Capítulo 5

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—Voy a tardar más de lo que pensaba. Me perderé la cena —dijo Sasuke por teléfono. Eran las seis menos cinco.

— ¡Y yo que pensaba quemarla en tu honor!

—Ahora me siento aún peor —rió él.

—Gracias por llamar.

—De nada. ¿Va todo bien?

—Naru estalló en lágrimas y dijo que odia a Naruto. Luego corrió a su dormitorio. No ha vuelto a salir.

— ¿Quieres que vaya? Puedo...

—No. Estoy bien. Se recluyó poco después de las cuatro. Todo ha sido paz y calma desde entonces.

— ¿Estás segura de poder apañarte sola?

—Segurísima.

—Volveré a las ocho.

—Muy bien —Sakura colgó sintiéndose doméstica y hogareña. Él parecía estar tomándose el experimento de la convivencia muy en serio, telefoneando para informarla de su retraso e incluso ofreciéndose a dejar el trabajo y volver si necesitaba ayuda con Naru.

Tarareando una melodía, abrió el cajón de los cubiertos. Después arrugó la frente y lo cerró. Poner la mesa era tarea de la pequeña rubia. Era tentador dejar que siguiera en su dormitorio, enfurruñada.

Pero la cena era importante. Y también que la niña siguiera realizando sus tareas habituales. Las pataletas no podían recompensarse permitiéndole evitar sus responsabilidades.

Sakura fue al dormitorio de Naru. La puerta estaba decorada con margaritas pintadas y fotos de sus personajes de Disney favoritos. También había una bandera con el nombre de su colegio y un rectángulo negro que rezaba Privado con una calavera debajo. De los ojos de la calavera brotaban margaritas; ese toque ingenuo digno de sus nueve años hizo que la pelirrosa sonriera. Alzó la mano y llamó a la puerta.

Silencio total. Volvió a llamar.

— ¿Qué? —contestó una voz huraña.

Sakura abrió la puerta. Las paredes eran de color morado, decoradas con pósters de cantantes y bailarinas famosas. Naru, que se había puesto un vestido azul y medias, estaba sentada sobre la cama, leyendo una revista, con los auriculares de su iPod en las orejas. Miró a Sakura con ira.

— ¿Qué? —repitió.

La chica esperó a que se quitara los auriculares.

— ¿Qué? —exigió la niña por tercera vez.

— ¿Tienes idea de lo maleducada que estás siendo?

Naru la miró desafiante y luego con tristeza.

—Lo siento, ¿vale? Sé que no es culpa tuya.

Sakura entró en la habitación. Apartó un montón de revistas y se sentó en la cama.

—Lo que has dicho sobre odiar a tu padre...

—Lo sé —la niña bajó la cabeza—. Ha estado mal. Y no era en serio. No lo odio. Lo quiero.

—Lo sé.

—Pero estoy... ¡tan enfadada con él! Fue él quien se marchó. Y ahora vuelve y todo tiene que cambiar para ser a su manera...

—Sabes que nunca se habría ido si hubiera sabido que ibas a nacer. Fue una situación especial. Se marchó de la ciudad y luego cambió de nombre porque quería cambiar de vida. Y tu madre no pudo encontrarlo para hablarle de ti.

—Ya. Sé todo eso. Nos contó a mamá y a mí toda la historia. Pero cuando volvió le dije que no quería irme a vivir a otro sitio. Dijo que se quedaría aquí.

Matrimonio en PrácticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora