Capítulo 6

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Descubiertos.

Sakura se habría dado de bofetadas. Había estado sentada sobre su regazo, por Dios santo. Y luego estaban los besos: profundos, húmedos e intensos. Y ese pulgar. No había excusa para lo que había estado haciendo ese pulgar.

Con una niña de nueve años durmiendo al final del pasillo, lo que su pulgar había estado haciendo era el colmo de la impropiedad.

Por desgracia, la sobrina de Sasuke era demasiado perceptiva para sus nueve años: « ¿Estáis saliendo?». No sabía que responder a eso.

El pelinegro la libró de hacerlo contestando él. Lo hizo literalmente.

—No. No estamos saliendo.

La ojijade ocultó una sonrisa de alivio al comprender que, técnicamente, era verdad. Eran amantes e iban a ser padres, pero no habían salido juntos ni una sola vez.

Iba a ser bastante difícil explicárselo a Naru cuando Sakura no pudiera ocultar su embarazo. Pero como era el tipo de cosa que tendría que explicar una madre, la tarea sería de Hinata. Sakura se sintió más que agradecida por eso.

—No estáis saliendo —Naru no parecía convencida—. ¿Estás seguro?

—Desde luego —contestó Sasuke con sequedad—. Ahora vuelve a la cama.

Naru se echó el pelo por encima del hombro.

—Bueno, sólo preguntaba. Nadie me cuenta nada por aquí. Sólo soy la niña que tiene que hacer lo que digan los mayores, incluso si está mal y no es justo ni lo que mi padre prometió.

—A la cama —dijo el pelinegro—. Ahora.

— ¿Y si tengo que ir al baño o algo?

Sasuke se limitó a mirarla. Ella suspiró.

—Vale. De acuerdo. Me voy.

Se fue por donde había llegado. Oyeron una puerta cerrarse y el ruido del agua corriendo en el cuarto de baño. Unos minutos después la oyeron ir a su dormitorio y cerrar la puerta. Con fuerza.

— ¿Has oído eso? Ha cerrado de golpe pero sin llegar a dar un portazo —él movió la cabeza.

—Esto requiere un trozo de chocolate —alcanzó la bolsa e intentó abrirla. Se le resistía, así que Sasuke se la quitó y la abrió sin problemas.

—Creí que no comías cosas con azúcar —le dijo.

—Equilibrio —anunció ella con serenidad—. El equilibrio se impone. Todo con moderación.

—Ya, ya, ya —agitó la botella de cerveza vacía.

Ella sacó una onza de chocolate y le quitó el papel de plata color rojo. El mensaje rezaba: Ser travieso puede ser agradable. Estuvo de acuerdo. Se metió el chocolate en la boca y se perdió en la deliciosa textura.

—Mmm. Podría comerme montañas de éstos.

—Pero no lo harás, ¿verdad? No sería equilibrado —farfulló él.

—Exacto. Y no tendríamos que haber estado besándonos, aquí en la cocina, cuando ella puede aparecer en cualquier momento. Ni besándonos ni... —agitó la mano—. Ya sabes.

—Oh, sí, lo sé —sonó muy satisfecho de sí mismo—. ¿Qué dices? ¿Mi habitación o la tuya, dónde la cama es más grande?

—Eso no va a ocurrir. Y borra esa sonrisa de tu boca. No tiene gracia. Ninguna.

—No estoy sonriendo. Lo juro.

—Podría habernos encontrado en plena acción, por así decirlo. ¿Qué habríamos dicho entonces? Hablo en serio. Tenemos que controlarnos.

Matrimonio en PrácticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora