Capítulo 9

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Sakura se dejó caer en una silla, temblorosa.

Cisco, percibiendo su inquietud, se levantó del rincón y fue a sentarse a su lado. Ella, ausente, le acarició la cabeza e intentó pensar con claridad.

Naru desaparecida.

Era imposible.

Intentó detener la neblina de miedo y negación que la asaltaba para hacer las preguntas adecuadas a la preocupada mujer que seguía al teléfono.

— ¿La niñas han mirado en los cuartos de baño? ¿Estás segura de que no está afuera esperando?

—Segurísima. Hemos buscado en todas partes.

— ¿Qué ha dicho la mujer de recepción?

—Acabo de hablar con ella. Dice que no la ha visto salir.

— ¿Y la profesora de baile?

—Lo mismo. No ha visto a Naru desde que acabó la clase.

La mente de la pelirrosa se llenó de pánico.

— ¿Y el resto de las niñas? ¿Te han dicho si estaba bien la última vez que la vieron?

—No han mencionado ningún problema —hizo una pausa—. Pero no he preguntado. Hablaré con ellas.

—Gracias. ¿Podrías esperar en el estudio? Llegaré en cuarto de hora.

—Desde luego. Aquí estaremos.

—Te doy mi número de móvil —se lo dictó—. Llámame si aparece.

—Lo haré.

Sakura colgó, agarró el móvil y el bolso y fue hacia la puerta. Iba hacia el coche marcando el número de Sasuke cuando vio aparecer el Mustang negro.

—Estás blanca como una sábana —dijo el pelinegro tras bajar la ventanilla—. ¿Qué ocurre?

—Gracias a Dios que estás aquí.

— ¿Es el bebé? —empezó a bajar del coche, asustado.

—No bajes. Tenemos que irnos, ahora...

— ¿Adónde? ¿Te encuentras mal?

—No, no es el bebé. Estoy bien —guardó el móvil en el bolso y corrió hacia el coche de él. Abrió la puerta, se sentó y se puso el cinturón.

—Sakura. ¿Qué diablos ocurre?

—Es Naru. La madre de Shimari fue a recogerla al estudio de baile y ha desaparecido. Después de que acabara la clase, según parece. Iba hacia allí.

Sin decir una palabra más, Sasuke metió la marcha atrás y regresó a la carretera. De camino al estudio, Sakura le contó lo poco que sabía.

Una mujer alta, delgada y rubia, al lado de cuatro niñas con aspecto asustado los esperaban en la recepción del estudio. Sakura conocía a las niñas, eran Alice, Seino, Shimari y Neten.

— ¿Sakura? —la mujer, Temari, se levantó de un salto.

—Sí. Y él es Sasuke, el tío de Naru.

Temari miró a Sasuke y movió la cabeza.

—Aún no hay rastro de ella —miró a la fila de niñas—. Neten.

Una bonita niña de ojos café y de rizos del mismo color se levantó y fue hacia ellos con aspecto desolado.

—Lo siento mucho. No lo dije en serio...

—Éstos son Sakura y Sasuke, el tío de Naru —dijo la rubia poniendo una mano en su hombro.

—Los conozco. Hola —intentó sonreír sin conseguirlo.

—Tienes que contarles lo que me has dicho.

—No quería herir sus sentimientos —los ojos de la niña se llenaron de lágrimas—. Yo sólo...

—Neten, dinos qué ha ocurrido, nos ayudará mucho —dijo Sasuke con voz suave.

—Fue después de clase de claqué. Íbamos al vestuario a recoger nuestras mochilas y los zapatos. Estaba hablando de la piscina nueva de mi casa, que estará lista para el cuatro de julio. Dije que haría una fiesta en la piscina para todas. Naru dijo que ella iba a celebrar una ese día en su piscina y que yo no podía hacer otra... —Neten sollozó y las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas.

Temari sacó un pañuelo de papel. La niña lo aceptó, hizo una bola con él y se secó los ojos.

—Sigue, cielo. Cuenta lo demás. Todo irá bien.

—Yo quería hacer la fiesta en mi piscina nueva y me enfadé con Naru. Así que le dije: «Seguramente ya te habrás ido el cuatro de julio, ¿qué más te da?». Naru no dijo nada, pero se puso muy roja. Entonces
pasábamos por delante del cuarto de baño y ella abrió la puerta de un golpe y entró. Yo iba a entrar a pedirle perdón... —miró con tristeza al resto de sus amigas, sentadas.

Shimari, una niña con pelo negro largo y liso recogido en coletas, hija de Temari, tomó la palabra.

—Iba a entrar, pero yo le dije que esperase porque a lo mejor Naru estaría menos enfadada después de un rato.

Neten se frotó los ojos y sollozó.

—Y seguimos para el vestuario; tenía que haber ido a buscarla, aunque estuviera enfadada. Tenía que haberle pedido perdón. Es culpa mía...

—Oh, nena —dijo Temari—. Cielo, no llores.

—A veces los amigos discuten —intervino Sakura para tranquilizarla—. Ahora vamos a ir a buscarla y después podréis hacer las paces. ¿Te parece?

—Vale —los rizos cafés bailotearon cuando Neten asintió.

— ¿Qué más puedo hacer? —preguntó la rubia.

—Ve a llevar a las niñas a casa —le dijo el pelinegro.

—Te llamaremos en cuanto sepamos algo —le prometió Sakura.

Cuando Temari y las niñas se marcharon, Sasuke habló con la recepcionista. La mujer dijo que había una salida auxiliar, pero que sonaba una alarma si alguien la utilizaba. Admitió que había estado en la habitación trasera cuando acabó la clase de claqué. Cabía la posibilidad de que Naruka hubiera salido sin que la viera.

—Vamos a echar un vistazo —sugirió Sasuke. Pidió que le indicaran dónde estaba la sala de la primera planta donde había tenido lugar la clase.

Desde allí, Sakura y él recorrieron los pasos de la niña, por el pasillo y escaleras abajo. Miraron en los rincones y en pasillos adyacentes. Abrieron todas las puertas y preguntaron a todos si habían visto a una niña con el aspecto de Naru en los últimos cuarenta y cinco minutos. Sin éxito.

Sasuke envió a Sakura al cuarto de baño de las niñas. No encontró nada que sugiriera que la pequeña había estado allí. Fueron al vestuario. La mochila de la rubia, con los libros del colegio y sus zapatos de calle colgaban de una percha solitaria.

—Así que, esté donde esté, lleva zapatos de claqué —comentó Sasuke.

—La gente oiría sus pasos.

—No creo que esté en el estudio.

— ¿Por qué no?

—En parte por instinto. No siempre es fiable pero, por lo que sabemos, nadie la ha visto desde que entró en el cuarto de baño. No salió a recoger su mochila. Estaba enfadada, ¿no?

—Eso parece, desde luego.

—Me la imagino marchándose sin más.

A Sakura se le encogió el estómago de ansiedad. Justo lo que necesitaba en ese momento, otro ataque de náuseas. Intentó controlarlo.

—Deberíamos llamar a Hinata y a Naruto...

—Puede que tengamos que hacerlo —dijo él, poniéndole un brazo sobre los hombros. Ella adivinó que también estaba pensando en avisar a la policía—. Pero aún no. Primero comprobaremos si ha intentado volver a casa andando.

—Pero, Sasuke, no la vimos de camino aquí...

—Hay más de un camino de vuelta.

—Si volvió a casa, uno de nosotros tendría que estar allí.

—A pie tardará un buen rato. Además, tiene llave, ¿no? —Esperó a que la pelirrosa asintiera—. No creo que haga falta apresurarnos. Venga. Vamos.

Antes de salir, Sakura le dio su número de móvil a la recepcionista. La mujer prometió llamarla si Naru aparecía o alguien traía información sobre ella.

Subieron al Mustang y empezaron a recorrer calle tras calle, alrededor de la academia de baile, ampliando el círculo cada vez más.

Sakura llamó a la casa un par de veces, pero saltó el contestador. Tenía el corazón desbocado y el estómago revuelto. «Que esté bien. Por favor, que esté a salvo. Por favor, que la encontremos...».

No ocurrió. Dieron vueltas durante más de media hora sin ver a una niña rubia con leotardos, pantalón corto y zapatos de claqué.

—Volveremos a casa de Hinata —dijo Sasuke por fin, moviendo la cabeza—. Allí decidiremos algo.

—Sí, vamos —Sakura se tragó el nudo de miedo que atenazaba su garganta. Supuso que decidirían llamar a la policía, a Naruto y a Hinata.

Poco después tomaban la ruta habitual de la academia a la casa. El sol de mayo lucía con fuerza y había mucho tráfico; parecía un día de lo más normal.

Parecía increíble que Naru desapareciera un día así. Sería más lógico que el cielo estuviera oscuro y cubierto de nubes amenazadoras. Que hubiera relámpagos, viento y lluvia...

Sakura miraba por la ventanilla e inspiraba lentamente por la nariz para no tener que pedirle a Sasuke que parase. No tenía tiempo para vomitar el almuerzo. En ese momento lo único importante era encontrar a la
pequeña. Cerró los ojos y rezó: «Por favor, llévala a casa sana y salva. Por favor».

Cuando abrió los ojos de nuevo, su oración tuvo respuesta. A unos cien metros, caminando rápidamente por la acera, vio a la niña con leotardos verde eléctrico y pantaloncitos morados. El sol destellaba en su largo cabello rubio.

— ¡Sasuke! Oh, Dios mío. Allí está.

—Por fin —dijo él. Maldijo por lo bajo y maniobró para cambiar al carril derecho.

Segundos después alcanzaron a Naru. Sakura bajó la ventanilla.

Naru, con la barbilla alta y la boca tensa, miró hacia el coche. Al ver que eran ellos, se detuvo y se llevó la mano a la boca.

Luego estalló en lágrimas.

Matrimonio en PrácticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora