—Naomi, cierra las cortinas. —susurré al sentir como una luz chocaba con mi ojos haciéndome fruncir el ceño.
— ¡Naomi!! —la llamé otra vez, pero no obtuve respuesta, así que abrí los ojos para reclamarle a esa pelirroja— ¿Naomi acaso no escuch.... mierda. —dije al recordar lo qué pasó ayer y el por que estaba en una habitación ajena, y lo que más me duele, porque no estaba mi pelirroja a mi lado rogando que me levante.
El sol brillaba intensamente detrás de las cortinas las cuales no fueron impedimento para que la luz llegara a mis ojos.
Hasta el clima es bipolar.
El día anterior, el mundo se caía a pedazos pero en esa mañana era como si nada hubiera pasado.
Tenía que irme ya. Si Naomi había llegado debía de estar muy preocupada al no encontrarme en casa. Estaba supuesta a llamarla el día anterior pero no pude porque no había servicio y bueno... ahora estaba allí.
Al levantarme, no sentí mucha molestia. Valla, el doctorcito tenía razón.
Durante la noche, sentí como entró a la habitación unas cuatro veces. En esas ocasiones, con un termómetro, tomó mi temperatura y puso una crema desconocida en el moretón de mi espalda. También cambió con mucho cuidado la venda en mi espalda. No se como no me desmayé al sentir sus manos tocar mi piel. Tal vez lo hice y el pobre no se dio cuenta ya que fingía estar dormida.
Seguí el mismo camino de la última vez. Al bajar, estaba la sala y larga mesa de ayer, solo que ahora estaba llena de deliciosos alimentos. Eso me hizo recordar que tenía muchas horas sin comer un bocado.
El hambre empezó a atacar.
Comencé a dar pequeños pasos hacia la mesa para devorar ese desayuno, pero me detuve cuando una señora entró con un jarro de jugo de naranja en sus manos.
¿El Doctorcito tenía esposa?
Aunque, la verdad es que se ve muy mayor para él, pudiera ser su madre ¿Verdad?. Si, seguro es su madre.
—Al fin ha despertado, Señorita. —me dijo la señora con una tierna sonrisa.
—Umm.. Buenos Días. —logré decir, un poco nerviosa— Creo que ya es hora de irme. —retrocedí.
—Espere, Señorita! —me llamó antes de que yo me acercara más a la puerta— ¿No se quedará para el desayuno? Me imagino que tendrá mucha hambre.
Si que la que tengo, pero el sentimiento de que esto pueda significar mi muerte aún sigue ahí. Pero al diablo, si me matan, que sea con la panza llena.
Ya sentada en la mesa, probé la exquisita comida. La verdad es que me la pase muy bien, no solo comiendo sino hablando con la señora. Su nombre es Carmen y es la ama de llaves. Es una persona muy agradable.
—El señor salió a trabajar muy temprano hoy. Seguro por eso no lo ha visto.
—Oh, no importa. Solo me gustaría saber qué tan lejos estoy de casa. Ya tengo que regresar. —sonreí amablemente antes de darle una gran mordida a el pan tostado.
—Pero no se puede ir sola, Señorita. Aunque la tormenta haya pasado, las calles aún están peligrosas y no creo que ir caminando a no se donde, sea una buena opción. ¿Por qué no mejor espera que el señor vuelva y la lleve a su casa? —asentí. Tenía razón, además no me podía ir sin darle las gracias, una vez más.
—Está bien. —dije en un susurro.
Después de eso, un incómodo silencio me tenía un poco inquieta. Ya había terminado mi desayuno y recordé que no le había dicho cuál era mi nombre a la señora Carmen.
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Los Tormentos
RomanceEn plena tormenta, el destino los había unido. Angélica Monroe quedo impresionada con lo guapo que era el hombre que le había salvado la vida. Nunca espero volver a verle. Para su desgracia, el destino estaba empeñado con que se vuelvan a ver. Ella...