hasta pasado el mediodía.

—Pero después de mediodía se comía cualquier cosa que hubiera a mano, ¿no?

—Más o menos —rió él.

—Pues ya sabes que no hay de qué preocuparse.

—Lo sé. Pero me ha hecho pensar.

—Oh, oh.

—En serio. Deberías de tener un médico.

—Lo tengo —se enderezó en la silla—. O lo tendré a partir del martes. La semana pasada fui a que me sacaran sangre para los análisis prenatales básicos.

— ¿Tienes los resultados?

—Los tendré el martes.

— ¿Tienes seguro médico?

—Estoy cubierta el resto del mes por Hikori y Sadune. Después de eso seguramente podré ampliar el seguro estatal que tengo, hasta que consiga algo mejor —se mordió el labio inferior—. Podría ser problemático cambiar. Normalmente los seguros nuevos no cubren embarazos en curso.

—Ayudaré en lo que haga falta.

—Sé que lo harás —acarició el dorso de su mano—. Me alegro —añadió con voz suave.

El tono de su voz, su expresión de ternura, pudieron con él. Dio la vuelta a la mano y atrapó su muñeca.

— ¿A qué hora?

—Yo... ¿qué? —jadeó ella, nerviosa.

Él alzó su mano, con la palma hacia arriba y se la llevó a los labios. Besó el interior de su muñeca, donde las venas azules se veían bajo la piel. Tenía la mano fresca y la piel suave como los pétalos de una flor. La
soltó antes de rendirse a la tentación de ir más allá.

—La cita con el médico el martes. ¿A qué hora?

—A las diez y media —Sakura se llevó la mano al pecho, como si el beso la hubiera quemado.

—Deja que te lleve yo.

—Oh —parpadeó—. No hace falta, en serio.

—Quiero llevarte.

—Sasuke...

—Simplemente di que sí.

Ella lo hizo un momento después.


En opinión de Sakura, el lunes fue como un pequeño milagro. El día transcurrió sin que Naru diera problemas. Fue al colegio y a clase de ballet, volvió a casa, puso la mesa y cenó sin decir nada hostil, hizo los deberes, se bañó y se acostó.

Sasuke trabajaba esa noche, investigando a un esposo infiel, o algo así. Sakura se tomó el té en su dormitorio. Se tumbó en la cama, vio la televisión y leyó las ofertas de trabajo, sin encontrar nada interesante.

Buscar empleo era terrible. Había hecho varias llamadas ese día e incluso había presentado su currículum en un par de agencias de empleo temporal. No les había hecho ninguna gracia que sólo estuviera disponible de nueve a tres durante dos semanas, pero habían aceptado su solicitud y la llamarían si surgía algo.

A la semana siguiente tenía una entrevista en un bufete, lo que la deprimía bastante. Incluso sin tener al abogado más libidinoso de Sacramento como jefe, no le hacía ilusión volver a contestar el teléfono y escribir cartas para un abogado.

Debió de quedarse dormida, porque un golpecito en la puerta la sobresaltó.

— ¿Sí? —preguntó.

—Perdona —Sasuke asomó la cabeza y vio su pelo revuelto y su expresión adormilada—. La luz estaba encendida y oí la televisión —empezó a salir.

—Espera —la palabra se le escapó antes de pensar en todas las razones por las que no convenía invitarlo a entrar en su dormitorio en mitad de la noche. Quería pasar unos minutos con él, eso no tenía nada de malo.

Él entró y se sentó al borde de la cama. El periódico crujió al hundirse el colchón.

— ¿Las ofertas de empleo te dan sueño?

—Hum.

—Olvídalas. Ven a trabajar para mí.

—Sólo estoy viendo qué hay disponible.

—Mala idea. Además de innecesaria —movió la cabeza de lado a lado.

Olía tan tentador como siempre, con un leve aroma a verde y a campo. Ella sonrió al notarlo.

— ¿Has estado escondido en unos arbustos, sacando fotos de un marido infiel?

—Era una misión secreta —gruñó él, con expresión amenazadora.

—Apuesto a que sí.

—Tienes razón —se encogió de hombros—. Sí he estado en los arbustos, sacando fotos comprometedoras. ¿Cómo lo has adivinado?

—Hueles a geranios. Fresco y verde.

— ¿Estás viendo eso? —agarró el control de la televisión y la señaló. Ella negó con la cabeza y él pulsó un botón. La pantalla se apagó—. ¿Naru ha pasado la tarde sin tener ninguna pataleta?

—Sí —contestó ella, mirando su boca. Deseaba sentir esos labios en los suyos. Estarían frescos al principio. Pero pronto se templarían...

—Será mejor que no me mires así —dijo él con voz ronca e íntima—. A no ser que vayas a decirme que eche el cerrojo y me desnude.

—Tienes razón —cerró los ojos—. Lo siento...

La fresca boca de él se posó en la suya. Con un suspiro, ella alzó la mano y la apoyó en su fuerte cuello. Tal y como había esperado, sus labios se calentaron. Fue él quien interrumpió el beso.

— ¿Ves la silla del rincón? —ella abrió los ojos.

—Está muy lejos —repuso él.

—Ve a sentarte allí. Por favor.

— ¿Estás segura?

—Por desgracia, sí.

Él se levantó. Ella anhelaba decirle que volviera a besarla, pero se controló. Con esfuerzo.

— ¿Ahora qué? —preguntó él sentándose, estirando las piernas y cruzando los tobillos.

—Ahora hablamos de cosas simples, cotidianas.

—Bueno, de acuerdo —se quedó pensativo un momento—. Dado que sientes la necesidad de buscar empleo, a pesar de que ya te he ofrecido uno, ¿has tenido suerte?

Ella sintió una oleada de ternura. Era fantástico, sexy y bueno. Sí. Era bueno con ella. Ocurriera lo que ocurriera, sabía que estaría a su lado. Y al lado de su hijo.

Nunca había sido una mujer que eligiera con cuidado. Se había equivocado a menudo. De las peores maneras posibles. Pero Sasuke Uchiha...

Cada día estaba más segura de que no podría haber elegido un padre mejor para su bebé.

—Si sigues mirándome así —farfulló él—, volveré a esa cama tan deprisa...

—El mercado de trabajo apesta —dijo ella. Dobló el periódico por la mitad y lo tiró al suelo—. Estoy pensando que tal vez al final tenga que trabajar para ti.

—Estás contratada —sus ojos oscuros se volvieron de un negro aterciopelado.


Naru tuvo otra buena mañana. Estuvo parlanchina y amigable durante el desayuno. Sakura se descubrió atreviéndose a pensar que la niña diablo se había ido y la dulce Naruka había vuelto para quedarse.

Cuando la niña salió de casa, Sasuke condujo a Sakura a su dormitorio temporal y le entregó un juego de llaves y un trozo de papel con la dirección de la oficina en Rancho Córdova y un número de alarma de cuatro dígitos.

—La oficina es tuya. ¿Recuerdas cómo llegar?

— ¿Cómo podría olvidarlo? —sonrió ella. Él le dio un cheque de mil doscientos dólares. Sakura cruzó los brazos y movió la cabeza—. No hace falta que me pagues por adelantado.

—Sí hace falta —insistió él—. Necesitas el dinero y quiero que lo tengas. Sé que lo harás bien, así que es dinero bien empleado.

—Pero yo...

—Sin peros. Acepta el cheque.

Ella pensó que tenía razón; haría un gran trabajo. Pagara antes o después, el importe sería el mismo. Extendió la mano para aceptarlo.

—Nunca había conocido a una mujer tan malditamente integra a la hora de aceptar dinero —se quejó Sasuke, entre dientes.

— ¿Eso es una crítica? —se metió el cheque en un bolsillo. Lo ingresaría en el banco después.

—Lo digo porque insistes mucho en aceptar la vida tal y como se presente.

—Ah —la chica se rió—. Y crees que también debería aceptar el dinero como llegue, ¿es eso?

—Bueno, ¿por qué no?

—Es sencillo. Es demasiado peligroso. Las deudas aplastan a las personas. Inhiben el flujo natural de buenos sentimientos y energía positiva.

—Igual que estar en la ruina, si lo piensas.

—Cierto —contestó ella risueña—. Pero como estar en la ruina es un estado mental, nunca he tenido problemas con eso.

—Me rindo —alzó la mano como si fuera a prestar juramento—. Sigue con tu integridad.

—Gracias, lo haré.

—Dentro de dos horas tenemos que estar en el médico —dijo él tras echar una ojeada a su reloj de pulsera, lleno de esferas y botoncitos.

A ella le gustó cómo decía ese «tenemos».

—Creo que antes pasaré por la oficina a echar un vistazo y medir las ventanas para poner cortinas —comentó ella.

— ¿Vas a poner cortinas? —Sasuke maldijo por lo bajo.

—Relájate. Serán muy masculinas, te lo prometo. Y algunos cojines de aspecto viril. De cualquier color que no sea marrón.

—Sakura.

— ¿Qué?

—No existen cojines de aspecto viril.

—Observa y aprende. También harán falta plantas. Un ficus y un par de crasas resistentes.

—Crasas resistentes —repitió él, moviendo la cabeza de lado a lado.

—Saldrá muy barato, te lo juro. Y no te preocupes, ya sé que mi trabajo no es decorar.

—Buf.

—Necesito un ordenador.

—Puedes utilizar el de mi despacho. Tengo otro en casa, y también un portátil.

—Bien. Quiero revisar los archivadores de tu despacho y tal vez sacarlos a la zona de recepción. ¿Tienes un contrato con la empresa del dispensador de agua? —Esperó a que asintiera—. Bien. Llamaré para que reanuden el servicio.

— ¿Todo eso antes de las diez y media?

—No, pero puedo empezar. Cuando tengas unas horas libres, tendremos que revisar tus cuentas y los programas que utilizas. Mi plan es estar tras el escritorio, contestando al teléfono cuando suene, a finales de semana.

—Estás haciendo que me sienta cansado.

— ¿Quieres reunirte conmigo en el despacho a las diez? Podemos ir a la obstetra juntos.

—No tengo nada que hacer hasta después de mediodía. ¿Por qué no te llevo a la oficina? Si tienes preguntas, estaré allí para contestar.

—Fantástico. Pero necesitaré mi coche para después. Te seguiré —fue hacia la puerta, deseosa de iniciar la gran aventura de su nuevo empleo.

—Tranquilízate un poco —Sasuke agarró su brazo y la detuvo. La atrajo hacia su pecho.

A ella se le aceleró el pulso y sintió una súbita y deliciosa debilidad en las rodillas. No sólo eso; también tuvo la sensación de derretirse de cintura para abajo. Miró sus bellos ojos negros.

—Vamos. Estamos perdiendo tiempo.

—Oh, sí —Sasuke bajó la boca y ella alzó la suya hasta que se encontraron. Rodeó su cuello con los brazos y enredó los dedos en su espeso cabello rosa.

—Sasuke —se apartó, a su pesar—. Tenemos que irnos. En serio.


En la oficina midieron las ventanas, trasladaron el ordenador al escritorio de recepción, llamaron para que volvieran a llevar agua mineral y Sasuke le dio a Sakura una idea de cómo llevaba sus cuentas.

Ella descubrió que había creado su empresa con el paso de los años, sobre todo gracias a la publicidad boca a boca. Tenía muchos más clientes de los que podía atender él solo. Por eso tenía que contratar a otros investigadores privados y había empezado a ganar dinero de verdad cuando la empresa se amplió tanto que tuvo que subcontratar gran parte de los encargos.

Ella soltó un silbido al ver el balance.

—Estoy impresionada. Debes de tener unos buenos ahorros.

—De hecho, así es. Estar en la ruina inhibe mi flujo vital.

—No está bien burlarte de la madre de tu hijo —protestó ella con una mueca fingida.

—Bromeaba, no me burlaba.

Lo dijo con tanto cariño que ella lo miró a los ojos y comprendió que estaba cayendo. Cayendo al precipicio del amor por Sasuke Uchiha.

Se estaba enamorando de él.

Empezaba a comprender que lo que sentía por él era más que química, por fantástico que fuera el sexo. Más incluso que llevar dentro a su bebé.

Sakura se preguntó qué le estaba ocurriendo. Ella no era de las que se comprometían para siempre. Creía sinceramente que eso no era para ella. Le gustaba la vida libre y sin ataduras.

Pero iba a tener un bebé. Y a quedarse con él. Eso era un compromiso monumental. Tal vez no fuera tan extraño estarse planteando la posibilidad de dar una oportunidad a ese «para siempre».

Para siempre con Sasuke. Increíble.

La palabra «amor» culebreó en su mente.

Habían tenido mucho cuidado de no decir nunca esa palabra. El azabache no la había utilizado, ni siquiera cuando le pidió que pensara en el matrimonio.

« ¡Amor!».

Iba a tener su bebé y encima, eso...





Si les gusta la historia, díganmelo para seguir subiendo capítulos.

Gracias :) 

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