Capitulo 4

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Jade se extendió dentro de su saco de dormir, finalmente abriendo los ojos. Todavía estaba oscuro. Y tranquilo. Su momento favorito de la mañana, esa hora antes del amanecer. Apoyada en los codos, escuchó. Algo le había despertado. Entonces lo escuchó. Arrastrándose entre las rocas. Ladeó la cabeza. Tal vez alguien necesitaba ir al baño temprano por la mañana. Pero no, no eran pasos.

—Mierda— se sentó y abrió el saco de dormir.

Probablemente era un oso ¿Les había dicho a todas que asearan después de la cena? ¿Dejarían comida fuera? En la oscuridad, encontró la pequeña linterna en el bolsillo lateral de su mochila y rápidamente abrió la cremallera de su tienda de campaña, alumbrando en la dirección del ruido.

Contuvo el aliento cuando unos ojos amarillos brillaron con el haz de la luz. Luego sonrió y bajó la linterna. Era sólo un zorro. Éste se echó a correr por la colina y se relajó, haciendo una nota mental de recordarle a todas de no dejar comida afuera. Un zorro no era problema, pero no estaría bien que un oso les visitara.

Miró su reloj, la pantalla luminosa mostraba sólo las 4:30. Gateando nuevamente dentro de su saco de dormir para ahuyentar el frío, cerró los ojos, con la esperanza de agarrar una hora más de sueño, pero estaba bien despierta. Apenas se sentía descansada. Ayer por la noche, había permanecido despierta durante horas, repasando su conversación con Perrie.

Sabía que probablemente había exagerado con la mujer. A Sandra parecía que le gustaba y viceversa. Dudaba que la mujer hubiese dicho o hecho algo para alterar a Sandra. Al menos, no intencionalmente. Pero a veces, la más inocente de las declaraciones podría tomar el camino equivocado.

Bueno, no importaba. Le había pedido a la mujer que se fuera. Y si tenía cualquier rastro de educación, se habría marchado para cuando se hubiesen levantado.

Jade suspiró y se dio la vuelta. Había algo acerca de la mujer en lo que no podía poner su dedo. Parecía bastante agradable, supuso Jade. No que se hubiese tomado la molestia de tener una conversación normal con ella, pero aun así, parecía agradable.

Dudaba que hubiese muchos extraños que estuviesen dispuestos a quedarse atrás con Sandra mientras ella luchaba con el sendero. Y Jade no había dejado de notar las pocas veces que Perrie le había ofrecido la mano a Sandra cuando ésta se resbalaba.

—Demonios, eres un culo— susurró para sí en voz alta.

La mujer no había hecho nada malo y todo lo que Jade había hecho era gritarle y exigirle que se fuera. Está bien, así que si ella todavía estaba por los alrededores cuando amaneciera, Jade se disculparía nuevamente y le pediría que se quedara. Eso, si quería.

Entonces Jade negó con la cabeza ¿Por qué iba a quedarse? Había venido sola de mochilera, le gustaba la soledad, eso había dicho ¿Por qué demonios iba a querer escalar con un grupo de once mujeres?

Jade se sentó de nuevo ¿Y si tenía algo que ver con las amenazas? ¿Y si el FBI estaba en lo cierto? ¿Y si era un objetivo y esta mujer era...qué? ¿La asesina?

—Es una locura— murmuró.

Pero se dio la vuelta y miró hacia la puerta con cremallera, con los ojos bien abiertos.

Perrie abrió la cremallera de su tienda de campaña y estiró sus brazos por encima de su cabeza, escuchando con satisfacción como su espalda encajaba. Apenas había suficiente luz como para ver las otras tiendas y se supuso que no había nadie más despierto.

Deslizando una sudadera sobre su camiseta, encendió la estufa y puso a calentar agua antes de hacer un viaje discreto detrás de los árboles. Con suerte, podría tomar una taza de café a solas antes de que las demás se despertaran. Y a lo mejor eso le daría un poco de tiempo para pensar en lo que iba a decirle a Jade Thirlwall. Demonios, podría simplemente decirle la verdad.

El Objetivo (Jerrie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora