Capítulo 11

1.6K 117 3
                                    

Kelin Geller pidió un refresco que no probó. Con voz suave y triste, preguntó por su hija.

— ¿Está bien?

—Sí. Muy bien.

—No tiene... ¿problemas de drogas?

—Ninguno —afirmó él, recordando lo que Sakura le había contado de sus años de adolescencia y lo infeliz que había sido. Era difícil imaginarse a la pelirrosa tomando drogas. Nunca la había visto tomar más de una copa de vino de cuando en cuando.

—Eso me ha preocupado —la mujer dejó escapar un leve suspiro de alivio—. Hubo drogas cuando era adolescente. Junto con todo lo demás.

— ¿Lo demás?

—Sí —dijo ella, mirándolo con inquietud. Su expresión dejó claro que no había ido allí a hablar de cosas que no le incumbían.

Sasuke no la presionó. Tenía que tener cuidado. Quería, necesitaba, saber más que lo que le había contado Sakura. Pero había convencido a esa mujer para que hablara con él sugiriendo que la chica lo había contratado. Si se daba cuenta de que iba por libre, podría levantarse e irse sin darle información nueva.

—Bueno, puedo decir con toda seguridad que no se droga —dijo.

— ¿Y quiere vernos?

—Sí. Creo que sí.

— ¿Cree? —Kelin lo miró con fijeza.

—Lo está considerando.

—Ella le ha pedido que hable conmigo, ¿no?

Él emitió un sonido bajo que podría interpretarse de cualquier manera. La madre de Sakura lo aceptó como un sí.

—No sé...

— ¿El qué?

—Mi esposo ha estado enfermo. Tayuya siempre le dio disgustos. Dijo, cuando se marchó, que seguramente fuera lo mejor.

« ¿Qué seguramente fuera lo mejor perder a su hija?», pensó el Uchiha. Se le encogió el estómago. No sabía qué había esperado, pero no eso. Una madre debería agradecer la oportunidad de ver a su hija de nuevo.

Pensó en Sakura, su sonrisa radiante, el brillo de sus ojos jade, la mente aguda, la risa a flor de piel y los colores vivos que prefería. Aunque le había dicho que sus padres eran estrictos y nada condescendientes, no podía imaginársela con una madre triste, ratonil y rígida como ésa.

—Un momento —la mujer se tensó aún más. Los ojos jades se volvieron fríos como el hielo—. Se comporta de forma extraña, Sasuke. Y ahora entiendo por qué.

Él pensó que sabía que Sakura no lo había contratado. Hasta que oyó la pregunta siguiente.

— ¿Es por la criatura, verdad?

—La criatura —repitió él—. ¿Qué criatura?

—Claro que sí —Kelin Geller tenía aspecto de acabar de chupar un limón muy ácido—. Con Tayuya siempre se trata de la criatura.

La criatura. Esa mujer no podía saber lo del bebé. Él no se lo había dicho y, por lo que sabía, Saku no se había puesto en contacto con ella.

— ¿La criatura? —repitió, sin saber qué decir.

La señora Geller agarró su bolso y se levantó.

—Dígale a mi hija lo que mi marido y yo siempre le hemos dicho. Hicimos lo correcto. Tayuya sólo tenía dieciséis años, era demasiado joven y tenía muchos problemas. No estaba preparada para ser madre. La niña fue entregada a una buena familia cristiana. Mi marido y yo nos aseguramos de ello con una adopción anónima, a través de una agencia. Tayuya no tiene derecho a conmocionar su vida ni la de su familia adoptiva. Dígale que nunca obtendrá información de mí ni de su padre. Y también que rezaré por ella y que deseo que algún día aprenda a mirar al futuro.

Matrimonio en PrácticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora